Apenas un par de años duró la época del dulce turismo de compras en el país, y que tuvo una particular incidencia en cada una de las ciudades que tienen, gracias a su cercanía con los pasos fronterizos, una particular relación con Argentina, como es el caso de Osorno. El turismo de compras fue aquel fenómeno de irrefrenables contingentes de visitantes trasandinos que aprovechando las ventajas cambiarias, la facilidad de tránsito por los variados cruces habilitados y el amplio stock de una economía tan abierta como la chilena, se dedicaron semana tras semana a atravesar la montaña y recorrer el territorio nacional. A diferencia de los años anteriores a aquellos, no se dedicaban únicamente a recorrer y rematar su viaje en algún balneario de la costa, sino que venían derechamente a adquirir bienes y servicios, en particular artículos de tecnología y vestuario.

Pero como nada es para siempre, la economía argentina cambió y hoy ya no les resulta tan ventajoso dedicarse al turismo de compras, amén que el actual gobierno trasandino introdujo leves correcciones que facilitaron el ingreso y consumo de tecnología dentro de su propio país. Lo que era una percepción compartida en los agentes económicos locales se comprobó en los últimos días con las últimas estadísticas entregadas por la administración del Paso Cardenal Samoré: el flujo de personas en el cruce ha disminuido un 18 % en los primeros diez meses de este año, en comparación con igual período de 2017; y de hecho, el número más impactante es el ingreso de argentinos, que de 796.225 cayó a 447.097 en el citado lapso.

Los más perjudicados con este descenso son los rubros del comercio, turismo y gastronomía de Osorno, que han visto deteriorarse abruptamente la demanda que venían experimentando. Como cambiar el escenario internacional está fuera de todo lo posible, lo que corresponde ahora es que los sectores económicos más afectados diseñen y ejecuten planes que apunten a tratar de compensar, en parte, lo perdido.

Aquí es donde aparece con fuerza la opción del turismo interno y, pues no se debe perder la ambición, fijar la mirada en otros mercados internacionales mediante una promoción conjunta con otros destinos similares del sur del país.

La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, en agosto pasado, instala en el país un Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, que incorpora a instituciones de educación superior e instituciones públicas y privadas que realizan, fomentan o apoyan actividades relevantes relacionadas con ciencia, tecnología e innovación. El sistema se estructura en torno a la formación de recursos humanos altamente calificados, fomento productivo, emprendimiento, desarrollo tecnológico, conocimiento y cultivo de las ciencias, las artes y las humanidades.

Si bien se reconoce un avance en la materia, desde las universidades existen varias indefiniciones e imprecisiones que deben atenderse. Primero, aunque se mencionan como parte del sistema, no hay mención de mecanismos formales para su participación. Segundo, la ley no establece procedimientos ni mecanismos para la elaboración de la estrategia nacional. Tercero, la interlocución de las universidades en la formulación de la política nacional se diluye con relación a la estrategia, los programas de gobierno y el rol de las universidades, sin una clara dimensión regional. Cuarto, no se han planteado compromisos de recursos para modernizar Conicyt o su sucesora, ni un aumento sostenido en la inversión en esta área. Quinto, el Consejo Asesor Presidencial que establece la ley para apoyar al ministro no considera directamente la participación de las universidades.

A lo ya conocido, de ser el país miembro de la OCDE con la inversión más baja en ciencia y tecnología, con el menor número de investigadores con relación a la población y uno de los países con la menor inversión privada, la nueva institucionalidad genera un nuevo impulso y expectativas en torno a mejorar la contribución de las universidades. Para ello las indefiniciones y/o imprecisiones de la nueva ley deben ser corregidas en los reglamentos que deben generarse.

Para terminar, no puedo dejar de hacer mención que debe darse una mirada descentralizada de las políticas, planes y programas destinados a fomentar y fortalecer la ciencia, la tecnología y la innovación derivada de la investigación científico-tecnológica, y para ello, el apoyo de las universidades estatales y su experiencia acumulada en regiones tiene que ser un sustento del sistema nacional de ciencia y tecnología.

Óscar Garrido Álvarez, rector

de la Universidad de Los Lagos