Chile a mediados del siglo XX: el fin de una época
La Universidad San Sebastián acaba de lanzar dos tomos sobre el Chile reciente, investigados y narrados por el equipo que dirigió el doctor en Historia Alejandro San Francisco. Este adelanto es del "Tomo 2. El preludio de las revoluciones", y retrata al país a las puertas de las crisis, bajo el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964).
Era habitual para los santiaguinos de su época ver al presidente jorge alessandri caminando desde su departamento en el centro hasta La moneda.
El informe anual de la embajada británica en Chile de 1958, contiene algunas reflexiones interesantes acerca de la situación política del país en ese año de elecciones presidenciales y cambio de gobierno, y posee la particularidad de mirar la realidad nacional desde un ángulo ajeno a las luchas partidistas locales. En esa ocasión el embajador expresaba que el presidente Carlos Ibáñez del Campo había entregado el mando del país al presidente Jorge Alessandri en un "estado de bancarrota". Sin embargo, estimaba que la perspectiva de seis años de un gobierno sano y responsable permitía percibir un sentimiento de esperanza y confianza en el futuro.
Sin embargo, el asunto no era tan simple y Chile no requería únicamente una buena administración de su economía o un gobierno honesto y que promoviera el progreso. Eso -que era algo deseable y se valoraba-, se inscribía dentro de un proceso mucho más complejo, con varias ambigüedades y contradicciones, donde se podían celebrar algunos logros y también lamentar los muchos fracasos acumulados.
Esta dualidad se percibía con más claridad en el evidente contraste entre el progreso y consolidación de la democracia chilena y el subdesarrollo económico y social que aquejaba a Chile. De esta manera, desde 1932 en adelante el país había experimentado la expansión de su régimen democrático, caracterizado por la existencia de libertades políticas y sociales, pluralismo, alternancia en el poder y por una ampliación sostenida del cuerpo electoral, consolidado con la obtención del derecho a voto para la mujer en las elecciones presidenciales, a mediados de siglo. Esto permitió que los votantes pasaran de 344 mil en 1932 a 1.235.552 en la elección presidencial de 1958, lo que era sin duda manifestación de un sistema más participativo.
La contrapartida de este legítimo orgullo patrio era la pervivencia de una pobreza generalizada, un crecimiento económico lento, que se mezclaba con problemas sociales en las áreas más diversas: vivienda, salud, educación, esperanza de vida, marginalidad. El Censo de 1952 permitió conocer el crecimiento de la población nacional, pero también mostró numerosos indicadores de subdesarrollo, como la falta de luz eléctrica, agua potable y alcantarillado. A estos factores se añadían a la precariedad en que habitaban los chilenos, registrada en el primer Censo de Vivienda de ese mismo año. Eran problemas que se arrastraban a través del tiempo, que no eran imputables a un determinado gobierno o grupo político, pero que afectaban al país en su conjunto y generaban una crítica social muy dura, que se mezclaba con sentimientos de malestar que incluso llegaron a tener expresiones de violencia.
La crítica social se manifestó de diversas maneras y con representantes de distintos orígenes culturales y posiciones políticas. En 1941 lo expresó con fuerza el padre Alberto Hurtado en su libro "¿Es Chile un país católico?"; mientras, en 1958, lo decía de manera elocuente el economista Jorge Ahumada en su obra En vez de la miseria. En torno a esos años hubo muchos otros autores que divulgaron análisis muy críticos, incluso lapidarios, sobre la realidad nacional de entonces.
En 1952 Carlos Ibáñez había representado, incluso en forma gráfica, la posibilidad de "barrer" los problemas y avanzar con decisión hacia un futuro mejor: el "General de la esperanza", le llamaron sus partidarios. Pero después de algunos años en La Moneda nuevamente cundió la frustración, mientras la administración debía enfrentar dilemas muy diversos en lo político, con una rotación constante de ministerios y pérdida de apoyo; en lo económico, especialmente con una inflación disparada; y en lo social, que tuvo una manifestación dramática en las jornadas de violencia y represión del 2 y 3 de abril de 1957. No faltaron quienes comenzaron a criticar no solo a un gobierno, sino al sistema mismo: la democracia y el modelo de desarrollo económico. Se había cristalizado un "profundo sentido de malestar", que involucró a los distintos "sectores de opinión y de reflexión".
Así, en 1957 el líder socialista Salvador Allende denunciaba la existencia de "una democracia prostituida" en el país, "una democracia formal donde el fracaso de las instituciones pone en peligro la propia concepción democrática". Fueron años en que empezaría a madurar en el mundo socialista la idea de una crisis estructural en Chile, y la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo político y económico. Una propuesta similar había presentado la Central Única de Trabajadores (CUT) en su manifiesto fundacional, que buscaba dejar atrás el régimen capitalista, liquidar la propiedad privada y avanzar hacia "la sociedad sin clases".
Precisamente, sería Allende el candidato del Frente de Acción Popular (FRAP) en la elección presidencial de 1958. En esa ocasión le correspondería enfrentarse a otros dos grandes líderes, que habían emergido victoriosos de la elección senatorial por Santiago en marzo de 1957: Jorge Alessandri Rodríguez y Eduardo Frei Montalva. Como sabemos, ellos fueron los tres últimos gobernantes bajo la Constitución de 1925, y sus proyectos abordaron la crisis chilena, partiendo de diagnósticos distintos y con propuestas también diferentes. Era una época de grandes cambios, esperanzas en proyectos y liderazgos, pero también un tiempo repleto de frustraciones por no lograr superar las dificultades acumuladas.
Por todo esto, a finales del gobierno de Alessandri -en 1963 y 1964-, comenzó una nueva etapa en la historia de Chile. Aunque no hay una fecha determinada, resulta claro que a partir de entonces, y hasta 1973, se vivió crecientemente una era revolucionaria, primero en las opiniones e ideas, y luego en la acción política. Comenzaban las "planificaciones globales", en palabras de Mario Góngora. La vieja escuela de los entendimientos que incluso podían resultar contradictorios, donde los programas de gobierno cambiaban en el camino, con políticos y partidos proclives a negociar, a entenderse, aun a riesgo de parecer vacíos de doctrina, comenzó a dar paso a una rigidez ideológica cada vez mayor y a una polarización política creciente. Pocos lograron prever el significado y los peligros de esos cambios que, junto a otros factores, desembocarían más tarde en una crisis institucional muy profunda.
Para entonces, Chile fue parte de un fenómeno político continental en el que participó de acuerdo con su propia historia. Hacia fines de la década de 1950 la política nacional había experimentado algunas variaciones que permitían distinguir cuatro tendencias: la derecha, agrupada en los partidos Liberal y Conservador; la izquierda, reunida en el Frente de Acción Popular (FRAP) que articulaba a los partidos marxistas; el Partido Radical, que había decaído -ya no volverían a La Moneda- después de sus tres gobiernos consecutivos entre 1938 y 1952; finalmente la Democracia Cristiana, un nuevo centro político que mostraba una constante alza en votos e influencia.
En las elecciones presidenciales de 1958 se midieron todas esas fuerzas. Triunfó estrechamente Jorge Alessandri, resultado en el que fue determinante el voto de las mujeres. Se trataba de un hombre independiente, como lo había sido su predecesor, Carlos Ibáñez del Campo, quien llegó a La Moneda después de la era radical. Como contrapartida, a ambos les seguirían dos figuras de una larga vida partidaria: Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende. En el caso de Alessandri, se había desempeñado en el mundo empresarial, pero había sido ministro de Hacienda en el último gobierno radical y senador por Santiago en 1957. Además, tenía una tradición política sobre sus hombros, a través de la figura de su padre, Arturo Alessandri Palma.
Don Jorge sería un gobernante atípico. Era habitual verlo transitar a pie desde su departamento frente a la Plaza de Armas hasta La Moneda, el palacio de gobierno. Lo hacía siempre a una hora determinada, en medio de la simpatía y el respeto general que producía su figura, respondiendo el saludo de trabajadores y transeúntes que diariamente encontraba en el camino. Así recuerda Arturo Alessandri Besa, cuando en una ocasión su tío Jorge estaba cerca de su hogar y se encontró con una protesta.
"Simplemente se detuvo y esperó que la marcha pasara, al tiempo que la gente lo miraba y se sorprendía diciendo: ¿No es el Presidente de la República? Pero nadie hizo ningún gesto agresivo, porque su persona infundía admiración, y porque en ese tiempo aún se respetaba la autoridad, al margen de cualquier consideración política".
En una ocasión, el gobernante le contaba a su hermano Arturo en una carta, a propósito de un viaje al sur para evaluar la marcha de la reconstrucción que siguió al terremoto de 1960: "La gente fue extraordinariamente cariñosa conmigo. Como acostumbro, sin escoltas y sin carabineros, me confundí en las distintas poblaciones de las diversas provincias con el que pasaba".
Era la mejor imagen de un país pacífico y republicano. Una representación de ese Chile que se fue para no volver.
En la década de 1960, de improviso, algunos sectores del país asumieron la urgencia de los cambios. La democracia chilena -tan admirada en el extranjero y que enorgullecía al país- comenzó a ser duramente criticada por destacados políticos, mientras la revolución se convirtió en una especie de palabra talismán que ofrecía la solución para todo.
En buena medida, este fenómeno tenía su explicación más inmediata en el clima de la Guerra Fría mundial, que presentó una dimensión específicamente latinoamericana a partir de la victoria de la Revolución Cubana en 1959 y la consiguiente reacción norteamericana, cuya respuesta continental sería la Alianza para el Progreso. Fueron años en que América Latina pasó a ser "el lugar más peligroso del mundo".
Por todo ello, muy pronto sería impensable para un gobernante caminar entre quienes circulaban por el centro de Santiago, o en cualquier otra ciudad. Rápidamente comenzó a surgir un ambiente político agrio, marcado por la polarización y la irrupción de la violencia, que comenzaba a instalarse de a poco en el país, que se sumaba al crecimiento de las expectativas y del descontento.
El gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964) -que es precisamente el tema del estudio que presentamos-, marcaría el comienzo del fin de una época, sin habérselo propuesto. Posteriormente surgiría la era de las revoluciones, que encabezarían Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y Salvador Allende (1970-1973).
El proyecto sobre historia de Chile del Centro de Extensión y Estudios de la Universidad San Sebastián ya tiene dos tomos dos tomos publicados. Ellos abordan los hechos recientes del país entre 1960 y 2010. Es una gran investigación que abarca la sociedad, la economía, la política, la educación, la cultura, la religión, las instituciones y las relaciones internacionales. El tomo 2, "El preludio de las revoluciones", incorpora, por ejemplo, el terremoto de 1960 y la posterior reconstrucción, y el Mundial de Fútbol de 1962, ambos bajo el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964), y considera algunas claves que derivaron en la posterior crisis y ruptura de la democracia. Fueron grandes transformaciones investigadas, analizadas y escritas por un equipo de historiadores, más un abogado, que dirigió el doctor en Historia de la Universidad de Oxford (Inglaterra) Alejandro San Francisco (en la foto superior) y que estuvo compuesto por Ángel Soto, Gonzalo Larios, José Manuel Castro, Milton Cortés, Myriam Duchens y Sergio Carrasco.
"Historia de Chile 1960- 2010. Tomo 2"
"Don Jorge sería un gobernante atípico. Era habitual verlo transitar a pie desde su departamento frente a la Plaza de Armas hasta La Moneda, el palacio de gobierno".
"En 1952 Carlos Ibáñez había representado, incluso en forma gráfica, la posibilidad de 'barrer' los problemas y avanzar con decisión hacia un futuro mejor".
"En las elecciones presidenciales de 1958 triunfó estrechamente Jorge Alessandri, resultado en
el que fue determinante
el voto de las mujeres".