En términos médicos, el que más ha marcado es el del siquiatra y sicoterapeuta Saúl Salischiker: "Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de la vida de su adversario, su entorno y siente agobio por cada uno de sus triunfos... Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, muestra que se está tratando con una persona siquiátricamente enferma".

Definición humanista y filosófica de la envida: Sentir tristeza o pesar por el bien ajeno. Entendida de esta manera, se concluye que es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor. Segunda definición: sentimiento de desagrado por no tener algo y el afán de poseerlo, llevando a privar al otro de ese algo en caso que el objeto sea el único disponible. Una tercera es la combinación de las dos mencionadas y es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que la padece, sino una insalvable amargura.

Teológicamente, la envidia es considerada pecado capital porque genera otros pecados, otros vicios. El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado, sino que da origen a muchos otros y rompe con el amor al prójimo que proclama Jesús.

En fin, ¿y a pito de qué sucinto análisis "wikipedico" con un toque netamente histérico y de ínfulas puramente existencialistas? Bueno, a pito de esta "mala leche" en el ambiente político social, esta odiosidad, atacando, sancionando con leyes a todo aquel que tiene algo, especialmente si es candidato presidencial con fortuna propia.

Listo, aquí se avinagra el artículo y algunos se enronchan enteros de pura rabia porque no toleran la inteligencia bien administrada, no resisten el éxito ajeno, así es que vamos desparramando inquina y peor, evitando por todos los medios que a otros les vaya bien.

Aquí entre nos, ¿quiénes son los responsables de esta odiosidad social? ¿De este verdadero resentimiento institucionalizado? ¿Los mismos desposeídos o los supuestos defensores de la igualdad y equidad que hoy gobiernan Chile, mismos que protagonizan escándalos de robo y estafa hacia el pueblo que dicen proteger? ¿Qué es más grave? ¿Sembrar envidia o mentir descaradamente? ¿Usted qué cree?

Vivian Arend

Poco pasó luego que el año pasado la Corte Suprema ordenara a los equipos de salud aplicar las vacunas correspondientes al recién nacido de una pareja osornina, la cual se había negado a tales procedimientos alegando supuestos problemas que trae para el cuerpo humano la inoculación en contra de las enfermedades descritas en el programa nacional de inmunización. El caso, que alcanzó alta notoriedad a nivel nacional por la colisión de derechos, se suponía debía haber concluido en el cumplimiento de la orden judicial que instruía claramente la vacunación para el menor, no obstante, a poco más de un año ha quedado en evidencia que aquel dictamen cayó en tierra estéril, sentando así un peligroso precedente para futuras situaciones similares.

Si la guagua tiene poco más de un año, a estas alturas ya deberían habérsele aplicado las vacunas que lo protegerían en contra de la tuberculosis, la hepatitis B, difteria, tétano, tos convulsiva, influenza, poliomelitis y neumonía. El listado también incluye al sarampión, rubeola, paperas y un tipo de meningitis. Si hoy surgiese en el entorno del menor una de estas enfermedades, él entraría en riesgo, incrementando de este modo las opciones para que el virus se siga propagando.

Un caso similar de negativa al programa de inoculación se vivió en 2016, también en la provincia de Osorno, aunque en esta oportunidad la Corte de Apelaciones de Valdivia rechazó el recurso de protección presentado por las autoridades de Salud, aduciendo que el menor, al pertenecer a una etnia huilliche, estaba bajo la tutela de un sistema particular de creencias. El resultado, sin embargo, es el mismo, el menor ha estado ajeno al programa nacional de vacunación.

Resulta en extremo llamativo que ni la Autoridad Sanitaria ni el Poder Judicial hayan extremado sus esfuerzos en hacer cumplir el dictamen en el primer caso descrito. Tal parece que hoy basta declararse en desacato y así obviar el imperio del derecho en el país, aun a costa de la salud de menores de edad y del resto de la población, en virtud del "efecto rebaño" que existe en estas materias.