El inicio del nuevo año escolar -que en la gran mayoría de los recintos partió hoy- es una excelente oportunidad para trazar objetivos que permitan aprovechar de buena manera el proceso de aprendizaje vinculado a toda experiencia educativa.
Un elemento central será nuevamente este año la discusión en torno a la reforma educacional y es de esperar que en este período no se repitan situaciones de carácter lamentable, como las prolongadas tomas y paros que se han registrado en temporadas previas, debido a las movilizaciones protagonizadas por los estudiantes.
Y no se trata de deslegitimar las solicitudes que con mucha razón puedan plantear los jóvenes, sino más bien buscar la forma adecuada en la relación con el Gobierno para avanzar en mecanismos de diálogo efectivos que permitan canalizar inquietudes, propuestas y requerimientos, sin tener que llegar a la aplicación de medidas de presión que en todos los casos significan pérdida de clases y, por consiguiente, un daño a los propios protagonistas de estas movilizaciones. En ocasiones, incluso, esto genera un aumento en las brechas de desigualdad, debido a una menor preparación para exámenes tan relevantes como la Prueba de Selección Universitaria, lo cual deja en un escenario de desventaja a quienes cursan estudios en los recintos que se movilizan.
La generación de vías de conversación adecuadas debe, necesariamente ir de la mano de la capacidad de escuchar al otro y ser capaz de entender sus necesidades, sin perder de vista los roles que cada uno debe cumplir.
Pero junto con analizar las demandas específicas y contingentes, en el inicio de un nuevo año siempre es bueno plantear también una mirada de largo plazo.
Esta necesaria reflexión, donde diversas entidades que trabajan en busca de una mejor educación en todos sus niveles para Chile, que hacen relevantes aportes debería también estar sobre la mesa de discusión, junto con los restantes procesos vinculados a las reformas al sistema que -por ahora- no han abordado estos planteamientos.