Los intensos incendios que devastaron más de 450 mil hectáreas de la zona centro-sur del país durante el verano nos demostraron que la solidaridad de los chilenos, que se ha hecho presente tantas veces en nuestra historia, sigue intacta. Esta reacción instintiva de ir en ayuda de quien sufre, actuando con sentido colectivo, es probablemente un rasgo distintivo de nuestra sociedad y uno de los principales activos de Chile, constitutivo de su capital social.
En esta última catástrofe de los incendios, apenas se tuvo noción de la magnitud del problema, la sociedad en su conjunto se organizó para salir en ayuda de los más necesitados. Empresas privadas, ONGs, estudiantes, juntas de vecinos y voluntarios individuales se pusieron a disposición para combatir el fuego y brindar apoyo a las familias damnificadas.
Las llamas quemaron los bienes de miles de chilenos, pero a la vez permitieron que recordáramos el rostro generoso de todo un país. Ahora que el fuego prácticamente se extinguió, nos llena de orgullo ver cómo diferentes organizaciones y empresas privadas se han movilizado para salir en reconstrucción del país. Como Sociedad de Fomento Fabril comprometimos la instalación de viviendas definitivas y la reconstrucción de la escuela de Santa Olga, en complemento a la ayuda que darán nuestras empresas socias de manera particular.
Pero también debemos sacar lecciones para el futuro: Chile necesitó de los privados, del aparato público, de la sociedad civil, de generosos chilenos que hasta desde el extranjero mandaron aviones salvadores y que tuvieron que vencer el inicial celo del mundo público. Esa es la gran lección: el país se construye y se reconstruye entre todos. El Estado tiene su rol, los privados también tienen el suyo y entre todos hacemos una nación.
Este difícil momento es una oportunidad de reconstruir una zona del país a nivel material, pero también una ocasión para reconstruir las confianzas para seguir progresando.
Hermann von Mülhenbrock presidente de la Sofofa