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Hernán Rivera Letelier: desde la Pampa hasta La Habana

"La muerte se desnuda en La Habana", recientemente publicada, es la última entrega de la trilogía policial del autor. El género lo hizo sufrir hasta el final, reconoce, buscando al asesino. Hasta que lo encontró.
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Hernán Rivera Letelier está feliz de haber terminado la trilogía policial que tenía como protagonistas al Tira Gutiérrez y a la hermana Tegualda. En "La muerte se desnuda en La Habana" (Alfaguara) lo deja claro con el epígrafe de Raymond Chandler, que dice: "Estoy cansado del suspenso (…) sea como sea ya me saqué el libro de encima y al diablo con él". En persona, Rivera Letelier cuenta: "Encontré ese epígrafe de Chandler y calzó, pero justo, justo con lo que yo había sufrido con la novela".

Candente, divertida, llena de aromas y sensualidad, la historia narra la persecución al hijo de un empresario antofagastino que se fue a estudiar cine a Cuba, pero del que nadie sabe nada. Cuando el Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda lo buscan en La Habana, se dan cuenta de que la policía local también está tras el joven, acusado de matar a una jinetera.

-¿Le gustó el género policial?

-No, rotundamente no.

-¿Por qué?

-Porque encuentro que hay que amoldarse a un canon que corta las alas a la inspiración y la creatividad. Además no puede quedar ningún eslabón suelto y eso para mí es una lata. A mí me gusta inventar, crear. Pero salieron, ahí están las tres.

-¿Cómo fue salir de la Pampa a La Habana?

-Eso fue lo que más costó. Porque tuve que cambiar de paisaje, de tono, de lenguaje, de atmósfera. Estaba acostumbrado a pintar el desierto, que es todo lo contrario al Caribe. Entonces tuve que cambiar de metáforas y comparaciones y echar mano a la poesía.

-Fue un buen desafío.

-Sí, un tremendo desafío. Creo que esta novela, de las tres, fue la que me costó más. Aunque el sufrimiento de escribir es un sufrimiento-gozoso o un gozo- sufrido, como se quiera ver.

-¿Qué le gusta de Cuba?

-Todo. Empezando por la gente. Es muy alegre, franca y abierta. Hay mucho baile, mucha música. Todo el mundo canta y baila. No tienen nada, pero son re felices. Y bueno, el paisaje y el clima. Parece que el aire fuera en colores y tuviera aromas a café, ron y sexo.

-Bueno, a la hermana Tegualda le hizo muy bien el trópico.

-No, le hizo increíble. Se desmelenó.

-Y algunas de las anécdotas del Tira Gutiérrez, ¿son conocidas para usted?

-Sí. Bueno, se me ocurrió que esta novela transcurriera en La Habana por las aventuras que yo había pasado. Porque a La Habana he ido como ocho veces, entonces he pasado cada aventura… Y se me ocurrió la historia del joven que iba a estudiar cine. Es 50% ficción y 50% realidad. Es lo que hace uno, uno se inspira en la realidad y la tiene que transfigurar. Lo que yo busco es que cuando el lector diga "esto tiene que haber sido verdad", eso lo inventé, y cuando diga "esto es ficción", eso es la verdad.

-¿Qué sintió al terminar la trilogía?

-Un tremendo alivio. El capítulo final lo escribí antes de terminar la novela, fue una catarsis, ya lo quería escribir. Pero no fue así con toda la novela. Mis amigos me preguntaban "y la novela, ¿cómo va?", y les decía que estaba casi lista, pero que me faltaba un pequeño detalle y era que todavía no sabía quién cresta era el asesino. No sabía a quién echarle la culpa. Ya estaba al final de la novela y todavía no se me ocurría, y cuando pasó, tuve que devolverme, descoser y arreglar para que fuera creíble. Costó, pero esas son las novelas que me gustan más. De pronto quedo con gusto a poco. Aquí no, me dio harto trabajo.

-Acá vemos nuevamente que el famoso pan con mantequilla del Tira Gutiérrez es una buena arma.

-Cuando se me ocurrió esa última frase, casi di un salto de contento; porque además de cerrar bien la novela, el elemento de la tostada con mantequilla viene desde la primera novela, desde la primera imagen, entonces como que se cierra el círculo. Me encantó. Era muy fácil caer en lo pornográfico, o salvarse de lo obsceno, entonces había que hacer un equilibrio y creo que lo logré con los versículos bíblicos.

-¿Y esos se los sabía o los tuvo que buscar?

-No, me los sabía. Si la Biblia me la leí cuando niño como cinco veces. Acuérdate que crecí en una familia evangélica donde no había ningún libro excepto la Biblia. Yo aprendí a leer en mi casa a los siete años. La Biblia es un libro de cuentos y de historias increíbles y creo que con los versículos bíblicos resultó.

-¿Tiene algún proyecto en mente ahora que se terminó la trilogía?

-Tengo dos novelas inéditas que estoy puliendo y corrigiendo.

-¿Escribe dos al mismo tiempo?

-Sí. Yo me he visto escribiendo tres novelas a la vez y muchos novelistas lloran porque no pueden escribir una. Sufren: yo gozo. Pero es un gozo especial, con sufrimiento. O sea, si no se sufre, no hay gozo. Siempre ha sido así: antes de dar a luz a una, ya estaba embarazado de la siguiente.

-¿Cuál es su novela favorita?

-Mi novela regalona es "Historia de amor con hombre bailando". Yo creo que es la única novela con la que yo me siento conforme del lenguaje. Creo que es exacto a cómo se tenía que escribir esa novela. Más que leerla, quería que el lector bailara, que sintiera el ritmo. Y creo que lo logré, porque los lectores me han echado flores. Se empezó a hacer un musical con esa novela. Lo está haciendo Bastián Bodenhöfer que la encontró, se la leyó y quedó loco. Se consiguió actores, teatro y plata. Y ya está trabajando para hacer el musical con música en vivo, con la música de esos tiempos: rock y twist. Creo que la van a estrenar en marzo o abril del próximo año. Estoy entusiasmadísimo.

-¿Trabaja en el guión?

-No en el guión, pero conversamos harto y he conversado con los actores. Creo que va a quedar una tremenda obra: hay que ir a verla. Estoy ansioso, porque para mí es mi novela mejor lograda. Siempre he dicho que la historia que vayas a contar te entrega el lenguaje y el tono. Tú no puedes contar la historia de la matanza de Santa María con el tono que tiene "Historia de amor con hombre bailando". En esta novela el lenguaje es preciso.

-Dijo que lo que le molesta y da rabia de la muerte es todo lo que queda por hacer. ¿Siente lo mismo?

-Mientras más viejo, mientras más me acerco, me da más rabia. Te tienes que morir, cuando podría hacer tantas cosas aún. Yo creo que la vejez se hace patente cuando tus recuerdos pesan más que tus proyectos, si no tienes proyectos, eres un viejo de mierda. Pero si tienes ganas y proyectos por hacer, te entra una rabia infinita. No me quiero morir, no por miedo a la muerte si no por la rabia de que puedo hacer muchas cosas más… Pero bueno, hay que morirse ¿o no?

-Sí.

-Pero todavía no.

hernán rivera letelier completó una trilogía policial con "la muerte se desnuda en la habana".


Desaparecido

La hermana Tegualda la hizo pasar. Acomodó una silla frente al escritorio de su jefe y le ofreció asiento. La mujer, en actitud desafiante, se quedó esperando a que el Tira se dignara a bajar los pies de la cubierta. El Tira, indolente hasta lo maleducado -las canciones de Cuco Sánchez le anestesiaban el ánimo-, junto con bajar los pies puso pausa al video de YouTube. Solo entonces la colorina, tras pasar un dedo por la silla, tomó asiento y acomodó las carpetas en el escritorio. Luego, extrajo de su cartera una tarjeta de presentación y se la entregó al Tira. Sus brazos eran tan largos como sus piernas. Se presentó como Juliana Santander Segovia, abogada, y venía a encomendarle un trabajo en nombre de su jefe, un personaje muy importante de la ciudad.

-Y muy influyente -acotó, tratando de impresionar al papanatas que tenía delante.

El Tira Gutiérrez se la quedó mirando.

-¿Su nombre?

-Ya le dije: Juliana Santander Segovia. Acabo de pasarle mi tarjeta.

-No -dijo el Tira Gutiérrez-, me refiero al nombre del «personaje influyente». De aceptar el caso tengo que saber quién me contrata. O sea, para quién trabajo. O sea, de dónde viene el dinero con que van a pagar mis honorarios. O sea.

-Bueno, esperamos reserva absoluta -dijo la abogada-. ¿La señorita es de confianza?

-Es mi asistente -dijo serio el Tira.

-Mi jefe es don Julio Armando Parson y, como ustedes deben saber, es el dueño de casi medio Antofagasta y de algunas importantes empresas mineras.

La mujer terminó de hablar y se quedó mirando fijo al Tira para ver su reacción.

El Tira Gutiérrez a su vez se la quedó viendo con curiosidad. La mujer era de una belleza... delgada, pensó divertido. Cara delgada, nariz delgada, labios delgadísimos y todo eso en un cuerpo alto, anguloso y delgado, como de arquitectura gótica. Hasta sus pecas semejaban salpicaduras de una fina llovizna. Lo único redondo en su estructura eran sus ojos, unos ojos tornasolados que en la línea catedralística de su cuerpo vendrían a ser los vitrales.

Luego de su reconocimiento, el Tira tomó su libreta de apuntes, se sopló el mechón blanco y masculló que a él le parecía que en la ciudad había personajes más influyentes y con la billetera más gorda que la de su jefe. La hermana Tegualda, ya con su libreta en ristre, parada junto a él, le dio una mirada de reprobación.

-Bueno, vamos al grano -dijo el Tira cuando la abogada se aprestaba a contestarle.

-Cuéntenos, señora -quiso suavizar las cosas con su tono dulce la hermana- de qué se trata el asunto.

La mujer, antes de comenzar a hablar, se echó hacia atrás en la silla, cruzó las piernas y, en un gesto severo, no exento de sensualidad, acomodó el incendio de su cabellera siempre hacia el lado derecho de su cara. En el movi miento, la hermana alcanzó a ver que le faltaba la oreja de ese lado, por eso ella le había visto relumbrar un solo arete.

La abogada dijo que, de aceptar el caso, de berían viajar a La Habana a buscar a una persona. Se trataba del hijo de su jefe, Theodoro Parson, un joven de veinte años que había ido a Cuba a estudiar cine en la escuela de San Antonio de los Baños y que, a tres semanas de su partida, de pronto no se supo más de él. No contestaba teléfono, WhatsApps, ni correo. Era como si se hubiese desvanecido en el éter..

Hernán Rivera Letelier

Editorial Alfaguara 177 páginas

$12.000


"La muerte se desnuda en La Habana"

Por Magdalena García C.

"La Biblia me la

leí cuando niño como cinco veces. Crecí en una familia evangélica donde no había ningún libro excepto la Biblia. Yo aprendí a leer en mi casa a los siete años".

Alfonso Gonzalez Ramirez

Adelanto del libro "La muerte se desnuda en La Habana" (Alfaguara), de Hernán Rivera Letelier. Páginas 19 a la 22.

"A tres semanas de

su partida, de pronto no se supo más de él. No contestaba teléfono, WhatsApps,

ni correo".