Respondiendo a una tendencia que se da también a nivel nacional, el análisis a los resultados del último Índice de Matrícula de Educación Superior 2017, que prepara anualmente el Consejo Nacional de Educación, refleja que las carreras de pregrado que han experimentado una mayor alza de estudiantes en las instituciones emplazadas en Osorno corresponden a aquellas ligadas a las áreas de la salud y la tecnología. Mientras la matrícula de la primera en la última década creció 334%, la segunda lo hizo en un 332%; una clara muestra de los intereses de los jóvenes que ingresan a la educación superior y que optan por carreras de ese tipo en virtud de la promesa de empleabilidad y del nivel de salarios una vez que se incorporan a la actividad laboral.
Con todo, para el caso de Osorno, estas cifras no son lo único importante, pues en la vereda del frente, es decir, aquellas áreas que en los últimos diez años han presentado un declive en las matrículas, se encuentra precisamente aquella que, considerando la vocación productiva de la provincia, debería concentrar la mayor de las atenciones tanto de las instituciones de educación superior como de los propios jóvenes: las vinculadas al mundo agrícola. Algo ha ocurrido en la zona, y está ocurriendo, que frena el crecimiento de la matrícula que genere los cuadros profesionales y técnicos que necesita una actividad que hace rato viene demandando mayor innovación y gestión para superar los problemas derivados de sus propias condicionantes, como el clima, la geografía, los mercados externos, la relación con la industria y la asociatividad, por nombrar algunos.
Por cierto que las responsabilidades no recaen sólo en los jóvenes al momento de matricularse (en realidad, son los menos responsables). Así como las universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica con presencia en la zona debieran incluir permanentemente la cuestión agrícola, comenzando por la investigación aplicada, también las empresas del rubro tienen que mostrarse como generadoras de empleos de calidad. Además de la potencia productiva que es, el agro también debería ser campo fértil para la investigación e innovación en las instituciones de educación superior locales.