El fenómeno migratorio es global y tiene escala planetaria. No es un problema, pero sí se trata de un fenómeno con múltiples efectos en nuestra vida social. Por cierto, tampoco es algo nuevo. Ha estado presente desde siempre en nuestra historia, aunque ha adquirido una dimensión mayor en los últimos años.
Hoy se estima que un 8% de nuestra población corresponde a extranjeros. En su mayoría son jóvenes con niveles de escolaridad y estudios promedios superiores a los de los chilenos, lo que implica un beneficio para el país, especialmente cuando estamos experimentando una baja sistemática de la tasa de fecundidad y un envejecimiento de la población.
No hay manera de evitar el movimiento poblacional, sobre todo cuando se busca evadir crisis que comprometen las perspectivas de desarrollo familiar o los derechos fundamentales de los individuos. Cualquier barrera o muro que intente impedir el paso, terminará por ceder ante la presión de los migrantes. Mientras no cambien las condiciones en los países de origen, los migrantes continuarán movilizándose en busca de nuevas oportunidades. Es imposible en el mundo de hoy sustraerse a este fenómeno social.
Lo que se puede hacer -Gobierno y oposición debieran compartir este objetivo- es establecer las condiciones para una migración segura, ordenada y regular. No podemos desperdiciar la posibilidad de construir un acuerdo sólido, que nos permita contar con una ley de migraciones que estimule el ingreso ordenado, que dé facilidades para regularizar a quienes ya se han insertado en el mundo laboral, que reconozca derechos, que sancione las infracciones y que promueva el reconocimiento de los estudios y títulos universitarios, de manera que los profesionales y técnicos extranjeros puedan incorporarse rápidamente al mundo laboral, especialmente en salud, donde todos conocemos las carencias que existen.
Necesitamos un Servicio de Migraciones moderno, que ponga fin a la tramitación innecesaria e indigna que enfrentan las personas que desean regularizar su permanencia y una institucionalidad que reconozca también un rol relevante a los municipios, que son fundamentales para lograr la integración social de los migrantes. La modernización de Chile no pasa sólo por la innovación y la apertura comercial. Los países que abren sus fronteras exclusivamente para el tránsito de mercaderías están condenados al fracaso.
El mundo que viene es de mayor integración. Hagámoslo bien, en conjunto, sin consignas, sin ingenuidad y sin miedos.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos