Hace pocas semanas, los medios volvieron a ocuparse de la manifestación más cruda de la pobreza y el abandono: el Ministerio de Desarrollo Social dio a conocer el "Conteo nacional de niños, niñas y adolescentes en situación de calle", que desarrolló la Universidad Alberto Hurtado.
El número resultante de "niños y adolescentes, entre 5 y 17 años, 11 meses y 29 días de edad, que hayan pernoctado al menos una vez en el último año sin la compañía de un adulto responsable en lugares públicos o privados que no tienen las características básicas de una vivienda aunque cumplan esa función", fue de 547.
Aunque son un grupo pequeño en cantidad, es muy complejo en su intervención y tratamiento y requiere de una diversidad de servicios articulados en torno a cada menor.
La experiencia de vivir en calle es dolorosa y queda grabada como un pasado -y en muchos casos- como un presente traumático.
El II Catastro de Personas en Situación de Calle de 2011 contabilizó en 762 a los niños y adolescentes que sufren el problema, más que la cifra entregada hace pocas semanas, pero coherente, porque incluye a quienes están con sus padres en esa situación.
Ese mismo informe indica que la causa principal que conduce a los niños a la calle son problemas familiares, sin embargo, el 83,6% mantiene aún un contacto con la familia y el 51,7% vivió en una residencia para menores antes de comenzar su vida en calle.
Esto se explica en la búsqueda de cariño y contención emocional que requieren y que sólo sus familias pueden dar. Además, revela que muchas de estas dificultades son susceptibles de ser revertidas, con apoyo terapéutico y social.
Se requiere con urgencia de la Ley de Garantías de los Derechos de la Infancia. Una suerte de "Auge" social de los niños, que aborde de la forma correcta todas las múltiples vulneraciones que padecen y los acoja, cuide y repare sin excusas ni dilaciones.
Paulo Egenau Director social del Hogar de Cristo