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Cuatro estudiantes extranjeros cuentan cómo llegaron a Osorno

MULTICULTURAL. Cada vez más las familias de diversos países deciden recalar en Chile en busca de mejores oportunidades, refugio o estabilidad política. Al menos ese es el caso de estos alumnos que por algún contacto, llegaron a la comuna donde dicen han logrado adaptarse.
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Alexander Hopkinson


De la emergencia en el Perú a la tranquilidad del sur

"En Perú la situación ahorita está un poco mal, por la venida de los huaicos (aludes) y el fenómeno del Niño Costero que se da en la sierra y nadie de la costa pensó que iba a ocurrir ahí", relata Gino Gutiérrez (14), alumno de primero medio del Instituto Comercial, sobre el motivo por el cual está ahora radicado en Osorno.

Pese a la tragedia que sacudió su hogar en la localidad de Chimbote, en Perú, que lo separó momentáneamente de sus dos hermanos mayores y su padre (mariscador) que se quedó para reconstruir su vivienda y sus dos hermanos, Gino se ve contento, despierto y bastante adaptado a su nueva realidad en la comuna de Osorno, donde llegó junto a su hermano menor y su madre, por un contacto de una familiar que surgió en Santiago.

"Yo tengo familia en Santiago también, vive mi tía y la prima de mi mamá, pero ellas no podían acogernos, porque viven en departamento. Mi mamá conoció a unas buenas amigas que se llaman Eva y Roxana, quienes le propusieron venir a trabajar a Osorno y ellas le daban un techo", dice Gino.

Para él, lo más difícil, además de dormir en un espacio para anegados y un viaje que desde el principio fue muy duro, porque no habían servicios básicos, los caminos y puentes estaban cortados y tampoco había señal de celular. El viaje desde Lima a Osorno demoró cinco días, haciendo una breve escala en Santiago.

Una vez en el terminal, donde debieron esperar largas horas por una descoordinación, Eva las llevó donde Roxana, en el sector de Francke, donde alojan actualmente.

"El primer día, apenas llegué me dijeron: tienes que ver tu colegio. Luego la señora Cecilia, de la Dirección Provincial de Educación, me ayudó a buscar colegio y me dijo: 'vas a ir al Comercial'. ¿Al Comercial?, le dije yo ¿qué es eso? Luego vine, hablé con el director que nos explicó las reglas y ya. Nos acogieron bastante bien alumnos y profesores y ahora estoy poniendo bastante empeño en estudiar, seguir una profesión y mi mamá está trabajando en cocina", dice este pequeño valiente.

Uno de los aspectos que temía Gino Gutiérrez de Chile era la mal entendida rivalidad que existe entre patriotas e incaicos. "Yo pensaba que iba a ser un poco diferente, por las cosas que se dicen de Perú y Chile, como el racismo y todo eso, pero no creo todo lo que dicen. Yo tengo que ver primero y el primer día fue súper chevere (divertido), lo pasé genial. Me cogieron muy bien, me preguntaron bastantes cosas y ya me siento bien, normal, como si estuviera en Perú, pero un poco mejor, claro, (por la situación)", asegura este joven que llegó hace menos de un mes y hoy sufre con el frío y las lluvias del sur.

Ahora quiere inscribirse prontamente en las clases de teatro y ser actor.


El niño sirio que quiere ser médico

Jad Mori es un chico muy despierto y maduro para su edad, viene de Homs, en Siria, y estudia en sexto básico de la Escuela Leonila Folch de Osorno. Le gustan las matemáticas y a sus 12 años ha pasado por situaciones extremas -ya que su tierra está en guerraque quizás por su corta edad no alcanza del todo a dimensionar, como por ejemplo, adaptarse a un país culturalmente distinto sin hablar ni una palabra de castellano.

Sin embargo, a un año y medio de su arribo a Osorno, se siente muy a gusto con sus nuevos compañeros y la ciudad, habla perfecto castellano, se lleva bien con todos y tiene buenas calificaciones.

"Mi papá habló con una persona que estaba aquí, que es pariente de mi abuelo y le dijo que le mandara una carta para venir. Se vino él primero por un año y luego nosotros vinimos en avión", dice Jad.

En julio se cumplirán dos años en Osorno, lo cuales este joven evalúa positivamente, ya que ha recibido el apoyo tanto de sus compañeros como de los profesores.

"Tengo un amigo que me ha enseñado todo, que me ha invitado a su casa. Me ayuda en todo y ahora voy bien en la escuela, tengo notas buenas y todos me tratan bien. Estoy contento de estar acá", apunta.

Su padre encontró trabajo en el Servicio de Salud y su madre trabaja en la casa. Su hermano menor estudia en tercero en la misma escuela.

Su sueño es ser médico, porque "siempre hacen cosas buenas para las personas" y a pesar de extrañar a su familia y la comida, se siente cómodo en la comuna.

"Tengo a toda la familia de mi mamá en Siria, tiene cinco hermanas y sus padres. Está una hermana de mi papá y sus padres", relata Mori, asegurando que por el momento están todos bien, pero la preocupación es constante.

"El otro día, a unos 35 kilómetros de mi pueblo, mandaron una bomba. Hasta ahora mi pueblo está bien, pero todo empezó a ser más caro. Antes era muy barato. Ahora en cada calle hay un policía revisando los autos", recuerda, agregando que su padre decidió trasladarse por los ruidos de las bombas y balas más el peligro que significaba para todos seguir ahí.

"A mi papá le pasó una bala al lado de la cabeza", afirma.

Otra cosa difícil para este inocente joven ha sido adecuarse a la alimentación y costumbre gastronómicas de los chilenos. La fruta, dice, es más rica allá, más sabrosa, acá es desabrida, como los pepinos, por ejemplo, son grandes, pero sin sabor.

Jad Mori explica que allá abundan las hojas de parra, pero aquí no hay o son difíciles de conseguir. Además, el pan es distinto. También extraña jugar en las calles de su otrora tranquilo pueblo y señala que aquí pasan muchos autos y es muy peligroso. También le llama la atención la cantidad de lluvia que en Siria era mucho menor.


De Ucrania a Chile


por amor

Piscina, esa fue la primera palabra en castellano que aprendió Andrey Suhoverhov cuando hace tres años llegó del frío invierno ucraniano al infernal calor de Santiago.

Una historia de amor lo trajo a Chile, luego que su padrastro, un coterráneo que se encontraba de viaje en el este de Europa, conociera a su madre, se enamoraran y decidieran venir a vivir a Chile.

"Me gusta que los profesores siempre ayudan a sus alumnos y no hay tantas peleas. Los niños son más buenos y siempre te van a ayudar si lo necesitas", dice este niño de 12 años que va en sexto básico de la Escuela Efraín Campana, en calle Francisco Bilbao, de Osorno.

Lo más difícil para Andrey ha sido aprender el idioma. Según el director del establecimiento, Julio Bustos, al principio Andrey estaba de oyente mientras se acostumbraba.

A pesar de las diferencias culturales e idiomáticas, Andrey ya se siente chileno y dice que no extraña mucho su tierra natal.

"El primer año que estuve en Chile viví en Santiago y no fui a la escuela, estudiaba lenguaje y matemáticas y después de un año empecé a estudiar en esta escuela", recuerda Suhoverhov, fanático del básquetbol y de la asignatura de inglés, ya que en su país tenía muchas horas de clases y aquí le resulta muy fácil.

Estando en la capital, el padrastro de Andrey conoció a una persona que le ofreció trabajo en Osorno, de esa forma él y su familia llegaron a vivir al sur.

Sobre su vida en el colegio, Andrey comenta que el ramo que menos le gusta son las ciencias naturales, porque cree que no las necesitará cuando trabaje como empresario hotelero en La Serena.

"Las ciencias naturales no son necesarias para mí, porque no todos serán doctores, químicos o algo relacionado con eso", dice.

Su sueño es ser un gran empresario hotelero en el norte. "Voy a trabajar en La Serena, voy a hacer un negocio de hotel allá. Yo estaba viendo las imágenes del norte y había un hotel muy grande, como de 20 pisos y me dieron ganas de hacer un hotel también", dice el pequeño que sueña con ser empresario y que habla ruso, inglés y castellano.

Hace siete meses nació su hermana María Teresa.


"Quiero ser presidente de Venezuela"

José Ángel Ladera viene de Charallave, Venezuela, escapando de la compleja situación política, económica y social que vive el país de Bolivar. Es compañero de Gino en el primero medio A del Liceo Comercial, donde forma parte de la "legión extranjera" del establecimiento junto a una joven colombiana que lleva más tiempo radicada en el país.

"Llegamos a Chile hace tres semanas, a Arica y después nos tomó una más en llegar a Osorno, donde es más tranquilo. Los venezolanos están llegando más a Santiago", dice tímidamente, agregando que por ahora a lo único que no se ha adaptado es al frío.

Consultado de por qué se vino, José dijo que "no había comida y si había, era demasiado cara. Un paquete de arroz, poniéndolo en el cambio de allá, vale U$D400. Entonces, decidimos hacer eso. Mi mamá se había venido con mi padrastro y mi hermana pequeña hace siete meses a Osorno".

Según Ladera, sus familia se vino por tierra cruzando Brasil y Bolivia para llegar a Chile. "Nosotros (con su padre) también hicimos eso. Tuvimos que tomar un barco por el río Amazonas, que se tardó más de la cuenta y por eso demoramos 20 días en llegar acá. Pasamos Bolivia y finalmente llegamos a Chile", recuerda.

Además de la comida y los inflados precios, la seguridad es un tema preocupante, cuenta José Ángel. "A mí ya me habían robado dos teléfonos dentro del salón de clases y no podías sacar algo de valor en la calle, porque te mataban o te lo quitaban".

Su padrastro trabaja en el Casino de Osorno, mientras su madre hace lo propio en un local de comida rápida. Su padre trabajó en un aeropuerto y es radioaficionado, cuando la cosa se puso difícil viajó a Estados Unidos y luego vino a Chile .

"Al principio era todo bonito, el legado del comandante (Chávez), pero después de unos 2 años, se empezaron a dar cuenta del error que habían cometido", relata agregando que "yo quiero hacer una carrera política para poder hacer algo allá. Quiero ser el Presidente. Mi objetivo ahorita es terminar mis estudios acá y conocer Europa para luego estudiar Ciencias Políticas y Leyes".

Al principio, al igual que Gino, sintió miedo de ser discriminado por ser inmigrante, pero de momento ha pasado todo lo contrario. Según él, a los compañeros le llaman mucho la atención los extranjeros.

El frío ha sido un verdadero tema para los foráneos, aunque en este caso es distinto, ya que por una parte agradece que los termómetros no lleguen a 40° Celsius como en su país.

Aficionado al fútbol, aunque reconoce que no lo juega muy bien, extraña a su familia, pero no le interesa regresar a Venezuela mientras la situación siga como está.

Su padre está con él y trabaja para traer a su esposa y medias hermanas al país. La relación entre sus padres, a pesar de estar separados, es muy buena y se ayudan mutuamente para hacerle frente a la escasez y dificultades que sufrieron en Venezuela.

Primero medio A del Instituto Comercial de Osorno tiene tres estudiantes extranjeros: un venezolano, un peruano y una colombiana.

13.500 kilómetros separan a Ucrania de Santiago. Andrey y su familia hicieron escala en París, Francia, para luego viajar hasta la capital del país.

2011 comenzó la guerra en Siria, desde ese momento que la familia de Jad Mori ha estado en peligro. Por eso decidieron venir a Chile.