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Megan McDowell, la traductora de los autores chilenos

Por llevar al inglés a Alejandro Zambra, la estadounidense Megan McDowell ganó un English Pen Award. También tradujo a Lina Meruane, a Álvaro Bisama, a Jodorowsky y a Juan Emar. Todo eso, porque se enamoró de Chile.
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Entre 2004 y 2007, megan mcdowell vivió entre valparaíso y santiago.

Megan McDowell ha traducido al inglés a diversos autores chilenos como Juan Emar, Lina Meruane y Álvaro Bisama. Lo ha hecho para grandes editoriales como Granta y sellos independientes como Fitzcarraldo. Sus traducciones aparecen en revistas como "The New Yorker" y "The Paris Review" y en 2013 su traducción de "Formas de volver a casa", de Alejandro Zambra, ganó un English Pen Award.

Aunque al llegar a Chile, donde vivió entre 2004 y 2007, tenía un nivel "avanzado" de español y podía conjugar verbos, no entendía nada cuando le hablaban. Básicamente, aprendió a hablar con la gente y sigue, hasta hoy, estudiando gramática. De paso, asimiló muchas de las expresiones usadas en ese especial idioma que se parece al español y al cual llaman "chileno". Gracias a eso, McDowell puede decir, por ejemplo, "todas las micros me sirven" o "echar la foca" con la certeza de que sabe lo que está queriendo decir.

Hopscotch

Megan nació en Mississippi, pero creció en Richmond, Kentucky. Cuando salió del colegio lo único que quería hacer era leer y por eso partió a estudiar literatura inglesa a la Universidad DePaul en Chicago. Mirando hacia atrás también confiesa que tuvo algún afán de escribir. "Supongo que había una parte de mí que quería ser escritora, pero nunca lo confesé a nadie, ni a mí misma".

-¿Por qué te interesó la literatura latinoamericana?

-Creo que de alguna forma oblicua, sin pensarlo claramente, siempre me gustó leer la literatura de otros países. Me tendía a impresionar un poco más con libros que narraban desde otra perspectiva o bajo otra influencia histórica que la de mi país. Buscaba mundos diferentes del mío.

Y aunque suene repetido y "fome", reconoce que a los 21 años leyó "Rayuela" y la marcó mucho. "Cortázar es un escritor tan consagrado, pero para mí en Chicago era toda una revelación leer "Hopscotch" ("Rayuela") en la traducción de Gregory Rabassa", admite.

Al poco tiempo comenzó a trabajar en Dalkey Archive, una editorial en la que aprendió mucho sobre literatura experimental y traducción, y donde comenzó a plantearse seguir por ese camino. Como desde antes sentía afinidad con la cultura, la literatura y la música de Latinoamérica, decidió aprender español.

-¿Cómo fue tu aprendizaje del español?

-No lo estudié mucho en la universidad, allí sólo tomé los cursos requeridos en los cuales apenas aprendí el alfabeto. Más tarde me puse a estudiar sola, compraba libros de gramática y leía. Fui bien perna y bien motivada. Contraté a un amigo argentino que me hacía clases a veces.

Santiago-valparaíso

Entre el año 2004 y el 2007 vivió en Chile, entre Santiago y Valparaíso. Ese período lo recuerda como muy intenso por el hecho de haber llegado a vivir a un mundo que no conocía y del que buscaba ser parte, aunque fuera de forma tangencial.

Partió haciendo clases de inglés en Santiago y en Valparaíso trabajaba en el departamento de traducción de una naviera británica. También trabajó como mesera en una pizzería del Cerro Alegre y, como muchos extranjeros, se enamoró del puerto.

"Me encantaba Valpo, podía haberme quedado ahí para siempre, pero quería buscar la forma de trabajar con la literatura. Así que decidí volver a Estados Unidos para hacer un magíster", dice.

El primer autor chileno que tradujo, y que ella misma escogió, fue Juan Emar. Cuenta que fue "vertiginoso" no tener la opción de hablar con el escritor y que debió confiar más en su interpretación del texto y su propio entendimiento sobre lo que el escritor quiso decir, "más aún con alguien tan disparatado como Emar", recalca.

-¿Te gustaría traducir poesía?

-Creo que si fuera escritora escribiría narrativa, siempre me he inclinado más a la ficción. Quizás significa que soy una lectora floja, no sé. Para mí, contar una historia es una forma de comunicación fundamental y primitiva. Creo que desconfío un poco de la emoción cruda que hay a veces en la poesía. Además, como que casi no hay un mercado para la poesía y menos aún para la poesía en traducción. No me he visto abordándolo mucho. Pero dicho todo eso, claro, dada la oportunidad estaría abierta a la idea. Un poeta que siempre me ha gustado es Jorge Teillier, pero me imagino que está ya traducido, no sé. La verdad es que no sé mucho de la poesía contemporánea.

Traducción y lectura

Algunos traductores definen a su oficio como una especie de baile que ejecutan junto al autor. Megan define a la traducción como una forma muy activa y comprometida de leer.

-Cuando estás inmersa en un texto y una palabra o expresión te ofrece mucha dificultad, ¿cómo destrabas ese momento?, ¿te saltas esa parte y sigues o te empeñas con lograr la traducción?

-El primer paso para mí en una traducción es algo automático. Traduzco rápido y de corrido para llegar a un borrador muy disparejo y sin pulir, algo que podría llamarse "literal". Después trabajo ese texto en inglés y en esta etapa trato de solucionar los problemas del texto como cuestiones de slang, dichos, juegos de palabras, cosas así. Pienso al texto en inglés, y no como su reflejo en español, y aquí suele ser más fácil sacar a lucir mi creatividad. Pero hay veces que no lo logro y tengo que pensar algo durante semanas o incluso meses. Los viajes en metro y el tiempo en la ducha suelen ser momentos de inspiración.

-¿Cuál ha sido la palabra o expresión que más quebradero de cabeza te ha dado?

-Difícil escoger sólo un ejemplo. Hay un cuento de Mariana Enríquez en "Las cosas que perdimos en el fuego" que se llama "Pablito clavó un clavito: Una invocación del Petiso Orejudo". Es como un cuento de fantasmas, el personaje principal se llama Pablo y es guía turístico que hace un tour sobre los grandes asesinos de Buenos Aires. Empieza a ver el fantasma del Petiso Orejudo, un asesino en serie del principio del siglo XX. Uno de sus crímenes fue el asesinato de un niño a quien, después de matar, clavó un clavo en el cráneo. La clave del cuento es el trabalenguas "Pablito clavó un clavito", que por supuesto no existe en inglés, no hay nada parecido. Al final hice dos cosas: dejé el trabalenguas en español y agregué algunas líneas que definieran la palabra "clavo" como nail. También agregué otra parte que jugaba con el dicho "to hit the nail on the head" que podría tener un papel similar.

-¿Y qué palabra o expresión te ha encantado?

-Uf, difícil elegir una… hay muchas expresiones chilenas que me gusta usar, porque me hacen sentir menos ajena. Me gustan los dichos muy locales, tipo "aquí y en la Quebrada del Ají" o "le sirven todas las micros", también "echar la foca" y "pasarlo chancho". Me gusta sorprender a la gente con dichos que no esperan de una gringa. El otro día hablábamos de un amigo que había tenido una muerte en su familia y dije "está pa'l pico". Todos se rieron, pero hubiera tenido que pensar para llegar a otra forma de expresarlo.

-¿En qué trabajas actualmente?

-Muchas cosas. "Pájaros en la boca" de Samanta Schweblin, de quien ya traduje su novela "Distancia de rescate". Va a salir a principios de 2017 con el nombre "Fever dream". También en "El niño del jueves negro" de Alejandro Jodorowsky y "No leer" de Alejandro Zambra.

-¿Qué proyectos tienes en mente?

-Tomar vacaciones.

"Es muy difícil, por no decir imposible, una vanguardia que no sea inmediatamente asumida por el mercado y convertida en producto de consumo".

"Hay muchas expresiones chilenas que me gusta usar, porque me hacen sentir menos ajena".

Megan McDowell, la traductora de los autores chilenos

Por llevar al inglés a Alejandro Zambra, la estadounidense Megan McDowell ganó un English Pen Award. También tradujo a Lina Meruane, a Álvaro Bisama, a Jodorowsky y a Juan Emar. Todo eso, porque se enamoró de Chile.
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Entre 2004 y 2007, megan mcdowell vivió entre valparaíso y santiago.

Megan McDowell ha traducido al inglés a diversos autores chilenos como Juan Emar, Lina Meruane y Álvaro Bisama. Lo ha hecho para grandes editoriales como Granta y sellos independientes como Fitzcarraldo. Sus traducciones aparecen en revistas como "The New Yorker" y "The Paris Review" y en 2013 su traducción de "Formas de volver a casa", de Alejandro Zambra, ganó un English Pen Award.

Aunque al llegar a Chile, donde vivió entre 2004 y 2007, tenía un nivel "avanzado" de español y podía conjugar verbos, no entendía nada cuando le hablaban. Básicamente, aprendió a hablar con la gente y sigue, hasta hoy, estudiando gramática. De paso, asimiló muchas de las expresiones usadas en ese especial idioma que se parece al español y al cual llaman "chileno". Gracias a eso, McDowell puede decir, por ejemplo, "todas las micros me sirven" o "echar la foca" con la certeza de que sabe lo que está queriendo decir.

Hopscotch

Megan nació en Mississippi, pero creció en Richmond, Kentucky. Cuando salió del colegio lo único que quería hacer era leer y por eso partió a estudiar literatura inglesa a la Universidad DePaul en Chicago. Mirando hacia atrás también confiesa que tuvo algún afán de escribir. "Supongo que había una parte de mí que quería ser escritora, pero nunca lo confesé a nadie, ni a mí misma".

-¿Por qué te interesó la literatura latinoamericana?

-Creo que de alguna forma oblicua, sin pensarlo claramente, siempre me gustó leer la literatura de otros países. Me tendía a impresionar un poco más con libros que narraban desde otra perspectiva o bajo otra influencia histórica que la de mi país. Buscaba mundos diferentes del mío.

Y aunque suene repetido y "fome", reconoce que a los 21 años leyó "Rayuela" y la marcó mucho. "Cortázar es un escritor tan consagrado, pero para mí en Chicago era toda una revelación leer "Hopscotch" ("Rayuela") en la traducción de Gregory Rabassa", admite.

Al poco tiempo comenzó a trabajar en Dalkey Archive, una editorial en la que aprendió mucho sobre literatura experimental y traducción, y donde comenzó a plantearse seguir por ese camino. Como desde antes sentía afinidad con la cultura, la literatura y la música de Latinoamérica, decidió aprender español.

-¿Cómo fue tu aprendizaje del español?

-No lo estudié mucho en la universidad, allí sólo tomé los cursos requeridos en los cuales apenas aprendí el alfabeto. Más tarde me puse a estudiar sola, compraba libros de gramática y leía. Fui bien perna y bien motivada. Contraté a un amigo argentino que me hacía clases a veces.

Santiago-valparaíso

Entre el año 2004 y el 2007 vivió en Chile, entre Santiago y Valparaíso. Ese período lo recuerda como muy intenso por el hecho de haber llegado a vivir a un mundo que no conocía y del que buscaba ser parte, aunque fuera de forma tangencial.

Partió haciendo clases de inglés en Santiago y en Valparaíso trabajaba en el departamento de traducción de una naviera británica. También trabajó como mesera en una pizzería del Cerro Alegre y, como muchos extranjeros, se enamoró del puerto.

"Me encantaba Valpo, podía haberme quedado ahí para siempre, pero quería buscar la forma de trabajar con la literatura. Así que decidí volver a Estados Unidos para hacer un magíster", dice.

El primer autor chileno que tradujo, y que ella misma escogió, fue Juan Emar. Cuenta que fue "vertiginoso" no tener la opción de hablar con el escritor y que debió confiar más en su interpretación del texto y su propio entendimiento sobre lo que el escritor quiso decir, "más aún con alguien tan disparatado como Emar", recalca.

-¿Te gustaría traducir poesía?

-Creo que si fuera escritora escribiría narrativa, siempre me he inclinado más a la ficción. Quizás significa que soy una lectora floja, no sé. Para mí, contar una historia es una forma de comunicación fundamental y primitiva. Creo que desconfío un poco de la emoción cruda que hay a veces en la poesía. Además, como que casi no hay un mercado para la poesía y menos aún para la poesía en traducción. No me he visto abordándolo mucho. Pero dicho todo eso, claro, dada la oportunidad estaría abierta a la idea. Un poeta que siempre me ha gustado es Jorge Teillier, pero me imagino que está ya traducido, no sé. La verdad es que no sé mucho de la poesía contemporánea.

Traducción y lectura

Algunos traductores definen a su oficio como una especie de baile que ejecutan junto al autor. Megan define a la traducción como una forma muy activa y comprometida de leer.

-Cuando estás inmersa en un texto y una palabra o expresión te ofrece mucha dificultad, ¿cómo destrabas ese momento?, ¿te saltas esa parte y sigues o te empeñas con lograr la traducción?

-El primer paso para mí en una traducción es algo automático. Traduzco rápido y de corrido para llegar a un borrador muy disparejo y sin pulir, algo que podría llamarse "literal". Después trabajo ese texto en inglés y en esta etapa trato de solucionar los problemas del texto como cuestiones de slang, dichos, juegos de palabras, cosas así. Pienso al texto en inglés, y no como su reflejo en español, y aquí suele ser más fácil sacar a lucir mi creatividad. Pero hay veces que no lo logro y tengo que pensar algo durante semanas o incluso meses. Los viajes en metro y el tiempo en la ducha suelen ser momentos de inspiración.

-¿Cuál ha sido la palabra o expresión que más quebradero de cabeza te ha dado?

-Difícil escoger sólo un ejemplo. Hay un cuento de Mariana Enríquez en "Las cosas que perdimos en el fuego" que se llama "Pablito clavó un clavito: Una invocación del Petiso Orejudo". Es como un cuento de fantasmas, el personaje principal se llama Pablo y es guía turístico que hace un tour sobre los grandes asesinos de Buenos Aires. Empieza a ver el fantasma del Petiso Orejudo, un asesino en serie del principio del siglo XX. Uno de sus crímenes fue el asesinato de un niño a quien, después de matar, clavó un clavo en el cráneo. La clave del cuento es el trabalenguas "Pablito clavó un clavito", que por supuesto no existe en inglés, no hay nada parecido. Al final hice dos cosas: dejé el trabalenguas en español y agregué algunas líneas que definieran la palabra "clavo" como nail. También agregué otra parte que jugaba con el dicho "to hit the nail on the head" que podría tener un papel similar.

-¿Y qué palabra o expresión te ha encantado?

-Uf, difícil elegir una… hay muchas expresiones chilenas que me gusta usar, porque me hacen sentir menos ajena. Me gustan los dichos muy locales, tipo "aquí y en la Quebrada del Ají" o "le sirven todas las micros", también "echar la foca" y "pasarlo chancho". Me gusta sorprender a la gente con dichos que no esperan de una gringa. El otro día hablábamos de un amigo que había tenido una muerte en su familia y dije "está pa'l pico". Todos se rieron, pero hubiera tenido que pensar para llegar a otra forma de expresarlo.

-¿En qué trabajas actualmente?

-Muchas cosas. "Pájaros en la boca" de Samanta Schweblin, de quien ya traduje su novela "Distancia de rescate". Va a salir a principios de 2017 con el nombre "Fever dream". También en "El niño del jueves negro" de Alejandro Jodorowsky y "No leer" de Alejandro Zambra.

-¿Qué proyectos tienes en mente?

-Tomar vacaciones.

"Es muy difícil, por no decir imposible, una vanguardia que no sea inmediatamente asumida por el mercado y convertida en producto de consumo".

"Hay muchas expresiones chilenas que me gusta usar, porque me hacen sentir menos ajena".