Mucho dicen de las ciudades sus principales calles comerciales. Están las que apuestan por paseos peatonales, las que no colocan restricciones al tránsito vehicular, las que intentan mezclar ese foco de los servicios con una apuesta gastronómica, etc. Pero más por el propio comportamiento humano que por decisiones de la autoridad, los locales comerciales se van concentrando en determinadas arterias, lo que va atrayendo sostenidamente un flujo mayor de personas, y también viceversa, pues de poco servirá una engalanada vitrina en una zona donde escaseen los transeúntes. El ejemplo de los modernos mall, como estructuras que se convierten en irresistibles polos comerciales, refleja certeramente esa simbiosis de comercio y peatones devenidos en febriles consumidores.

Aunque en la tradición de las calles comerciales haya mucho de generación espontánea y poco de planificación, la autoridad puede efectivamente influir en el direccionamiento, si es que quiere incentivar o desincentivar la consolidación y aparición de nuevas tiendas en determinados perímetros. Esto es lo que aparentemente ha faltado, a nivel local, en Ramírez, la arteria que concentra buena parte de los locales comerciales y que en su lado poniente remata en un mall que contiene importantes tiendas ancla.

Tal como se reseñó en un reportaje de este diario publicado en su edición dominical, la acción de los privados y la ausencia de una política pública ha derivado en que Ramírez tenga dos caras diametralmente opuestas: una próspera y muy activa, que va desde la plaza de Armas hasta la plazuela Yungay; y otra mal iluminada y desordenada, en la que incluso los locatarios aseguran sufrir por la percepción de inseguridad ciudadana. Cualquier visitante que llegue a Osorno puede quedar impresionado que en tan pocas cuadras se produzca tamaña diferencia, que la verdad, poco bien le hace a una ciudad que está intentando posicionarse en el turismo.

La calle Ramírez necesita la atención municipal para evitar esas luces y sombras. Herramientas de planificación hay, sólo se necesita la decisión y la convicción del bien común.

El bochornoso espectáculo montado el domingo último en la Catedral Evangélica merece el más amplio rechazo en atención a la diversidad de ofensas allí proferidas. Como nunca, atestiguamos un evento en que los límites de lo aceptable fueron sobrepasados de forma tal que una ceremonia de acción de gracias termino convertida en una ceremonia de agravios.

En primer lugar, atestiguamos la ofensa hacia la Presidenta de la República, tanto a su persona como a la investidura del cargo. Michelle Bachelet es una mujer cordial, tolerante y generosa, incluso con sus adversarios. No ofende, es prudente y cuidadosa con sus dichos.

En segundo lugar, es una ofensa a Chile. Entendemos el Tedeum como una ceremonia de acción de gracias y esperamos, entonces, que sea un acto republicano que convoque a todo el pueblo chileno, sin distinciones. Existen otros espacios, más adecuados y pertinentes, para que las autoridades evangélicas expresen su crítica respecto de las decisiones del Gobierno. Espacios que, ciertamente, nunca les han sido negados. En tercer lugar, es una ofensa al mundo evangélico, diverso y tolerante, que aprecia y predica el mensaje cristiano de hermandad, de amor al prójimo y de respeto a todas las ideas.

También es una ofensa a los esfuerzos que hemos hecho en democracia para ayudar al pueblo de pensamiento evangélico a través de expresiones materiales y legales. Pero sobre todo, es una ofensa a la memoria de Chile. Recuerdo que en ese mismo lugar se recibía con pompa al general Pinochet. No hay recuerdo de que se le haya llamado "asesino" cuando bajo su mandato los chilenos desaparecían y morían en manos de los organismos de seguridad de la dictadura que él encabezaba.

Por cierto, también es una ofensa a aquellos miles de pastores que en sus parroquias y misiones evangélicas llevaban consuelo y aliento a las personas que habían perdido a sus seres queridos a manos de las fuerzas represivas la dictadura de Pinochet. Por último, convertir esta liturgia en una acción de campaña es también una ofensa a la convivencia democrática.

Quisiera ver en las próximas horas expresiones de disculpas de pastores hacia su propia grey y, claro está, a todo el pueblo chile por lo allí ocurrido.

Rabindranath Quinteros Lara, senador por Los Lagos