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Cifra de niños que viven con familias de acogida crece 11% en

INFANCIA. En los últimos siete meses se ha registrado un alza en la cantidad de menores que se encuentran con familias que los reciben temporalmente tras haber sido separados de su núcleo familiar por un tribunal, luego de sufrir vulneraciones graves en sus derechos, maltratos, negligencias parentales, abusos, entre otras irregularidades. El programa El Quillay registra 57 casos actualmente, de los 59 cupos que dispone en Osorno.
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Sandra Barría


la provincia

Cristina tiene cuatro años y desde enero de 2018 vive con la familia de una tía -prima de su madre- quien tramita su cuidado personal definitivo hasta que la niña cumpla 18 años.

La pequeña cursó prekinder el año pasado y aunque no le fue fácil socializar con sus pares, por primera vez en su vida supo lo que es tener apoyo, protección y cariño de una familia, lo que se ha traducido en grandes avances en su aprendizaje y desarrollo integral.

Y es que Cristina es una de los 57 menores que actualmente forman parte del programa de Familias de Acogida Especializada (FAE) El Quillay, que pertenece a la fundación Coanil y que se preocupa de propiciar los cuidados de una familia temporal a niños, de entre 0 y 18 años, que han sido separados de su núcleo familiar por orden de un tribunal luego de sufrir vulneraciones graves en sus derechos, maltrato, negligencias parentales graves, abusos, entre otras irregularidades.

Existe un espectro amplio de dificultades, contexto de pobreza, malos tratos que resultan difíciles de romper y están dentro de la resistencia a generar cambios, sumado a situaciones complejas que atraviesan los niños afectados.

Así lo explicó la asistente social de El Quillay, Gladys Navarro, quien aclaró que la cantidad de niños que atiende el programa ha aumentado progresivamente, desde que se inició hace dos años, pero también han crecido los egresos que suceden cuando el tribunal establece que el niño puede regresar con su familia -exitosamente intervenida- o que seguirá hasta los 18 años al cuidado de una familia con la que tiene lazos consanguíneos, como podría suceder con la pequeña Cristina.

En mayo de 2018 la cantidad de niños atendidos era de 51, por lo que en siete meses la cifra creció 11%, contando El Quillay con una plaza total de 59 cupos para menores que provienen de todas las comunas de la provincia de Osorno.

Navarro indicó que 56 menores viven actualmente con familias de acogida en la provincia, la mayoría de las cuales son "extensas", es decir, tienen algún parentesco con el niño y también hay familias "externas", que es cuando los cuidadores o guardadores no tienen vinculación consanguínea con los menores.

"Sólo hay una niña que está en una residencia (hogar), pero una familia de acogida se encuentra en proceso de ser evaluada, con quienes se iría a vivir a fines de enero", añadió.

El director interino de El Quillay, Leonardo Huequelef, expresó que las familias de acogida resguardan las necesidades emocionales, de cariño y sentimientos de apego, que son fundamentales para su desarrollo pleno.

"Procuramos entonces que el niño o adolescente continúe viviendo dentro de una familia y desarrolle un mayor sentido de pertenencia, satisfaciendo sus necesidades básicas y el derecho a vivir, descansar y jugar, en un ambiente sano y feliz", señaló.

Además, aclaró que realizan una evaluación integral a quienes postulan a ser familias de acogida, considerando aspectos socioeconómicos y, sobre todo, sicológicos, para descartar cualquier patología o dificultad en la parentalidad de los cuidadores.

Cristina

Hilda Millaquipai es la tía de Cristina, quien junto a su marido e hija de 10 años, ha integrado a Cristina a su familia desde hace un año.

"Al principio nos costó mucho porque sus padres son alcohólicos, entonces era muy difícil controlar su carácter, pero nos dieron mucho apoyo en el programa. Nos derivaron a especialistas -siquiatras y neurólogos- que nos guiaron, nos dieron tips, nos enseñaron a encontrar maneras efectivas de ayudarla y eso ha resultado", relató la mujer.

Agregó que "ya cumplirá un año con nosotros y hemos visto un cambio importante en ella. Lo que pasa es que con sus papás, que no tenían noción del tiempo ni de nada, ella se estaba criando sin normas, sin rutinas, entonces fue difícil poner reglas o límites. Ahora es parte fundamental de nuestra familia, nos daría mucha pena que no siguiera con nosotros. Por eso, cuando la jueza nos dijo, tramitamos su cuidado personal de inmediato".

Hermanos

Ruth Huaique es separada, tiene dos hijos adultos y hasta hace un tiempo vivía sola con su hija de 18 años. No obstante, su vida dio un giro hace tres meses, cuando acogió en su casa a dos sobrinos nietos: Maikel (10) y Valentina (8).

Comentó que los menores vivían en Santiago y su abuela los fue a buscar, pero después no pudo hacerse cargo de ellos porque es responsable de varias personas mayores que viven en su casa.

"Me ubicaron en el programa de acogida, porque mi contacto estaba como referencia en todos los servicios, ya que su abuela es analfabeta, entonces tuvimos un periodo de conocernos con visitas regulares y, finalmente, los traje a nuestra casa", indicó.

La mujer sostuvo que al principio no fue fácil, pero puso todo su empeño para que los pequeños sintieran que en su casa sí los querían y que son parte fundamental de este hogar.

"Cuando llegaron no aceptaban abrazos. Si uno tenía alguna demostración de afecto o si les decía 'te quiero', ellos no creían que fuera cierto, tampoco daban besos. Ahora se están volviendo más expresivos y afectivos, están entendiendo lo que es sentirse queridos y que así es la vida y las familias. Al principio conversaban y sonreían muy poco, pero ahora se han vuelto demostrativos y eso nos hace profundamente felices", expresó.

Con su hija no imaginan vivir sin ellos. "El magistrado dijo que me tendrían a prueba 6 meses, así que en marzo o abril estaríamos viendo qué decide. Espero que sigan con nosotras, porque no imaginamos nuestros días sin su presencia, risas y juegos en la casa. Cuando hablo de ellos, es como cuando hablo de mis hijos, me lleno de orgullo y me emociona cada uno de sus logros, porque han cambiado notoriamente durante estos meses. Sería muy triste que nos tuviéramos que separar, porque además se nota que ellos también se sienten felices ahora".

Esperanza

Verónica Guala es tía abuela de Byron, un pequeño de apenas 4 años que llegó hace uno y medio a su casa, alegrando los días de la mujer y su marido.

"Él estaba internado con su mamá en un hogar en Panguipulli y no hubo nadie que lo reclame, así que presenté los papeles y los saqué a ambos. Cuando mi sobrina (su mamá) cumplió la mayoría de edad, se fue y entonces me quedé con Byron", cuenta la mujer, que espera con ansias que le den los cuidados definitivos del niño en la audiencia fijada para el 14 de enero.

La experiencia ha sido tremendamente enriquecedora para todos, aseguró Guala, porque ha sido como una inyección de amor en su hogar.

"Byron nos ha llenado de energía, de risas, porque aunque es una edad muy demandante, él nos entrega tanto cariño que a veces me quedo sin palabras. Es un encanto de niño, me dice abuelita y anda todo el día diciéndonos que nos quiere mucho. Honestamente, no me puedo imaginar nuestra vida sin él, pero tengo la esperanza de que el tribunal nos ceda su cuidado definitivo", indicó Verónica.

"Cuando llegaron no aceptaban abrazos. Si uno tenía alguna demostración de afecto o si les decía 'te quiero', ellos no creían que fuera cierto, tampoco daban besos. Ahora se están volviendo más expresivos y afectivos".

Ruth Huaique, Miembro de familia cuidadora"