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Luis Hapette: el nonagenario agricultor que cultiva versos y esculturas

PERSONAJE. Con soltura e increíble memoria, este descendiente de francés que estuvo a punto de ir a la Segunda Guerra Mundial hace un recuento de su extensa y fructífera vida.
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María Isabel Triviño

Pepinos, zanahorias y porotos. Esas fueron las hortalizas que Luis Hapette plantó a sólo horas de esta entrevista, dando cuenta de una vitalidad tan envidiable como su prodigiosa memoria, a sus 95 años.

"Ser campesino es el oficio más noble que alguien pudiera tener, aunque sea mal mirado y esas personas anden mal vestidas", sostiene este hombre sencillo y locuaz, nacido el 6 de marzo de 1922 en la localidad de Tegualda, entonces llamada Maule, que pertenecía a la Provincia de Chiloé.

Su padre, el francés Arnoldo Hapette, llegó a Chile en 1910 a los 16 años y a los 20 retornó al país galo para defender a su patria en la Primera Guerra Mundial, junto a otros 13 patriotas osorninos "pero no todos volvieron", consigna.

Infancia

La niñez de Luis no fue fácil, debido a la muerte de su madre cuando él sólo tenía dos años. "Fuimos dos hermanos del primer matrimonio de mi padre, quien después se casó de nuevo y tuvo otros dos hijos más: Martina y Rodrigo".

Fue criado por su abuela Gala Bertín y su tía Eufemia Vergara Bertín, cuyo arisco carácter marcó su forma de ser. "Yo crecí en el campo. Tenía zapatos, pero hasta los 10 años no me los ponía, porque me crié en un mundo que era rústico y vivía rodeado de animales. Era bastante salvaje, pero mi tía Eufemia me quería mucho y nunca me pegó. Era como un hijo para ella", dice emocionado.

Pasó por 11 colegios y no fue a ninguna universidad, pero habla francés e inglés y "me defiendo en alemán y ruso", aclara. Y pasó por muchos oficios: fue carnicero, tuvo un almacén, fue empleado del Banco de Chile, trabajó en el campo que heredó de su bisabuelo materno Hermenegildo Tercero Vergara. Además, crió animales y ahora se dedica a plantar y a cuidar el bosque nativo.

Agrega que es el único de los primos que no ha querido vender su tierra y sigue aferrado para que luego lo hereden los ocho hijos que tuvo con su esposa Olga Fernández. "A ella, más que a mí, le deben la educación mis hijos Jaime, Byron, Robinson, Alejandro, Ivette, Graciela, Patricia y Solange".

POETA

De muy buena salud, Hapette se reconoce gozador de la vida y cuestiona que "uno pueda aburrirse habiendo tanta belleza en el mundo".

Y eso busca, en parte, retratar este poeta, dibujante y escultor en madera, disciplinas en las que busca mezclar conocimientos, sentimientos, emociones, experiencias, pasiones y tentaciones. "Nunca pensé ser artista, pese a que mi madre, Aída Vergara, era pintora y tocaba piano", comenta.

Se reconoce un poeta "por algunos días", que se fue forjando con los años, movido por repentinos momentos de inspiración, tal como Doris Valenzuela, oriunda de Coquimbo, su "primera musa y amor puro de verdad cuando tenía 20 años", confiesa con tono de nostalgia.

"Mi arte y cultura han sido una llave, no le envidio nada a nadie y me siento muy conforme por lo que he llegado a ser en la vida", sentencia.

Y pese a que muchos le piden que escriba un libro con todas estas memorias, dice que por ahora tiene "otras preocupaciones, como un león (puma) que ronda mi campo y mata las ovejas y gansos".

a la GUERRA

Con una memoria asombrosa, recuerda el servicio militar que realizó en el Regimiento Maturana.

Y también se explaya al relatar un capítulo señero de su vida, en un relato digno de ser plasmado en un libro.

Orgulloso, parte por mostrar las medallas que recibió su padre de manos del mariscal Philippe Pétain, tras ser mensajero en la batalla de Verdún, la más larga de la Primera Guerra Mundial, en la cual franceses y alemanes se enfrentaron durante casi 10 meses de 1916, en el noreste de Francia.

Fue precisamente la traumática experiencia vivida en ese campo de batalla, que "lo dejó con secuelas por los gases asfixiantes", la razón por la cual no autorizó al joven Luis, quien entonces tenía 20 años, a viajar a Francia para tomar parte en la Segunda Guerra Mundial, como mecánico de tanques para los aliados.

"Era un hombre muy trabajador, buen jinete, que tenía una gran memoria para contar las historias con tal nivel de detalle que era muy fácil imaginarse el cuadro que él relataba. Yo parece que heredé parte de ese talento, porque incluso podría escribir una novela de estas historias", indica con modestia.

Política

Amante de una búsqueda permanente de desarrollar su intelecto, este ex militante del Partido Comunista se siente "joven de espíritu" y no le gustan los comentarios por la espalda, pues lo suyo es hablar a la cara, aunque reconoce ser muy frontal. "Me dicen que cuide la imagen", dice riendo.

Afirma que "uno va cambiando mucho cada año, ya no somos los mismos. En mi caso, me he ido preocupando de la gente, de cómo reaccionan el pobre y el rico, porque el rico come cuando quiere y el pobre cuando puede".

Adelanta que tiene una misión política que puede contagiar a muchos. "Que Sudamérica sea un solo país, una sola moneda, démosle mar a Bolivia y entreguemos el Huáscar...Las materias primas las tenemos y las vendemos para comprar tanques, aviones", indica al cuestionar los altos gastos en comprar armamentos, para "defender grandes errores, como el patriotismo, nacionalismo, cristianismo y marxismo. Todas doctrinas que ya no tienen cabida en este mundo".

Osorno

Sobre su relación con la ciudad, cuenta que la primera vez que lo trajeron fue en 1931.

Según recuerda, la urbe llegaba hasta el recinto de exposiciones de la Sago "y de ahí eran puras pampas".

"La vida de antes en Osorno se limitaba a unas cuantas personas, familias y tiendas. Con eso conocías casi todo. En calle Ramírez se reunía, en torno al banco, buena parte de la sociedad, la gente de los campos, los árabes, los alemanes y españoles", relata.

Todos los años asiste a la Sago Fisur y ahora no será la excepción. "Me gusta venir a comer algo al local del Rotary", indica.

En esa línea gourmet, confiesa que no es muy carnívoro. Pero suele ir al Club de Artesanos, que tiene poemas suyos en las paredes, para disfrutar de una cazuela de espinazo de cordero con luche, arvejas y papas nuevas y huevo batido.

Reconoce que le gusta la buena mesa y la chicha, pero sólo la que él fabrica en su casa con una máquina rústica que inventó. "Soy una persona muy feliz. Este jueves estuve con un grupo de viejos bailando, porque hay que disfrutar la vida", sentencia.

"Yo crecí en el campo. Tenía zapatos, pero hasta los 10 años no me los ponía, porque me crié en un mundo que era rústico y vivía rodeado de animales. Era bastante salvaje..."."

"Mi arte y cultura han sido una llave, no le envidio nada a nadie y me siento muy conforme por lo que he llegado a ser en la vida"."

20 años tenía este descendiente de francés cuando estuvo a un paso de partir a Francia, para trabajar como mecánico de tanques en plena Segunda Guerra Mundial.

8 hijos tiene Luis Hapette, fruto de su matrimonio con Olga Fernández. Hoy vive en su fundo "La Naranja", herencia de su bisabuelo Hermenegildo Tercero Vergara.

95 años tiene actualmente Luis Hapette, conocido agricultor, poeta, escultor y pintor de la comuna de Purranque, quien se pasea por diversos temas y recuerda el Osorno de antes.