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ENTREVISTA. peter Kliegel, sacerdote alemán que recientemente cumplió 50 años de labor religiosa y de ayuda social en Osorno:

"Donde uno forma la vida es su casa y Osorno es eso. Soy parte de la ciudad"

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Alexander Hopkinson

La historia del padre Peter Kliegel es digna de una película de Hollywood. Nació en Silesia, región nororiental de Europa que perteneció a Alemania, pero que luego de la Segunda Guerra Mundial quedó prácticamente completa en territorio polaco. Hijo de una familia de artistas y devotos religiosos, traspasó las fronteras del Viejo Continente para colaborar con el desarrollo eclesiástico y social de Osorno bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva, el año 1966, siguiendo a monseñor Francisco Valdés, obispo de la capital provincial a quien conoció en sus estudios de Teología en la ciudad de Munich.

Este año se cumplió medio siglo desde que el "Padre Pedro", como es conocido en el país y la comuna, inició su labor sacerdotal y decidió quedarse definitivamente a trabajar con la personas vulnerables de la zona, siendo condecorado por el gobierno de su país natal con la orden del mérito Cruz de Servicio Federal el pasado mes de octubre.

Inicialmente el interés del sacerdote alemán era trabajar el mundo indígena, sin embargo, Valdés le encomendó otras tareas al joven padre que lo llevaron primero a colaborar con la vida campesina y luego con los sectores más desaventajados de la ciudad, donde desarrolló sus mayores obras, algunas de ellas integradas en la actual Fundación Cristo Joven.

Inicios y obras

-¿Por qué América Latina y Chile?

-En Alemania se hizo mucha propaganda para América Latina por la falta de sacerdotes, entonces yo tenía ganas de trabajar en un mundo diferente y ahí se me ocurrió presentarme. Y como conocí al obispo vine sin saber dónde. Sin embargo, conocía Osorno sin saber que yo un día estaría aquí. En 1960 en nuestro pueblo hicimos colectas y propaganda para esta ciudad, debido al megaterremoto de ese año. Entonces, ya estaba en mi mente esta zona de terremotos y volcanes (dice sonriendo en tono de broma). Ese fue un primer nexo inconsciente.

-¿Todavía tiene la inquietud de trabajar con el mundo indígena o ya pasó?

-No, ya después me tuve que meter en la labor pastoral campesina y sólo tuve contacto con el mundo indígena por medio de la juventud en la Aldea Juvenil, donde acogimos a muchos de ellos, pero no estoy muy metido. Esto es algo que resultó así, ahora mi labor es totalmente diferente.

-¿Cómo nacen las aldeas juveniles?

-Primeramente trabajé en la catedral y después monseñor Valdés me mandó al campo. Así empecé a conocer un poco más de la vida en el área rural y de ahí nació la idea de trabajar ante todo con el campesino y con los jóvenes, porque me di cuenta que ellos en ese entonces no tenían ninguna oportunidad de seguir sus estudios o perfeccionarse, sólo llegaban hasta octavo año. Ahí nació la idea de las primeras aldeas juveniles donde recibimos campesinos aquí en Osorno. Eso empezó cuando volví a la ciudad en 1973 y tuve que tomar la parroquia del Sagrado Corazón. Fue entrar en un mundo nuevo para mí.

-¿De ahí partió la vocación por crear comunidad?

-Creo que el ser humano es un ser social y la comunidad también ayuda a encontrarme con Dios, porque si nosotros escuchamos bien la palabra de Jesús, dice: ama a tu prójimo porque es como tú, aunque se traduce como a ti mismo, la verdadera traducción es ama a tu prójimo, es como tú. Esto siempre me inquietaba, porque si el otro es como yo, el otro también tiene derechos y ahí empecé a trabajar formando comunidades con familias y con la juventud. Con las familias en la formación de poblaciones y con los jóvenes en aldeas juveniles, por eso construí hartas aldeas juveniles para campesinos, para estudiantes aquí en Osorno y Valdivia; trabajé también en comunidades con niños con problemas sociales, pero después de doce años cerramos el programa por dificultades.

-¿Cómo fue ese trabajo con las familias?

-Con ellos empezamos a formar poblaciones. Con el primer párroco de la Sagrado Corazón (Juan Schurman) aprendí a formar comunidades de autoconstrucción por medio del trabajo común, pero de verdad. Y esto fue algo muy exitoso. De ahí nació la población El Esfuerzo, donde me integré con el padre Juan y después yo seguí su labor para terminar aquí en la población San Maximiliano Kolbe, donde de verdad trabajamos muchos años en comunidad, porque construir una población así necesita por lo menos 10 años. Acá todo se hizo en común, nadie trabajó en su propia casa, todos trabajaron donde todos y esto es muy exitoso.

-¿De qué manera se reunieron los fondos para eso?

-Los poderosos aportaron y tuvimos un sistema donde cada familia pagaba el 10% de su ingreso, entonces el pago fue totalmente desigual, donde el que tenía más daba más, pero nadie recibía más que el otro y el resto lo buscamos en ayuda aquí en Osorno y en el extranjero, porque es un trabajo social y para eso se necesita apoyo. Entonces, como las familias dieron todo lo que tenían más su trabajo, porque el 10% de su entrada no es poco, para el resto buscamos financiamiento.

La vida en la guerra

La Segunda Guerra Mundial marcó la vida de Peter Kliegel, de hecho, aún el sonido de las sirenas anunciando el mediodía le recuerdan la alerta de ataques aéreos en territorio alemán. Como si fuera poco, su padre fue detenido y junto a su madre y tres hermanos vivió una profunda pobreza que con el tiempo le permitió entender la importancia de la fe y el arte, aspectos con los cuales su familia pudo olvidar el frío y el hambre.

La guerra... ¿cómo fue esa experiencia?

-Lo poco que recuerdo es que nací en una parte del Estado de Alemania que se llama Silesia, es una zona que Alemania perdió y que después entregó completamente a Polonia. Entonces, con mi familia nos fugamos en enero de 1945 hacia el oeste por medio de Checoslovaquia y llegamos a Baviera, a fines de la guerra. Recuerdo mucho las bombas y las sirenas. Cuando escucho aquí ese sonido es algo horrible, porque de inmediato pienso en bombas y aviones. Todos los días. Es como un complejo, un trauma. La sirena para mí es sinónimo de avión y de correr al búnker.

-¿Qué pasó después?

-Nosotros vivimos por siete años en una pieza con mis tres hermanos y mi madre, porque mi padre fue prisionero de guerra hasta el año 1952. Ahí viví una etapa de vida de suma pobreza y eso me hizo vivir lo que vine a ver acá. Yo sé lo que significa no tener techo, no tener qué comer, no tener ropa y eso lo reviví aquí y dije: esto no puede ser, ahora yo tengo que ayudar para que la gente pueda surgir.

-¿Y ustedes cómo surgieron?

-A nosotros nos dieron la oportunidad de surgir por medio de la ayuda que vino de Estados Unidos. Tenemos que decir como alemanes que los norteamericanos fueron muy considerados con nosotros, porque gracias al Plan Marshall Alemania surgió. Nos dieron la oportunidad de reconstruirnos. Y dije: 'bueno, a nosotros nos ayudaron, entonces cómo nosotros podemos ayudar a otros ahora'. Eso es lo que hoy Alemania me agradeció (refiriéndose a la condecoración) y que logramos por medio de ayuda de nuestro pueblo. Pudimos apoyar a gente que lo necesitaba acá.

-¿Qué le pasó a su padre?

-Mi padre, al igual que muchos padres de familia en Alemania, fue obligado a ir a la guerra, entonces fue tomado preso como soldado raso. Fue condenado a 20 años de presidio, pero salió después de siete y ahí recién lo conocí, cuando yo tenía 13 años de edad.

-¿Y cómo lo hizo su madre para mantenerlos?

-Mi madre trabajó limpiando pisos, como lavandera y fue muy difícil. Fue un tiempo en que vivimos muy pobres.

-Y qué rol jugó el arte en ese momento...

-No teníamos camas, pero ella se compró un piano viejo (se ríe), porque sabía que eso mantenía a la familia: la fe, el canto y el arte. Entonces, ella se atrevió a vivir su pobreza de una manera diferente. Nadie lo entendió, pero fue súper sabia mi madre, porque nos hizo olvidar el hambre. Era una mujer muy alegre y vivió hasta los 95 años, murió hace poco.

-¿De dónde nace este interés por el arte y la iglesia?

-Son dos cosas distintas, primero mi familia es de artistas y segundo la iglesia tiene la obligación de darse a conocer en ese sentido porque el gran artista es Dios y la creación es arte y dentro de eso nace la fantasía humana que trata de interpretar lo que el gran artista nos quiso decir. Por eso me interesa la expresión artística (dice apuntando a las obras que adornan la pared de su hogar). El hombre tiene que crear y nuestro mundo corre el peligro de ser solamente un mundo que consume y eso significa el fin de la humanidad. Ahí tenemos como iglesia una tarea fundamental.

Jóvenes y modernidad

-¿Cómo ve a la sociedad chilena en comparación a lo que pasa en Alemania, por ejemplo?

-Cuando yo llegué vi al país en una tremenda división. En ese momento estaba el presidente Frei (Montalva) y había en la sociedad una brecha grande entre los que mandaban y los que eran simplemente peones. Y esto ha cambiado ante todo por la formación escolar y universitaria que ha recibido el pueblo. Hoy los jóvenes son mucho más críticos. Esto ha traído un cambio en cuanto a la capacidad de tomar decisiones, pero lo que yo veo en peligro es que hay mucha añoranza del mundo anterior que ha vivido Chile a lo largo de sus 200 años, como si hubiera cierto temor de meterse en el mundo moderno.

-¿Cuál es el peligro?

-Lo veo en peligro, porque el mundo moderno viene y se necesita mucha responsabilidad propia y en eso veo temerosos a nuestros jóvenes. Quieren gozar de los beneficios, pero no meterse en la vorágine de desarrollo que tiene la humanidad. Y ese es nuestro papel ahora en la formación, para que seamos parte de este mundo global, que es peligroso porque nos hace perder lo propio. No nos podemos quedar en un museo diciendo 'nos quedamos con lo que tenemos', sino que desarrollar eso para que quede lo propio dentro de lo global.

Por último, pero no menos importante, el sacerdote nombrado Hijo Ilustre de Osorno y chileno por gracia en 1995, se refirió a la esta zona señalando que "la descendencia alemana es una parte de mí, pero donde uno forma después la vida es su casa y Osorno es eso. Soy parte de la ciudad".

"No teníamos camas, pero ella se compró un piano viejo (se ríe), porque sabía que eso mantenía a la familia: la fe, el canto y el arte"."


Colegio Artístico Santa Cecilia

El Colegio Artístico Santa Cecilia es sin duda uno de los grandes proyectos actuales del "Padre Pedro". Su afición por el arte y lo que ello aportó en su vida lo hacen querer proyectar su experiencia en la formación de los niños y jóvenes con la idea de fomentar más la cultura latinoamericana y así también potenciar la identidad nacional y regional a nivel continental. La música, el teatro, la danza y las artes visuales son parte de las herramientas que el establecimiento y sus profesores utilizan como medio educativo. "(En el arte) hay que tener disciplina, además es algo que llega a las emociones y que ayuda a descubrir la cultura propia. Los alumnos cada vez se vuelven más comunicativos, porque el arte es comunicación", afirmó.

50 años en Chile El pasado mes de octubre el padre Peter Kliegel fue condecorado en Alemania por su aporte al país y por ser el nexo de la ayuda social alemana.

1939 nació Peter Kliegel en Silesia, territorio que fue perdido y luego cedido por Alemania a Polonia tras la Segunda Guerra Mundial.

13 años tenía Peter Kliegel cuando conoció a su padre, quien fue prisionero de guerra tras ser obligado a combatir por el ejército alemán.