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El viaje lisérgico de Baradit por la historia de Chile

En "La guerra interior", el primer libro de cuentos del escritor Jorge Baradit, el relato nacional se deforma hasta ser consumido totalmente por la ficción y se convierte en el punto de partida de una colección de pesadillas. El libro también plasma el arco biológico de 12 años de narrativa.
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jorge baradit dice que cuando vendía menos lo invitaban más a universidades y simposios.

Cuando el escritor Jorge Baradit (Valparaíso, 1969) habla de "La guerra interior", su primer libro de cuentos que acaba de publicar Plaza & Janés, repite una idea como un mantra: "Es como darle un LSD a Sergio Villalobos y ponerlo a escribir". La frase parece un tagline, pero apunta a una fibra común, a una obsesión que cruza su obra: la exploración de la identidad y la memoria en la historia de Chile desde la ficción, la no ficción, las intervenciones radiales o la novela gráfica.

Si en "Historia secreta de Chile" I y II (Sudamericana) iluminaba hechos que podrían moldear de forma distinta esa identidad, en "La guerra interior" usa la historia chilena como el punto de partida de una colección de pesadillas. Ahí, los hechos se deforman hasta plantear una línea de tiempo paralela, extraña, oscura.

Un Santiago que comienza a desaparecer, desde el Club Hípico hasta el río Mapocho; los selk'nams como la razón de la existencia de sistemas de galaxias; el Presidente de la República Socialista de Chile, Marmaduke Grove, anuncia un plebiscito que decidirá la anexión a la Federación Argentina; el 9 de septiembre de 1973, Manuel Contreras Valdebenito tiene un sueño que cambia el destino del país; el canciller Alejandro Foxley anuncia, entre lágrimas, que Chile será eliminado del mapa por la ONU. Todas esas alucinaciones son parte de "La guerra interior", que contiene 22 cuentos y abarca un arco biológico de casi 12 años de narrativa.

-¿Cómo crees que cambió tu escritura en ese periodo?

-En el género es relevante no solo la escritura, sino además las ideas y conceptos detrás. Hoy no me interesan las mismas cosas, hay búsquedas narrativas que abandoné, otras que son gérmenes de cuestiones que aún no abordo con propiedad.

-Entonces, más allá de los cambios, ¿qué ideas se han mantenido en este periodo?

-El interés por las formas que toma la memoria, la deformidad del recuerdo y la historiografía; los espejos torcidos por los que pasa un relato social, ese proceso en que se destilan los eventos y se sintetiza un mito, la manera en que la historia comienza a parecerse a las pesadillas, monstruos y catástrofes que viven en nuestro inconsciente colectivo. El relato histórico como un reflejo de la guerra interior, más real que la exterior.

-Muchos de estos relatos parecen ideas, conceptos o gérmenes de algo mayor. Con "La guerra interior", ¿podemos asomarnos un poco a la cocina de tu literatura?

-Eso es. Parte de mi método es ensayar en cuentos, relatos o expresiones de una poética, esas ideas que me persiguen y convertirlas en relatos que después entran a formar parte del ejército que es una novela. Son las primeras armas de esas mutaciones o vestigios que destila mi mente. Tengo que ponerlos en algún lado. Por eso, entender "La guerra interior" como un bestiario no anda lejos de la realidad.

-¿Por qué no habías sentido antes la necesidad de publicar un volumen de cuentos? ¿Te sientes más cómodo en la novela?

-No se me había ocurrido y cuando lo hice y lo propuse a otra editorial, choqué con ese dogma libresco: "Los libros de cuentos no venden", de modo que estuve coqueteando con editoriales más pequeñas un rato hasta que mi editor en Penguin Random House, Gonzalo Eltesch, me dijo "hey, trae eso para acá, ¿por qué no me habías contado?". Y acá estamos.

-¿Cómo surgen tus cuentos? ¿De qué ovillo tiras para tejer una historia?

-Trabajo con un pie en el inconsciente. Él vincula ideas de maneras inusuales y gatilla otras que se ensamblan a través de algún vínculo lateral, oblicuo. Son figuras o expresiones de una poética pop, surrealista, tecnológica, guerrillera. Son formas que empiezan a relacionarse entre sí a través de un trabajo que bascula entre la consciencia y la inconsciencia. Luego viene el gran yo que toma todo esto con respeto y articula un relato de coherencia, a veces mínima, para construir una forma de viaje. Eso me interesa, el viaje por la página.

-América Latina recorre "La guerra interior" como un ente vivo y convulso. Literariamente, ¿qué etapas de su historia te parecen más interesantes?

-En general, podemos reconocer la conquista, la colonia, la independencia, alguna guerra, dos golpes de Estado y un gran letargo republicano. Me interesa la manera en que estos hechos son, en realidad, uno solo y estamos varados en el tiempo, aún conquistando un territorio que se defiende desde su insomnio, peleando una gran revolución con guerrilleros emplumados desde los sueños. Un continente en coma soñando una pesadilla donde se mezclan los computadores, sus indígenas tomando ayahuasca, los socialismos reales fallidos, los experimentos neoliberales salvajes mordiendo como escorpiones del Amazonas, todo conectado vía satélite con el corazón de la Tierra. La historia de América como un evento circular del que no puede escapar, al que solo se le acumulan elementos: ojivas, redes de fibra óptica y realidad ampliada, para chocar con la misma roca siempre.

-La religión también está muy presente en los cuentos. ¿Es un tema que te sigue obsesionando?

-Mis primeras pesadillas fueron religiosas. Me interesa como una vía de interpretación de los fenómenos inconscientes, una gran fuente de interfaces estéticas de la búsqueda de sanidad y la salvación. A veces es un gran mapa para explorar el inconsciente, hasta que se les ocurre masacrar a los infieles e intervenir en la vida social más allá del marco individual. Más que la religión, las instituciones religiosas han sido el gran cáncer en el costado de la humanidad. La República debe ser laica, inclusiva y considerar la religión como un fenómeno que no debe afectar la convivencia ni las libertades civiles.

-Los cuentos "Sant AG", "Plebiscito" o "El día S" se asemejan a cables enviados por una agencia de noticias. ¿Qué te parece atractivo del lenguaje periodístico para escribir ficción?

-Me interesa como un metalenguaje que connota. Arrastra una cantidad de sentidos muy interesantes. La gente casi ve el diario o el comunicado televisivo cuando lee en esta cadencia. Aparece esa solemnidad chata del periodista de despacho estándar. El lenguaje oficial es parodia de sí mismo, masticando la ciencia, la ley, la poesía y el arte hasta convertirlo en un chicle usado que pegan en la frente de gente que escucha esta cantinela sin entender ni retener nada realmente. Son mantras de la vida moderna, ruido blanco maravilloso para quien gusta del escombro, como yo.

-En el libro hay un puñado de relatos que fueron parte de "CHIL3, relación del Reyno" (2010, Ediciones B), libro del que fuiste compilador junto a Álvaro Bisama, Francisco Ortega y Mike Wilson. ¿Cómo crees que se relacionan ambos libros?

-No lo sabía entonces, pero en "CHIL3" había mucho más de mi tono de lo que yo pensaba. Es como darle un LSD a Sergio Villalobos y ponerlo a escribir. Es la historia de mi territorio con todos sus niveles -religioso, histórico, individual, inconsciente, poético y delirante superpuestos- en un mural a veces vociferante, a veces en silencio antártico.

-Muchos de los lectores de "La guerra interior" llegarán por tus dos libros anteriores que eran de no ficción. ¿Cómo se pueden aproximar a este volumen de cuentos?

-Desde la materia prima de ambas caras de la moneda. Nuestra historia. En este caso, contada desde el delirio de un narrador obsesionado con incorporar toda su subjetividad y todos los estados de la consciencia en una misma página.

-¿Cómo ves el estado de la ciencia ficción en Chile?

-Se está escribiendo más de lo que se piensa.

-¿Y te consideras un consolidador del género?

-Eso no lo puedo decir yo. Lo único que quizá me diferenció es que busqué furiosamente en mi interior, que es el mismo de todos y el mismo del territorio, las claves para escribir género. Desde acá, desde adentro, desde las tradiciones, mitologías, poética, dolores, olores y colores americanos. Buscando en el ethos latinoamericano, en la incesante búsqueda por consolidar algún atisbo de identidad para todos nosotros, los mestizos que aún no cuajamos y nos movemos como fantasmas sobre el territorio. Siempre hay que escribir de otra cosa. Cuando escribo de ciencia ficción escribo de otra cosa, siempre.

Menos universidades

"En Chile los libros de cuento no venden, la literatura de género no vende. No estaba preparado para que un libro de estas características tuviera éxito también", dice Jorge Baradit sobre "La guerra interior". El volumen de cuentos se ha mantenido desde su lanzamiento en el tercer lugar del ranking de ventas de ficción, lo que se suma a la presencia ininterrumpida de la primera y segunda parte de "Historia secreta de Chile" entre los más vendidos en el área de no ficción. Hasta ahora, eso nunca había ocurrido.

A pesar de lo anterior, el autor de "Synco" (2008, Ediciones B), que durante estas semanas se encuentra grabando el programa "Chile secreto", de Chilevisión, no se pierde. "Trato de hacer las cosas que debo hacer y punto. Si después les va bien o no es otra cosa. Si me pauteara lo que hice o lo que debo hacer, significaría que perdí el norte de lo importante", argumenta.

-Muchas veces los libros que se convierten en best sellers pareciera que son recibidos como literatura menor por los críticos y el ambiente literario. Como si fuese una especie de pecado tener muchos lectores. ¿Qué te pasa a ti con esas críticas?

-Cuando vendía menos, recibía harto más cariño y era invitado a más universidades y simposios. Ser bicho raro anda bien. Cuando le gustas a más gente parece que pierden interés en ti. Es lo mismo que el éxito, pero al revés. Al final, todo es lo mismo, yo igual voy a comprar el pan en la tarde y mi señora me reta porque se me olvidó la mantequilla.

Jorge Baradit

Editorial Plaza

& Janés 268 páginas

$14.000


"La guerra interior"

Wilson Gajardo