Nuestro país atraviesa un momento de inflexión para el futuro de la ganadería. La baja masa ganadera que no supera, según cifras oficiales, los 2,7 millones de cabezas, ha generado impacto sobre la producción a nivel industrial y especialmente en la economía de las regiones del sur. Si bien se observa un interés de ganaderos por volver a la producción de carne, los esfuerzos que se realizan a partir de 2016 recién podrán tener impacto en dos años más.
Así, hay que tener expectativas mesuradas de crecimiento para 2017 y 2018, pues este negocio depende de la fisiología animal. Esto también impacta las exportaciones de carne, donde esperamos con interés la nueva resolución del SAG sobre control y aplicación de anabólicos. La cadena productiva depende de que el negocio cárnico prospere y mantenga los niveles de comercio.
Mientras el entusiasmo vuelve al rubro, de pronto se produce, sólo en la Región, un episodio que irrumpe la fragilidad del entorno. Un nuevo enfoque sanitario generó una alerta sin repercusiones económicas ni impacto sobre las confianzas entre productores y plantas. Una semana en que los sarcosporidios, un agente presente en la mayoría de los bovinos del mundo, desconocido por los productores -porque no hay registros de que cause enfermedad grave en el ganado ni impacto en la salud humana-, se transformó en el centro del quehacer de equipos de trabajo a nivel de industria. Afortunadamente, tras una semana, todo ha vuelto a la normalidad. Sin embargo, este suceso puntual nos llama a reflexionar. Chile es un país reconocido a nivel mundial por su excelente condición zoosanitaria. Ello se basa en la escasa cantidad de enfermedades que afectan a nuestros animales. Por lo anterior, deberíamos estar contentos de la condición que nuestros animales bovinos son sanos.
La Corporación de la Carne agradece la reacción de la autoridad para llegar a un estado de normalización de la situación. Siempre estaremos de acuerdo con aquellas medidas que nos permitan mejorar nuestra calidad sanitaria u organoléptica de nuestra carne. Sin embargo, también debemos hacer presente nuestra preocupación frente a la responsabilidad que tenemos todos, incluidos los equipos de inspección sanitaria, en propender hacia el no desperdicio de productos que son aptos para el consumo humano.
No dejemos que los sarcosporidios nos impidan ver los puntos realmente centrales que afectan la competitividad de la cadena de producción y comercialización de carne bovina, y revisemos las normas sanitarias que son perfectibles.
Harry Jürgensen Caesar, presidente de la Corporación de la Carne