En tiempos de elecciones, lamentablemente, reaparecen conceptos que la sociedad en general quisiese ver desterrados y que nos recuerdan los capítulos de nuestra historia más polarizados y extremos. Es en esta época donde los ciudadanos más acalorados olvidan el respeto, la tolerancia y el legítimo derecho de las personas a tener puntos de vista distintos.
Estamos ciertos que la mayoría de la población aspira a vivir en un ambiente de respeto por la diversidad de opiniones y no que debamos convivir con el insulto y con la incapacidad de tolerar, comprender y aceptar.
A menos de dos meses de las elecciones presidencial, parlamentarias y de consejeros regionales es necesario insistir en el llamado a respetar y aceptar las diferencias ideológicas, políticas y las opciones personales.
Debemos luchar, la ciudadanía en su conjunto, en recuperar la educación cívica, teniendo como base el respeto y la tolerancia.
Una elección, sea cual sea su importancia y naturaleza, es un espacio para que el ciudadano pueda expresarse libremente y elegir lo se crea más conveniente en lo individual como en lo grupal. Una elección no puede ser motivo de división, muy por el contrario. Debe ser una instancia de participación y una fiesta democrática, y de eso debemos sentirnos como país afortunados. Es cosa de ver lo que sucede en la actualidad en otros países donde la ciudadanía se encuentra sometida a dictaduras que cercenan la libertad y los derechos de las personas.
Es en esta época donde los chilenos debemos defender los conceptos que planteamos y que son el pilar para promover el desarrollo y la educación de las personas.
La descalificación, el acaloramiento, el insulto, las faltas de respeto, el tratar de convencer con argumentos y prácticas matonescas deben desterrarse con urgencia.
Valoremos esta posibilidad que brinda la democracia.