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Muere Ángel Parra, uno de los mayores exponentes de la Nueva Canción Chilena

MÚSICA. El destacado cantautor, hijo de Violeta, falleció en París a los 73 años producto de un cáncer al pulmón.
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Mabel González

La música popular chilena perdió a uno de sus grandes referentes. Luis Angel Cereceda Parra, hijo menor de Violeta Parra, murió ayer a los 73 años en Francia. Su deceso se produjo justo el año en que el país celebra el centenario de la destacada folclorista y divulgadora.

El reconocido músico, cantante y escritor falleció en París producto de un cáncer que padecía al pulmón desde hace más de tres años y que se ramificó a otros órganos, según informó la Embajada chilena en la capital francesa.

Nacido en Valparaíso en 1943, Parra era "una de las grandes figuras de la diáspora chilena internacional y particularmente de la de Francia, país donde vivió desde 1976", señaló la legación diplomática en un comunicado.

El cantautor falleció a las 8.15 horas de ayer en el hospital D'Antony, donde estuvo acompañado por su ahora viuda, Ruth Valentini, y por sus hijos Javiera y Angel, quienes también han destacado en la escena local con Javiera y Los Imposibles y Los Tres, respectivamente.

Considerado una de los grandes referentes de la Nueva Canción Chilena, el fallecido artista gozó de una larga trayectoria musical y una fecunda discografía que comenzó tempranamente a fines de los 50, cuando publicó el trabajo "4 villancicos chilenos" junto al grupo Los Norteros.

Entre sus discos destacan "Venceremos", un homenaje a Salvador Allende lanzado en 2013, con motivo del 30° aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet.

La enfermedad no le impidió seguir trabajando hasta sus últimos años de vida. En 2015 editó la placa "Mi primer tango en París" y en 2016 fue el turno de "Al mundo niño le canto".

Asimismo, en 2014 colaboró junto a su hijo Angel en el álbum doble "Retrato iluminado", del cantautor Manuel García.

"Músico, narrador eterno, de único, negro y genial humor, compositor, honesto, crítico y consciente escritor, se mantuvo activo y creando hasta el último día", sostuvo su familia a través de un comunicado.

"los parra de chile"

Angel Parra, que se sumergió en el mundo de la investigación y de la creación tanto musical como literaria y artística en general, acompañó a su madre desde pequeño en sus giras y compartió escenario con ella como músico y creador.

Así, en la década del 60 recorrió con Violeta y su hermana Isabel, locales nocturnos europeos bajo el nombre de "Los Parra de Chile", un viaje que fue registrado en 1963 en la obra "Los Parra de Chillán".

En 1965 fue uno de los fundadores de "La Peña de los Parra", en la que participaron reconocidos artistas como Mercedes Sosa, Paco Ibáñez y Víctor Jara.

A lo largo de su carrera publicó más de 70 discos y escribió el libro biográfico de su madre en el que se basó la última película sobre Violeta Parra, "Violeta se fue a los cielos", dirigida por Andrés Wood y estrenada en 2011.

"uno de los grandes"

"Mi más sentido pésame a la familia de Angel Parra. La música popular chilena ha perdido a uno de sus cultores más insignes", escribió en Twitter la Presidenta Michelle Bachelet.

"Perdimos a Angel Parra, uno de los grandes de la música nacional. Embajada en París apoyando a su familia. Sentidas condolencias", tuiteó, por su parte, el canciller Heraldo Muñoz.

"Hoy se ha ido uno de los grandes músicos de Chile. Gracias Angel Parra por ser esa persona sensible, hermosa y comprometida", afirmó en la misma red social el ministro de Cultura, Ernesto Ottone.

Manuel García, en tanto, dijo estar "agradecido de la canción nuestra de cada día que forjó usted (Angel) con sus propias manos". Finalmente, la Embajada chilena en Francia resaltó que "Chile debe mucho de su imagen y de su creatividad a sus artistas, incluido Angel Parra, que además de ser miembro de una dinastía de creadores incomparable fue un ser comprometido, solidario, íntegro, una personalidad carismática y generosa".

Angel Parra fijó París como su domicilio tras el exilio. Allí vivía hasta el día de hoy con su esposa, Ruth. 1976

discos 70

Municipio y Cultura Ciudadana

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Es difícil producir o generar modelos políticos diferentes al que propone la vieja y degradada política, basada casi siempre en fidelidades indignas o en relaciones impúdicas entre acreedores y deudores, en que se intercambian favores y prebendas. O, simplemente, entregarse a procesos que naturalizan la corrupción, ya sea blanda o fuerte.

Los que nos hemos propuesto participar en procesos de renovación de la política desde las prácticas culturales, asumimos el componente ético-estético como eje fundamental del desarrollo. Y entendemos por prácticas culturales aquellas modalidades de trabajo colectivo, ya sean artísticas o comunitarias, en que se promueven nuevos paradigmas de relación entre la comunidad o en donde se refuerzan modos tradicionales de intercambio y de conversación, y en donde se intenta una relación horizontal con el poder e incluso el cogobierno.

Todo esto a pesar de que es muy difícil apelar a los recursos éticos de la comunidad, que ha sido acostumbrada a tener relaciones espurias con el poder, cuando lo fundamental es la sumisión y el compadrazgo. Es difícil, insisto, porque a pesar de la riqueza asociativa de las comunidades, siempre está el clientelismo, ya sea el tradicional o el de nuevo cuño, ese que simula protocolos de participación ciudadanas para cumplir con estándares modernos de acción política, pero que sigue siendo jerarquizadamente clasista.

La arrogancia intelectual o la irrupción de nuevos grupos de interés de raigambre universitaria que constituyen una nueva clase social burocrática, sumado a la adoración a líderes improvisados que se apropian de un camino que la propia comunidad ha ido construyendo, constituyen un nuevo escenario del que hay que hacerse cargo. Me refiero concretamente a la irrupción de la jerga ciudadanística en la política local, representada en la irrupción del municipio ciudadano en Valpo.

En otras ocasiones me he referido a las relaciones entre arte y política (o entre cultura y poder político, incluso entre estética y política), aunque hay un capítulo más restringido al respecto que es la relación entre escritores y/o artistas, y las dinámicas instalativas del poder político. Un capítulo interesante al respecto surge a propósito de modalidad de generación de cargos y funciones en el área de la cultura, que es una zona clave por su carácter estratégico. En este punto se opta por recurrir al paradigma del negocio (no digo negociación) político tradicional, probablemente por economía de la ignorancia del campo cultural o por simple desprecio, que es un modo operativo de demostración de poder. El resultado es el evidente abandono de esa zona estratégica por un municipio que se supone tenía otra impronta.

Conversaba el tema con un colega y recordábamos algunos escritores del siglo XX que sucumbieron en ese trance de intento renovador de la política desde la cultura, pensábamos por ejemplo (hay muchos más ejemplos) en Boris Spilniak, un soviético trotskista que sucumbió a Stalin; o, mucho más cercano, en Roque Dalton (que vivió en Chile), asesinado por sus propios compañeros de ruta. Hoy no se los elimina físicamente, basta con la omisión institucional.

En pocas ocasiones, o nunca, se aprovechó la mirada de estos compañeros en la construcción de un nuevo orden cultural, sólo habrían servido en una primera instancia, en la lucha contra el enemigo, pero no en la construcción de las nuevas políticas. La razón podría tener que ver con que siempre es más cómodo recurrir a las prácticas tradicionales de administración por parte de los nuevos burócratas, cansados de representar lo que definitivamente no son, revolucionarios.

Existe otra posibilidad, que es la de la cortesanía decorativa o la de convertirse en escritor o artista oficial, que es una de las posibilidades. Hoy en día se tiende a recurrir a artistas más ligados a las tablas o al espectáculo, incluido el circense, como efecto mediático.

Insisto, la razón política es refractaria a otras lógicas. Por eso la política suele ser tan perversa y patológica en relación a los otros lenguajes de la vida social, de ahí su lejanía estructural y su enclaustramiento palaciego y oficinesco.

Es muy insólito que el municipio ciudadano en Valparaíso omita a lo que podríamos llamar la comunidad artístico cultura, organizada en la ciudad puerto en múltiples prácticas asociativas; la razón es simple, ellos provienen de un mundo muy conservador políticamente, las universidades, en donde la producción cultural siempre fue secundaria y donde sólo hacía de comparsa al discurso oficial. Todo esto implica una doble responsabilidad, porque no todo está perdido, se trata de mejorar la calidad de nuestro diálogo cultural y legitimar la emergencia de un modo de actuar ciudadano y cultural.

Marcelo Mellado