Felipe Guerrero
Cuando la pequeña osornina Magdalena Rojas Etcheverry vino al mundo, el 24 de mayo de 2016, su bajo peso y el haber nacido por parto inducido no vaticinaban que su salud se complicaría con el paso de los días.
Según relatan sus padres a quienes El Austral visitó en su casa, en el sector de Ovejería Alto, como a los 20 días de vida ella comenzó a presentar ictericia (coloración amarillenta de la piel) y la esclerótica de sus ojos se le empezó a oscurecer.
Ante tales signos la llevaron de inmediato al pediatra que les ordenó practicarle una ecografía urgente, así como exámenes de sangre, los que salieron alterados. Sus niveles de bilirrubina no eran normales.
Fue ahí cuando a Magdalena le diagnosticaron atresia biliar, una enfermedad hepática progresiva y poco común que, en términos simples, hace que se obstruyan los conductos biliares del hígado alterando la vital función de este órgano, la cual es sólo corregible mediante una intervención quirúrgica.
Primera cirugía
Fue así que con sólo semanas de vida, el 1 de agosto del año pasado, esta niña fue sometida en el Hospital Base San José a la denominada operación de Kasai, consistente en una intervención correctiva para que la bilis pueda drenar correctamente.
Sin embargo, la mayoría de los niños que padecen esta enfermedad -que se manifiesta en los primeros días de vida y cuyo origen es materia de discusión- necesariamente deben ser sometidos después a un trasplante de hígado, por lo tanto esta operación inicial busca que el menor no sea trasplantado a tan corta edad con el riesgo que ello implica.
Pero lamentablemente ello no ocurrió en este caso, tal como lo explica Katherine Etcheverry, la madre de Magdalena: "El doctor apenas salió de la cirugía correctiva nos dijo que no había sido exitosa, que se le puso una gasa dentro de los conductos y no pasó la bilis", recuerda.
Trasplante
Tras el desalentador diagnóstico vinieron los controles para examinar los niveles de bilirrubina de la lactante, y en el primer control de gastroenterología post cirugía -en septiembre del 2016- los médicos le informaron a estos padres primerizos lo que nadie desea oír: su hija debía ser trasplantada para poder seguir viviendo.
Lo que vino fue una travesía: desde el Hospital Base la derivaron al Hospital Luis Calvo Mackenna, en Santiago, donde ingresó a la lista de espera nacional para recibir un hígado, lo que no garantizaba que fuera pronto.
El tiempo jugaba en contra, pero apareció una esperanzadora noticia, ya que el padre de Magdalena, Brian Rojas, había pasado todos los exámenes de compatibilidad: él sería el donante que su pequeña necesitaba.
Acto de amor
Como la madre no podía ser donante porque "podía haber sensibilizado la atresia biliar", Brian no lo dudó ni un segundo. Fue así como el 24 de enero de este año se llevó a cabo con éxito la compleja intervención -cubierta por Fonasa- en el hospital capitalino.
Resulta que la sección del hígado trasplantado crecerá junto con la niña, se regenerará al igual que el órgano del padre, quien podrá llevar una vida normal. Magdalena, en tanto, ha vuelto a pabellón para que cierre bien la cicatriz y deberá seguir un estricto tratamiento que incluye tomar medicamentos de por vida, ella lucha por salir adelante.
"Fue un alivio saber que yo podía ser el donante... Creo que cualquier padre haría lo mismo por su hijo", dice Brian.
Su pareja, por su parte, expresa entre lágrimas que "es el acto de amor más profundo que pudo hacer su padre con su hija, no hay palabras para describirlo, es amor, amamos a nuestra hija con nuestra vida", remarca.
Finalmente, Claudio, abuelo materno de Magdalena, agrega que "Brian es un muchacho muy bueno, es un gesto de amor tremendo".
"Es el acto de amor más profundo que pudo hacer su padre con su hija, no hay palabras para describirlo, es amor, amamos a nuestra hija con nuestra vida"
Katherine Etcheverry, Madre de Magdalena."