En la Constitución Política de Chile, en el artículo 19, Nº 8, se asegura a todos los chilenos el "derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación", siendo un "deber del Estado velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza", en tanto que el inciso Nº 9 asegura el "derecho a la protección de la salud" para todos los habitantes de Chile. Sin embargo, estos derechos han sido conculcados, una y otra vez, dando igual si las riendas del gobierno la tienen en sus manos políticos de izquierda o de derecha. El resultado ha sido siempre el mismo: escaso o nulo interés por la salud de la gente y el medio ambiente.
Las numerosas -y tristemente célebres- "zonas de sacrificio" están repartidas por todo Chile: Antofagasta, Tocopilla, Mejillones, El Salado, Copiapó, Nantoco, Tiltil, Ventanas, Quintero, Puchuncaví, Horcones, Talcahuano, etc. Están a la orden del día y, con el pasar del tiempo, se incrementan aún más, a causa de las malas prácticas de empresas nacionales y extranjeras asentadas en el país, y el escaso interés del Estado por fiscalizarlas.
Un informe de 2016 de la OMS (Organización Mundial de la Salud) indicó que Coyhaique era la ciudad con el mayor nivel de polución del aire en toda Latinoamérica, en tanto que el lago Llanquihue es uno de los lagos más contaminados de Chile, superando en nada menos que 16 veces la norma de Chile, norma que de por sí es laxa y deficiente con relación a las normas que estipula la OMS a nivel mundial. Por otra parte, el Segundo Muestreo Nacional de la Basura en los Ríos, realizado a finales de 2017, demostró que los ríos contaminados de Chile son numerosos, pero el Loa, Maipo, Purén, Rahue y Maullín destacan muy encima de los demás.
Los espacios habitables están expuestos a grados extremos de contaminación y de degradación de elementos tan imprescindibles para la vida y la salud humana, como el agua y el aire, sin dejar de lado el mar y la tierra misma. Una contaminación generada a causa de una elevada concentración industrial de empresas y plantas termoeléctricas que nos "regalan" cantidades enormes de elementos cancerígenos: mercurio, arsénico, cesio, plomo, etc.
Lamentablemente, son numerosos los casos de encubrimiento por parte de las autoridades, minimizando -o negando- los graves efectos sobre la salud de la gente -muchas veces con consecuencia de muerte-, ya sea que se trate de su actuar a nivel local, como así también central, y sin que importe mucho el "color" político del gobierno de turno.
Franco Lotito C., académico,
escritor e investigador