Los profesores, su formación y desempeño en las aulas han sido un foco de interés nacional y de reflexión permanentes, y pese los innegables avances en el área, la calidad y equidad en educación, los esfuerzos realizados no han servido del todo para garantizar un desarrollo educativo sostenido. Evidencia de lo anterior es el reposicionamiento de la discusión sobre calidad que se impone con fuerza en la agenda gubernamental chilena, posterior a los movimientos estudiantiles de los años 2006 y 2011. Las tensiones suscitadas por las movilizaciones obligan a discutir las concepciones en torno a la educación desde lo económico, lo político y lo educativo, cuestionando la idea de calidad vigente.
En la última década, la preocupación del Estado de Chile en asuntos referentes a la docencia se concreta en dos líneas de acción: monitoreo de la idoneidad de los docentes en ejercicio; y pertinencia de las trayectorias de formación docente. Al interior de la primera línea de acciones, a la Evaluación Docente implementada en el año 2005, se sumó la promulgación de la Nueva Carrera Docente en 2016, que enfatiza en la profesionalización de los profesores en ejercicio. La ley surge de la sentida necesidad de valorar la docencia y el carácter estratégico de dicha profesión, a través de políticas que favorezcan las condiciones laborales y de desarrollo profesional acordes a la envergadura de la tarea.
Si bien los esfuerzos realizados por mejorar la formación inicial docente corresponden con la iniciativa de elevar la calidad profesional de los egresados, es necesario considerar que en el caso de las pedagogías, la formación inicial no logra erradicar totalmente las representaciones y creencias que los profesores en formación traen de sus doce años de escolaridad previa. Si las prácticas y conductas se cimientan en las representaciones y creencias que les otorgan sentido, el paso por la universidad parece ser un período muy breve para reconstruir y reconceptualizar dichas representaciones, ancladas a experiencias escolares anteriores.
La profesionalización implica la apropiación de saberes adquiridos en la trayectoria formativa, igual se ve influenciada por las representaciones que los estudiantes han erigido en etapas anteriores. Por lo anterior, la formación inicial docente debe procurar espacios de actualización, reflexión y re-conceptualización de los conocimientos y competencias pedagógicas, para su futuro ejercicio en los nuevos contextos sociales y culturales.
Dr. Álex Pavié, Universidad de Los Lagos