Alta velocidad en las zonas rurales
Casi como un signo de los tiempos, caminar hoy por un camino interior equivale a un riesgo mayor producto de la irresponsabilidad de los conductores.
Aunque no están claras todavía las causas del inusual choque frontal de dos tractores en un sector rural de Puyehue, a fines de noviembre (las primeras versiones esbozaban ya el exceso de velocidad), aquel episodio dejó instalada en la opinión pública la sensación de que en los caminos rurales, con carpeta de ripio, variadas curvas y sin veredas que permitan el caminar de los peatones, prácticamente no rigen las mismas reglas del tránsito que en las ciudades o en las carreteras de alta velocidad. Habitantes de zonas rurales consultados por este medio confirmaron precisamente esta idea: los choferes que utilizan las rutas interiores hacen gala de un extremo descuido en su conducción, poniendo en riesgo a los otros vehículos y sus ocupantes, a los transeúntes e incluso a la propiedad pública y privada ubicada en el costado de los caminos, que recibe las embestidas de las piedras lanzadas desde la carpeta.
Por cierto, el tema de los riesgos en el uso de las vías rurales no es algo nuevo, sobre todo en una provincia como la de Osorno, que tiene a la actividad agrícola como su principal motor económico. Lo que sí quizás esté agravando los problemas de convivencia en estos tiempos es la creciente presencia de vehículos con mayor cilindrada (camiones, camionetas e incluso tractores), los tiempos apremiantes que experimentan quienes se dedican al agro (como los profesionales que deben recorrer numerosos predios para prestar sus servicios) y la permanente dificultad de los organismos estatales para realizar mantenciones y reparaciones en los caminos.
Exigir un carabinero en cada uno de los puntos más críticos sería ciertamente un despropósito. Faltarían policías para tal labor por lo extenso del territorio. Lo que se necesita aquí es una mayor conciencia de cada uno de los usuarios de las rutas para no dilapidar la seguridad vial en aras de la eficiencia productiva o la comodidad. Eso sí, la principal responsabilidad reside en los conductores, quienes tienen que asumir que un camino de ripio y con curvas no es lo mismo que una carretera asfaltada y recta.
Si la sociedad quiere revalorizar la vida en el campo y así frenar la migración hacia las ciudades, tiene que partir por respetar a quienes viven allí y dejar de creer que las vías interiores son pistas de carrera.