El proceso electoral de este domingo dejó varios elementos a considerar, pero sin duda el más importante es que Chile votó y eligió a la centroizquierda. Aun con la baja participación registrada, es relevante constatar que la gran mayoría de los electores no se inclinó por Sebastián Piñera. Es cierto, la gente quiere que las cosas cambien, pero a la luz de los resultados los cambios esperados no son los que están proponiendo el ex Presidente y sus partidarios. El país no se cae a pedazos, ni mucho menos, y las grandes mayorías parecen más inclinadas a continuar avanzando en un proceso de reformas profundas que devuelvan el optimismo y profundicen la dignidad de los chilenos y chilenas.
Mención especial merecen las encuestas, que -nuevamente- erraron en sus pronósticos por varios puntos. También, y afortunadamente, fallaron en instalar la idea de que Chile era víctima de una crisis terminal. Y así como los pronósticos electorales no estuvieron ajustados a la realidad, cabe también preguntarse qué tan acertadas son las evaluaciones aplicadas al Gobierno y a la Presidenta Bachelet por estas mismas consultoras.
La elección de segunda vuelta será en apenas 27 días. La centroizquierda tiene por delante la tarea urgente de organizarse a la brevedad y ponerse de pie para salir a la calle, una vez más, a reencantar al país. A partir de ahora comienza una nueva campaña. Mucho más competitiva y con tiempos decididamente limitados.
Quienes queremos un país más justo somos una gran mayoría. Sobre esa base común es que debemos propiciar un diálogo generoso, con amplitud de criterio y visión de largo plazo, de modo que la vasta fuerza electoral que entregó su voto a Sánchez, Goic, Enríquez-Ominami, Artés y Navarro, se movilice también en torno al proyecto de gobierno que encabeza Alejandro Guillier. El 17 de diciembre todos y todas tenemos que votar y decidir lo que queremos para el país. Chile no se merece una democracia debilitada, una política cuestionada e instituciones en permanente entredicho.
En esta oportunidad asistimos al estreno de un nuevo sistema electoral y presenciamos campañas más austeras y menos invasivas. Como resultado, aumentó la diversidad de candidatos, aumentó la presencia de mujeres en el Congreso, hubo varios recambios importantes y bajó el promedio de edad de los elegidos. En resumen, se cumplieron los objetivos. Pero el sistema, por muy eficiente que sea, exige un rol activo de la ciudadanía. Votar no es obligatorio, pero es necesario. Hoy más que nunca.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos