Hasta hace un tiempo atrás, se creía que los bebés eran "seres irracionales" y con un cerebro en blanco, debido a que tenían un pensamiento y una experiencia muy limitados. Eran como una "tábula rasa" -o cuaderno en blanco-, donde todo estaba por escribirse. Hoy en día, por medio de sofisticados equipos tecnológicos -entre ellos, equipos de resonancia nuclear magnética-, sabemos que el cerebro infantil es insuperable en cuanto a células, actividades cerebrales y conexiones neuronales, cuyo nivel de actividad duplica fácilmente al cerebro de un adulto.
La errónea percepción que había del cerebro infantil ha cambiado radicalmente, por cuanto -tal como lo demostró la Dra. Alison Gopnik a través de un innovador estudio-, los niños aprenden más y mucho más rápido que los adultos, son más creativos e imaginativos, y tienden a experimentar el mundo que los rodea de forma más intensa. Esto tiene una explicación lógica e, incluso, cuantificable: los niños tienen más neuronas a disposición, cuentan con más conexiones que los adultos y hay menos sustancias químicas que frenen o inhiban las actividades de sus circuitos cerebrales y conexiones nerviosas.
Esta capacidad de su cerebro es la que explica que los bebés y los niños aprendan una enorme y sorprendente cantidad de datos e información en lapsos de tiempo muy cortos, y estén en condiciones de manejar con gran maestría diversas técnicas y habilidades, tales como hablar (y entender) diversos idiomas, dibujar el mundo que los rodea, o aprender a caminar: tres desafíos muy complejos.
Cuando se comete el error de no estimular el cerebro del bebé -a medida que crece-, se produce un fenómeno irreversible llamado "poda neuronal o sináptica": las redes que no son utilizadas o estimuladas, mueren.
Es necesario, entonces, que los padres y profesores tengan en cuenta los siguientes datos: (a) hasta los 3 años se crean más vías nerviosas de las que se destruyen, (b) entre los 3 y los 10 años de vida, la creación y desaparición de redes neuronales se equilibra, (c) a partir de los 10 años mueren más vías neuronales que las que se crean, (d) desde los 3 años de edad hasta la pubertad, el cerebro tiene el doble de actividad que el cerebro del adulto.
Por lo tanto, es una tragedia, si -por desinterés, negligencia o simple indiferencia-, ese gran potencial que existe en esta potente máquina de aprendizaje que es el cerebro infantil, se pierde, sin posibilidades de revertir el resultado final.
Franco Lotito C., académico,
escritor e investigador