Mucho se ha hablado estos días respecto del nuevo decreto de evaluación que entre sus aspectos más importantes declara que la repitencia automática se elimina y ahora se debe establecer un proceso de validación de todos los profesionales de la escuela, para determinar si algún estudiante debe repetir.
Permítanme detenerme aquí para hacer algunas distinciones que bien valen la pena, puesto que hoy la repitencia lo que busca en su sentido más positivo es dar una segunda oportunidad a un alumno que no ha "logrado" lo necesario para seguir avanzando. No obstante, esa intencionalidad positiva termina invisibilizándose, toda vez que las dinámicas propias de los establecimientos hacen que los alumnos repitentes finalmente sean estigmatizados y cambiando incluso las expectativas de los profesores frente a un estudiante que ya en el mes de junio es "repitente".
Por lo anterior, parece una oportunidad este decreto que en su sentido más amplio busca que los profesores miremos la evaluación como una herramienta que entrega orientaciones, que permite al estudiante mejorar (y no que castiga) su aprendizaje, que entrega información que se utiliza para guiar, principalmente que retroalimenta tanto al estudiante y al docente y no sólo que nos indica el conocimiento "logrado" por un alumno en un período determinado.
Resulta clave, en consecuencia, establecer discusiones profesionales al interior de los consejos de profesores en torno a las prácticas evaluativas, en torno a las decisiones pedagógicas que se toman para apoyar a los estudiantes con dificultades, a qué hacer con un estudiante que no le va bien en matemática ni lenguaje, pero sí excelente en otras asignaturas, ya que no hay asignaturas más importantes que otras. Entonces, detenerse durante el año escolar e instalar una práctica de apoyo permanente con esos alumnos que presentan rendimiento deficitario y juzgar muchos otros factores (incluidos los otros indicadores de calidad educativa) parece muy necesario, puesto que hasta ahora, cuando un estudiante repite, esa información comúnmente sólo la sabe el profesor jefe y el encargado de UTP.
A mi juicio, eliminar la repitencia automática es una oportunidad para juzgar teniendo muchos otros factores a la vista que sólo las "calificaciones". Si queremos realmente hacer que la escuela entienda la calidad educativa como algo más transversal e integral, esta acción es un paso en aquella dirección.
Héctor Álvarez Inostroza, director
de Docencia de Santo Tomás Osorno