La furia es una emoción básica que se expresa de manera violenta en la relación con el otro, sea que se trate de la pareja, el hijo, el subordinado, el compañero de trabajo u otra persona cualquiera. Hoy en día, la agresividad, está a "flor de piel".
La manifestación de la furia se hace visible a través del enojo, del rencor, de la ira y la agresión, condición que es acompañada por una serie de concomitantes de tipo físico y cognitivo: la conciencia se obnubila y el sujeto experimenta la pérdida pasajera de la capacidad de razonar o de darse cuenta con claridad de las cosas que dice y hace. El ritmo cardíaco aumenta de manera notable, la presión sanguínea se eleva a niveles peligrosos y el organismo comienza a producir hormonas del estrés -cortisol, adrenalina, noradrenalina- de manera abundante, con la probable pérdida del autocontrol sobre el comportamiento, lo que puede acarrear consecuencias más que desastrosas para el sujeto y su entorno cercano, ya que la ira -rabia, furia- ciegan la conciencia y representan las emociones más dañinas para las relaciones interpersonales.
Entre el estado de estrés y la conducta agresiva se produciría un proceso de retroalimentación mutuo, en cuya ecuación, cualquiera de las partes que inicie la actividad, hace que se inicie de inmediato la actividad del otro. Por lo tanto, si la corteza cerebral no logra modular -o controlar- esta reacción, entonces sobreviene, inevitablemente, el desborde emocional.
Lo que comienza a funcionar aquí ya no es la lógica del raciocinio ni de la razón, sino la lógica de la violencia. Un episodio de violencia descontrolada se debería a que tanto el cerebro como las hormonas del estrés vertidas en el torrente sanguíneo se estimularían entre sí, generando un círculo vicioso que no resulta fácil de quebrar. Afortunadamente, la gran mayoría de las personas dispone de una corteza cerebral lo suficientemente poderosa y madura, que les permite tener bajo un cierto grado de control, tanto a los sistemas generadores del estrés como al sistema de la agresión. Es un sistema, en todo caso, que en situaciones de estrés muy agudo e intenso puede fallar, y sufrir un percance de alcances insospechados. De ahí que se hable entonces del "circuito de la furia", a raíz de lo cual se hace necesario que algunas personas se sometan a tratamientos que le permitan lo que se llama la "administración de la ira", para no causar daño innecesario a las personas que uno ama y, al mismo tiempo, evitar reacciones desproporcionadas y fuera de control.
Franco Lotito C, académico,
escritor e investigador