Si creemos que el desarrollo llegará solo, estamos completamente equivocados; ese objetivo es una consecuencia natural, de hacer las cosas bien. Pero es de una complejidad enorme, pues es un indicador mayor que el crecimiento, por tanto exige vinculaciones algo más amplias que lo meramente económico.

Debe precisarse esto porque diversos estudios sobre políticas públicas confirman que la ciudadanía percibe un aumento de la corrupción, por ejemplo entre parlamentarios, concejales, funcionarios municipales, carabineros, entre otros.

El X Estudio Nacional de Transparencia, realizado anualmente por el Consejo para la Transparencia (CPLT), preguntó ¿cuán corruptos cree usted que son los organismos públicos en Chile? a la que un 79% de los consultados respondió que son "corruptos" o "muy corruptos". Es decir, 8 de cada 10 personas consultadas advierte corrupción en estas instituciones.

¿Y en quién confían los ciudadanos?

En las universidades y en los centros comerciales. Uno, ofrece educación y el otro, objetos de consumo. Los partidos políticos, el Congreso, el Poder Judicial, las seremis, el Consejo Regional, el Gobierno y la Iglesia, suman más desconfianza, lo que es extremadamente dañino.

Si nosotros, las personas, no confiamos en quienes nos rodean, en otros ciudadanos, en los vecinos y en las instituciones fundamentales de la república -y Chile es uno de los países donde este indicador es muy alto en el mundo-, las opciones de saltar al desarrollo, obviamente se reducen, porque la sociedad actual exige trabajo en equipo.

Es cierto, la desconfianza se ha derrumbado por cuestiones objetivas, no es casual, aunque también es un fenómeno ligado a la modernización del país. Pero, asimismo, la confianza se puede construir si se hace sobre la base de acciones concretas y bien comunicadas.

No olvidemos que es un desafío trabajar por aquellos que menos tienen. Que el país aborde este problema es absolutamente muy necesario.

Es frecuente encontrarse con comentarios de lo mal que las instituciones funcionan en Chile, del escándalo de algunas instituciones, del paupérrimo nivel de la educación en Chile, o lo mal que está la salud, o el sistema de movilización o la seguridad, etc. etc. Y nace la pregunta ¿de dónde proviene esta aseveración?, ¿de lo que se ve en el barrio o de lo que mostraron en la tele? Como sea, ya hay un porcentaje de la ciudadanía que fue convencida que las instituciones en Chile no funcionan y es necesario cambiarlas. Y para ello nacen curiosas soluciones y slogans, sobre muchos derechos y nada sobre deberes. Sólo derechos, derechos y más derechos. Y seguimos preguntando ¿dónde funciona todo lo que en Chile funciona mal? ¿dónde está el modelo perfecto? ¿En Latinoamérica? ¿En Asia? Y la respuesta es: ninguna de las anteriores. Entonces volvemos a Europa y América del norte, en donde el ingreso per cápita supera en 3 veces el ingreso de los chilenos y curiosamente, los derechos se los ganaron a punta de productividad, respeto, pago de impuestos y ahorro. Sí, allá ellos respetaron y fortalecieron las instituciones, que en Chile algunos pretenden desestabilizar.

Entonces y como se dice en el campo, pongamos a los bueyes delante de la carreta y manos a la obra. Tengamos en cuenta ante todo ser un aporte al engrandecimiento de nuestro país, por ello partamos en como agregar valor a la producción y en cómo atender mejor a los usuarios. Pero también, en cómo hacerse responsable de las indisciplinas de los hijos, en cómo se enseña a respetar el derecho de los demás y cómo transmitir el orgullo del trabajo bien hecho, o que no es posible alimentarse sin trabajar. En resumen, cómo se hará para transmitir valores fundamentales a las futuras generaciones.

Sin dudas se deben hacer modernizaciones, pero hay que ser optimistas. Esperamos que conversando sobre este par de reflexiones, se pueda construir un país más justo, más tolerante, pero por sobre todo, más responsable con las demandas, ya que se ha demostrado que lo primero son los deberes y luego los derechos.

Michel Junod, presidente Multigremial de Osorno