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Emprendedoras osorninas entregan la receta para sacar adelante a sus grupos familiares

NEGOCIOS. Mujeres que se atrevieron a incursionar en distintos rubros, cuentan cómo han podido surgir con microcréditos entregados por fundaciones sin fines de lucro, como Fondo Esperanza y Banigualdad.
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María Isabel Triviño

Esfuerzo, empuje y perseverancia son algunos de los atributos que permiten a los emprendedores salir adelante. Alcanzar ese objetivo no siempre es fácil, pues muchos no cuentan con recursos económicos, poseen bajo nivel de escolaridad y, muchas veces, no pueden acceder a la banca porque están en Dicom.

Sin embargo, operan en esta ciudad fundaciones sin fines de lucro, a las cuales pueden recurrir para dar un mejor presente a sus familias.

Historias de feria

Tal es el caso de Olivia Martínez quien, literalmente, ha pasado casi la mitad de su vida trabajando en ferias.

"No soy de las personas que tiene un negocio establecido", confesó al contar que ha pasado 30 de sus 64 años trabajando en "ferias rotativas", viajando al norte a comprar frutas y verduras, para luego comercializarlas en Osorno u ciudades como Puerto Montt.

En su afán de salir adelante, también ha incursionado en la elaboración de productos; básicamente mermeladas que prepara con frutas de la estación o conservas como el apetecido membrillo con murta.

"Partí con Fondo Esperanza hace 15 años, cuando la fundación llegó a Osorno. Desde entonces he obtenido pequeños créditos que me han permitido surgir, tener un auto, casa propia y, en su momento, mantener a mis cinco hijos. No fue fácil, porque quedé viuda, pero todos terminaron cuarto medio", expresó orgullosa.

Agregó que el monto de los microcréditos va subiendo cada seis meses, en la medida que el emprendedor vaya pasando etapas al pagar sus compromisos, por lo que subrayó que "es fundamental la responsabilidad de la persona".

Sobre sus proyecciones, prefiere ser cautelosa, pues "el negocio no está muy bueno, porque la gente no tiene mucho dinero. Entonces, hay que tomarlo con calma", detalló la experimentada feriante.

Dulces

Katherine Jaramillo es una emprendedora del sector Quinto Centenario que con gran sacrificio elabora los productos que luego reparte a domicilio.

"Vivo con mi papá que está jubilado, además de mis tres hijos de 12, 9 y 7 y mi pareja que es camionero. Partí con cosas dulces, como tortas, kuchenes y pasteles. Ahora, todos los días me levanto a las cuatro de la mañana, ya que a las ocho vienen desde dos locales a buscar 20 kilos de pan amasado", explicó.

Siempre quiso tener una pastelería, pero recién al inscribirse en la fundación Banigualdad recibió microcréditos para comprar un horno, batidora industrial, moldes e ingredientes, precisó.

"Ahora (en septiembre) vienen los alfajores y estoy haciendo hojarascas. Para el Día de la Mamá o Papá se venden muchas tortas, y en diciembre piden pan de Pascua", precisó.

Respecto de la administración del negocio, dijo que estudió Contabilidad en el liceo y, luego, ha participado en charlas que les dicta la fundación.

Las mañanas repartiendo pan y pasteles terminarán, ya que prontamente instalará una pastelería en la casa en el camino a La Misión que recibirá en diciembre.

Kimche

Experiencia también le sobra a Graciela Quentre, quien lleva 13 años como curandera. "Soy una kimche: una persona que tiene conocimientos de medicina", afirmó la mujer de 63 años, que tiene un puesto en la Feria de Rahue Alto.

Madre soltera de dos hijos, hoy adultos, trabajó como asesora del hogar mientras ellos estudiaban. Ahora, sin la presión de mantenerlos, se dedicó a su vocación.

Y tiene claro cuál es la receta para surgir. "En primer lugar, tengo que hacer bien mi trabajo, para poder tener personas que vengan en búsqueda de mis conocimientos", dijo.

Pero acotó que también se necesita tener recursos y fue en esa búsqueda que encontró a Fondo Esperanza.

"Primero trabajé con BancoEstado, pero tuve problemas para pagar un crédito y pasé a Dicom. Estuve harto tiempo batallando sola hasta que encontré la fundación, que no ponía problemas por ese tema", relató Graciela.

Y es que con estos recursos ha podido comprar hierbas medicinales a diversos recolectores, generando trabajo para estas personas.

Añadió que entre sus desafíos figura hacer un curso de computación, ya que eso le permitiría comercializar sus productos con clientes de otras ciudades, o postular a fondos públicos, por ejemplo de Sercotec. "Me quedé en el pasado. Pero nunca es tarde para aprender", remarcó.