El último sastre en Río Bueno cuentas las historias detrás de planchas y máquinas de coser
CONSTANCIA. Gastón Jara comenzó a los 13 años como aprendiz, ya que debía cooperar en el hogar donde era el mayor de 11 hermanos. Además de su oficio, es reconocido por su compromiso en la comunidad como dirigente y bombero.
Dirigente deportivo, bombero, tesorero de centros de padres y apoderados, además es el único sastre que sigue ejerciendo en esta ciudad. Se trata de Gastón Jara, personaje querido por la comunidad y en especial del sector 18 de Septiembre, cercano a la escuela Río Bueno.
A los 13 años inicia su actividad como aprendiz de sastrería en el local de Augusto Essman, que estaba en la esquina de calle Comercio con Patricio Lynch. En aquella época recibía un salario de $500 diarios por un trabajo que se iniciaba a las 8 de la mañana y concluía a las 19 horas, con una pausa para el almuerzo entre 12 y 13.30.
El oficio
Trabajó allí cinco años, ya que en ese entonces por la avanzada edad el propietario decidió cerrar la Sastrería Essman, de donde este aprendiz salió con el conocimiento para hacer chalecos, que era una prenda en los trajes de caballeros de la época. Con nuevos horizontes continúa en el rubro junto al sastre Juan Leal, durante 25 años, e inicia su trabajo como independiente.
Contrae matrimonio con la educadora Dina Prieto y son padres de dos profesionales que laboran hoy fuera de esta ciudad, "lo que es un orgullo para nosotros, y que justifica el esfuerzo que a diario con mi esposa hicimos para ofrecerles mejores alternativas de realización personal y profesional", detalló Gastón Jara.
Indica que es el último sastre que existe en la ciudad, comenzó en la misma época con Andrés Lignay, quien hace poco abandonó la actividad.
"Nuestras máquinas eran a pedal, las famosas Singer, y las planchas que se calentaban a carbón, que en más de una ocasión nos hicieron pasar un mal rato, las cambiamos por eléctricas. Tengo clientes por años y aunque parezca difícil de creer, el promedio de ternos o trajes completos para hombres en el mes es de 5, y el costo bordea los 100 mil pesos, sin incluir el casimir. Pero es complicado competir con las confecciones que se hacen en serie y a precios mucho más bajos, claro que el material es de menor calidad", sostiene.
No es fácil la actividad, demanda un tiempo que va desde las 8 de la mañana hasta las 23 horas. Los detalles son muchos y hoy ha bajado la calidad de los materiales, sostiene. "La prueba está en que antes los bolsillos de los pantalones duraban toda la vida de la prenda, hoy ya no es así", aclara.
No sabe hasta cuándo podrá continuar, "porque uno se cansa y hoy, curiosamente, la encuentro una actividad grata y que conste yo entré porque somos once hermanos y una de las formas de ayudar a mi padre -que era albañil-, era trabajar porque soy el mayor de los hijos", explica.
Trabajo comunitario
"Lo bueno es que este trabajo me ha permitido desarrollar otras funciones como integrante de la comunidad. Fui bombero durante 33 años, incluso director de la Cuarta Compañía durante unos 15 años. Integré las directivas de los centros generales de padres y apoderados en el cargo de tesorero, incluido en su momento el centro de padres del Colegio Santa Cruz, además de la Asociación de Fútbol", detalló.
En los barrios, participa en la Junta de Vecinos 18 de Septiembre de la cual es su presidente. "Tenemos sede propia, nos costó, pero finalmente conseguimos los recursos que nos permiten contar con un lugar físico donde nos reunimos". Cuando conversaba con El Austral, le avisaron del fallecimiento de un socio y que era necesaria la sede para el velatorio.
"Tenemos un compromiso con la comunidad y lo mantenemos. Junto a voluntarios que antes fuimos de la Cuarta Compañía Arturo Prat, queremos formar la Sexta Compañía de Bomberos que estará en el sector norte, cerca de la salida a Piruco. Esperamos concretar esta idea", se ilusiona.
No ha sido fácil la vida para el último sastre de Río Bueno, pero ha tenido como soporte a su lado a la educadora ya retirada, Dina Prieto, su esposa por más de 40 años, que siempre le ha acompañado en sus actividades y le ha respaldado en sus inquietudes de aporte a la comunidad a través de su labor en el deporte, en bomberos y en la junta de vecinos.
"Nuestras máquinas eran a pedal, las famosas Singer, y las planchas que se calentaban a carbón (...) las cambiamos por eléctricas". "Somos once hermanos y una de las formas de ayudar a mi padre -que era albañil-, era trabajar porque soy el mayor de los hijos"."