Con el impulso decidido de organizaciones de la sociedad civil, por un lado, y del Gobierno, por el otro, desde hace unos días están proliferando las convocatorias para participar en cabildos ciudadanos o reuniones ampliadas, con el objeto de analizar la situación social, política y económica del país, en respuesta al estallido que se desató en Santiago por el alza en el pasaje del Metro y que luego se extendió a todo el territorio. Como el movimiento social carece de líderes visibles y, además, desconfía del rol de los partidos políticos, la organización se está dando desde las unidades funcionales de la ciudadanía, allí donde están articuladas las bases y que, por tanto, conocen al detalle el panorama económico de las familias y las penurias por las que deben pasar, por ejemplo, los pensionados.
En el caso de Osorno, la convocatoria de la sociedad civil ha corrido por cuenta de la denominada Mesa de Unidad Social, donde se han vinculado más de 100 agrupaciones locales preocupadas por el devenir del país, entre las que se cuentan la Unión Comunal de Juntas de Vecinos, la CUT y la Fenats Histórica, quienes ya activaron el proceso de cabildos ciudadanos. La primera tarea a la que se ha abocado es la definición de la metodología para el diálogo y la definición de acuerdos y petitorio, junto con los lugares de la ciudad en que se reunirá a la ciudadanía para participar.
Independiente de las banderas que cada una de las organizaciones convocantes pretenda enarbolar (por eso es tan importante la metodología que se escoja), lo relevante de los cabildos ciudadanos es la sana disposición para que cada uno se sienta a conversar sobre el Chile que imaginan para el futuro y aquel que se requiere con urgencia para el presente. Por lo demás, en un escenario en que la propia clase política sigue enfrascada en discusiones inconducentes, con una lucha de egos impropia para estos tiempos, estos cabildos son doblemente valorables. La gente de a pie, más que los políticos, parecen entender mejor lo que necesita Chile: empatía y disponibilidad parea conversar, aun cuando a ratos la intolerancia quiera imponer sus métodos.