La cooperativa, como se define por la Alianza Cooperativa Internacional, es una asociación autónoma de personas, unidas voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada. Principios como la ayuda mutua, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad, y valores como la honestidad, la transparencia, la responsabilidad social y la preocupación, por los demás, son los que caracterizan a las cooperativas y las hacen distintas a otras organizaciones empresariales y afines a instituciones como la Universidad de Los Lagos y demás universidades estatales.

Esta combinación de economía y solidaridad que se da en las cooperativas y que difiere mucho del sistema económico que promueve la libre competencia, sin mayores regulaciones, basándose en el beneficio personal para impulsar el bienestar social, se desconoce. En Chile existe una ley especial sobre cooperativas del año 2004, pero la historia data al menos de fines del siglo XIX con la creación de las primeras cooperativas en Valparaíso y en 1924 con la primera ley de cooperativas. En el mundo, su origen se reconoce en el impacto de la Revolución Industrial, como respuesta a nuevos procesos económicos, sociales y culturales. Según datos del Ministerio de Economía, al año 2017 existían 1403 cooperativas vigentes y activas, con un millón 900 mil asociados. Por rubro, las cooperativas se concentran en los sectores: producción y trabajo, campesinas, agua potable, vivienda, agrícolas, servicios y pesqueras. Además, se debe destacar que las cooperativas se concentran en regiones y la participación de mujeres es cercana al 50%.

En Chile, los gobiernos han promovido las cooperativas como un instrumento de asociatividad para poder competir en el mercado. Sin vacilaciones, se puede mencionar que la asociatividad permite una mejor relación en un mercado con sesgos monopólicos y donde sólo el más fuerte puede sobrevivir, y si más organizaciones procediesen como principio en función del bien común, sin un ánimo de lucro ni competencia como valor intrínseco, existiría una mayor ética empresarial. En este sentido, las cooperativas, por principios y valores, tienen años de historia de desarrollo y no deben confundirse con acciones aisladas de compromiso social empresarial tan en boga.

Óscar Garrido Álvarez, rector

de la Universidad de Los Lagos

Sorpresa provocó en buena parte de la ciudadanía que el prolongado apagón del jueves pasado y viernes en la madrugada haya sido causado por una bandurria, la que a pesar de los sistemas de contención que tiene implementados la compañía Saesa, ingresó a la subestación Santa María, ubicada en la calle Manuel Montt, y en su probable trayectoria de vuelo a baja altura terminó haciendo contacto con las líneas de transmisión. El resultado es por todos conocido: una interrupción del suministro eléctrico en momentos en que la mayoría de los hogares tiene encendidos los aparatos eléctricos, partiendo por la televisión, de 22:55 horas a las 23:32, y de 23:45 a las 0:14; y con una zona afectada que incluyó a todas las comunas de la provincia de Osorno y a parte de la provincia del Ranco, en la Región de Los Ríos.

Afortunadamente, no se registraron grandes contratiempos en la vida cotidiana de los osorninos. En los recintos esenciales, como el Hospital San José, operaron los generadores de emergencia, mientras que otros inmuebles hicieron gala de sistemas independientes que les permitieron mantener la normalidad. La mayoría de los 69 mil clientes, claro está, tuvo que conformarse con la larga espera y al día siguiente asumir que un inocente pájaro, sólo uno, provocó tal desaguisado.

Aun así, es inevitable reflexionar acerca de la fragilidad del sistema de distribución eléctrica en la zona. No fue necesario un terremoto ni un incendio de grandes proporciones para que se cortara la luz. Bastó, en un país que se supone ha alcanzado altas cotas de desarrollo en el rubro de la generación y distribución de energía, que una simple bandurria pasara volando por la subestación eléctrica.

Tras el incidente, Saesa anunció que la futura construcción de otras dos subestaciones al año 2020 permitirá contar con un sistema de respaldo que evite este tipo de emergencias. Si cae una, se supone, las otras continuarán operando.

Resulta curioso que un servicio tan vital y de un único oferente como es la distribución eléctrica, al día de hoy esté expuesta a la acción de una sola bandurria. Es de esperar que las nuevas subestaciones minimicen el riesgo de un pájaro que no sabe de cercos ni de vallas.