123 años de historia musical de Frutillar
El aumento de las importaciones lácteas, la disminución de la masa ganadera y la Ruta 215 esperan por decisiones de Estado. "(Frutillar) logró defenderse de la importación de edificios, protegiendo su arquitectura"
Cuenta Jorge Weil en su libro "Frutillar Pasado y Presente" que en 1942, Arturo Junge y sus amigos músicos provenientes de Santiago se instalaban en carpas en el patio de la casa Junginger, en grupos de 15 personas, y durante una o dos semanas ensayaban, tocaban instrumentos, cantaban, se divertían y hablaban mucho de música. No obstante, la historia musical de Frutillar comienza en 1894, cuando Jacobo Junginger crea el coro mixto Liederkranz y en 1904 forma el coro Männercor.
En 1968, bajo el techo de las iglesias católica y luterana se sellan los primeros conciertos de las hoy famosas Semanas Musicales de Frutillar, festival que en enero de 2018 cumplirá medio siglo. Cada año la música junto al lago Llanquihue comienza a generar su propio espacio y a otorgar un carácter especial al lugar. Poco a poco muchos frutillarinos se sumaron a esta experiencia y también algunos osorninos, como Flora Inostroza de Lopetegui, emblemática líder cultural que trabajó incansablemente hasta fundar en 1979 la Corporación Cultural Semanas Musicales de Frutillar, presidiéndola hasta su muerte en 2016.
La música también inspiró el desarrollo urbano de Frutillar Bajo, es así como aparecen calles, loteos, hoteles y residenciales con nombres de compositores famosos. El auge turístico de Frutillar generó demandas de espacio en la ciudad y ésta, poseedora de una particular armonía arquitectónica, logró defenderse de la importación de edificios, protegiendo su arquitectura antigua en madera con un plan regulador muy conservador, elaborado por el arquitecto Ramón Gilí. Este tuvo la audacia de no permitir la edificación en altura junto al lago y con ello se evitó la destrucción de un verdadero patrimonio y de un paisaje único, como es la calle y la costanera Philippi. Gracias a este gesto de planificación la ciudad lacustre mantiene una identidad única hoy reconocida en el país y el mundo.
La historia musical se consolida en 1998 cuando sobre las ruinas de la Hostería de Frutillar se coloca la primera piedra de una aventura inmobiliaria y cultural destinada a concretar una sala de conciertos de nivel mundial. La familia Schiess, la Corporación Cultural Semanas Musicales, Flora Inostroza, vecinos de toda la Región, empresas chilenas y el municipio de Frutillar dieron forma a un edificio cultural que dispone de espacios abiertos y techados con anfiteatros escalonados hacia el lago Llanquihue. El aporte de fundaciones y empresas privadas es hoy tan enorme que mantiene una gestión impecable de difusión de la música y la cultura.
Raúl Ilharreguy, arquitecto