Por lejos, automovistas y peatones han sido quienes más han sufrido con el excesivo retraso en las obras de instalación de los semáforos en el perímetro central de Osorno. Los primeros, porque durante meses han tenido que adecuarse a conducir con una mínima dotación de estos aparatos en las esquinas, algunas de ellas muy transitadas, arriésgandose tanto ellos como al resto de los usuarios a sendos accidentes vehiculares. La presencia de semáforos cubiertos con plásticos negros, no algunos días, sino muchísimas semanas, dio a la ciudad un aspecto tercermundista, de improvisación y descuido impropios para una urbe de esta magnitud y para un país que se supone está en las puertas de los umbrales de la Ocde. Y los segundos, en tanto, los transeúntes, porque se vieron forzados a acostumbrarse a caminar por las veredas haciéndole el quite a hoyos en los que alternaban, según las condiciones climáticas, la tierra, el barro y el peligro vivo de caídas y esguinces en los tobillos.
La razón del tamaño atraso de una obra que fue anunciada con bombos y platillos en su oportunidad, se debe a dificultades financieras de Ecisa, la empresa que se adjudicó el proyecto financiado por el Ministerio de Transportes y que ejecuta, como unidad técnica, el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu). Y no se trata de sólo un retraso, pues la firma ya ha conseguido tres postergaciones para la entrega, la primera de las cuales venció en septiembre del año pasado. La última, de hecho, la obtuvo la semana pasada, aunque esta vez con un claro ultimátum de parte de las autoridades gubernamentales, conscientes, a esta altura, de la molestia que hay entre los usuarios de las calles.
Se le ha puesto el mes de junio como plazo fatal a la firma. Si para ese entonces Ecisa no culmina el proyecto, el contrato será liquidado, aunque con la clara posibilidad de acciones judiciales de lado y lado que demorarán todavía más la puesta en marcha de semáforos que están llamados a aliviar la congestión vial que se vive en el centro.
Independiente del resultado de aquel proceso, los organismos estatales involucrados en la decisión deberían también revisar las adjudicaciones de obras, a fin de dilucidar de mejor manera los problemas financieros de los interesados en ganar los proyectos y, además, incrementar las supervisiones a las obras en desarrollo, para evitar bochornos como los que se viven ahora con los semáforos.