La importancia del tiempo que pasamos con nuestros niños
La cercanía de la celebración día del niño nos invita a compartir tres claves que explican la importancia que tienen las relaciones de padres y cuidadores con sus niños para su proceso formativo.
La primera. Si bien el cerebro viene desarrollándose desde el embarazo, se ha comprobado que una parte importante del desarrollo cerebral depende de la calidad de las relaciones y experiencias que los bebés, niños y jóvenes tienen con sus cuidadores principales. Se sabe también que es un órgano dúctil y que sus diferentes partes maduran en momentos distintos; es decir, que puede moldearse a través de la experiencia durante toda la vida. Pero son los primeros años y la adolescencia momentos de gran fertilidad para esta maduración.
Dado que el cerebro se va moldeando a partir de la experiencia, es clave el rol que juegan los padres y cuidadores para que sus niños puedan procesar esas experiencias. La manera en la que los adultos les ayudan a interpretarlas incidirá en la forma en que se va integrando el cerebro del niño y esta integración es una de las principales tareas del desarrollo. Esto se traduce en que la parte más racional del cerebro es capaz de trabajar con la parte más emocional y, además, capaz de reflexionar sobre aquellas conductas y acciones más instintivas y viscerales.
La segunda. Disfrutar del cuidado cotidiano de los niños para aumentar sus experiencias de gozo y ayudar a su desarrollo. Existen formas de disfrute con ellos que son sencillas de lograr, como puede ser conversar sobre las cosas que han vivido juntos como adulto-niño y sobre su proceso de crecimiento, es decir, contarles su historia. También es importante aceptar y comunicarles que como adultos nos podemos equivocar, pero que también podemos reparar nuestros errores, además de acompañarlos y motivarlos a hacer las cosas cotidianas de su vida porque son saludables para ellos.
La tercera. Creer que somos capaces de formar niños felices y auténticos. Si bien se trata de una tarea que a veces parece un acertijo inabordable para muchos cuidadores, se trata de ayudarlos a identificar y mostrarles sus potencialidades, capacidades y desafíos, y acompañarlos a transitar por la vida con ellos. Si reconocemos y aceptamos sus afectos y características, podremos ayudarlos a expresarlos de una manera que los enriquezca.
De esta forma, en la medida en que los adultos logren compartir tiempos de calidad con sus niños y disfrutar de esos momentos, estarán ayudando a que confíen en su mundo cercano, se valoren a sí mismos y sean capaces de desenvolverse en diferentes entornos y situaciones.
Catalina Sieverson