Gabriel Rodríguez Jaque ha dejado este mundo con una estela difícil de resumir. Tenía el espíritu de los hombres de ciencia de antaño, aquellos que se inquietaban por lo más simple y a la vez por aquello que aún hoy no podemos responder. Como gran relator, tenía un sinfín de historias. Siempre recordaré la mención que hacía de su fugaz paso por el frío Osorno de los años '50, donde comentaba cómo reparó la radio de la familia que lo hospedaba con la resina que obtuvo de un árbol del jardín. Era una de sus queridas anécdotas de juventud.

Ingeniero químico industrial de la Universidad Técnica del Estado, fue un prolífico académico de la Universidad de Chile, investigador el Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación de Estructuras y Materiales (Idiem) y apasionado por los misterios de la química, la física, la astronomía, la biología y la historia, entre muchas cosas más.

Su ímpetu lo introdujo hace varias décadas atrás en el conocimiento pionero de temas como aislamiento térmico en edificios, incendios, acústica, y en suma todo lo que hoy llamamos Física de la Construcción.

Con el tiempo, su trabajo incansable dio frutos maduros liderando la elaboración de documentos tan importantes como la Zonificación Climático Habitacional de Chile, decenas de normas técnicas en construcción y las posteriores reglamentaciones del Ministerio de Vivienda a nivel nacional en las áreas de aislamiento térmico e incendios en edificios, temas de suma pertinencia para las ciudades del sur de Chile.

Hasta pasados los 80 años siguió activamente formando a legiones de ingenieros y arquitectos, a quienes decía, semestre tras semestre, que Osorno era la ciudad con más heladas de Chile (40 heladas anuales, según datos meteorológicos). Pude imaginar en su relato cómo lo marcó el recuerdo de la escarcha duradera y el frío penetrante de antaño en nuestro invierno local, de lo cual puede dar fe cualquier osornino que haya vivido esa época.

Tuve la oportunidad de aprender de él, compartir cátedra e incontables anécdotas. Gracias Gabriel por tu inquietud científica, tu trabajo, y por el honor de haberme inspirado en tu legado en vida y ahora en tu posteridad. Miles de chilenos habitan hoy en viviendas más seguras y confortables, y en una parte más que destacable, lo debemos a tu visión y trabajo.

Claudio Poo Barrera, vicepresidente

de Gestión de la CChC de Osorno

Después de años de espera de parte de los comités poblacionales de Osorno que están esperando por un lugar digno y propio donde vivir, finalmente el Ejército concretó esta semana el traspaso de 88 hectáreas ubicadas en el predio Baquedano del sector de Ovejería, donde el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) proyecta construir mil 500 casas que ayudarán a paliar el complejo déficit habitacional que se ha ido agudizando con el paso de los años. La formalización de la cesión de los terrenos, que involucró propiedades distribuidas a lo largo y ancho del país, era el paso que faltaba para que los organismos gubernamentales iniciaran las gestiones requeridas, y que ahora tendrán que pasar por la entrega desde Bienes Nacionales hasta el Serviu, el estudio sobre la factibilidad de los terrenos y más adelante el diseño y ejecución de los proyectos habitacionales.

Los más felices son, naturalmente, las personas agrupadas en comités y que por carecer de los recursos económicos se han visto impedidos de acceder a una casa propia. Si bien hay muchos que hasta cuentan incluso con el subsidio habitacional en la mano, no han podido trasladarse a una nueva vivienda por la falta de terrenos aptos para construir en la ciudad. Por razones no aclaradas totalmente hasta ahora.

Como lo han advertido las autoridades, la materialización de las viviendas en el predio Baquedano no será automática. Hay que cumplir una serie de etapas que garanticen la construcción de las casas, no obstante, a Bienes Nacionales, el Serviu y el municipio osornino les compete, desde sus respectivas áreas de influencia y decisión, contribuir a una tramitación rápida de la iniciativa que, también hay que recordarlo, permitirá mitigar sólo en parte el déficit habitacional acumulado en la ciudad.

Por esto es que las tres reparticiones estatales tienen que actuar con celeridad y evitar que por descooordinaciones o indecisiones comience a entramparse un proyecto largamente esperado por las familias osorninas. El desafío, ahora que ya se realizó el traspaso, exige capacidad de gestión y convicción.

Después de años de espera de parte de los comités poblacionales de Osorno que están esperando por un lugar digno y propio donde vivir, finalmente el Ejército concretó esta semana el traspaso de 88 hectáreas ubicadas en el predio Baquedano del sector de Ovejería, donde el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) proyecta construir mil 500 casas que ayudarán a paliar el complejo déficit habitacional que se ha ido agudizando con el paso de los años. La formalización de la cesión de los terrenos, que involucró propiedades distribuidas a lo largo y ancho del país, era el paso que faltaba para que los organismos gubernamentales iniciaran las gestiones requeridas, y que ahora tendrán que pasar por la entrega desde Bienes Nacionales hasta el Serviu, el estudio sobre la factibilidad de los terrenos y más adelante el diseño y ejecución de los proyectos habitacionales.

Los más felices son, naturalmente, las personas agrupadas en comités y que por carecer de los recursos económicos se han visto impedidos de acceder a una casa propia. Si bien hay muchos que hasta cuentan incluso con el subsidio habitacional en la mano, no han podido trasladarse a una nueva vivienda por la falta de terrenos aptos para construir en la ciudad. Por razones no aclaradas totalmente hasta ahora.

Como lo han advertido las autoridades, la materialización de las viviendas en el predio Baquedano no será automática. Hay que cumplir una serie de etapas que garanticen la construcción de las casas, no obstante, a Bienes Nacionales, el Serviu y el municipio osornino les compete, desde sus respectivas áreas de influencia y decisión, contribuir a una tramitación rápida de la iniciativa que, también hay que recordarlo, permitirá mitigar sólo en parte el déficit habitacional acumulado en la ciudad.

Por esto es que las tres reparticiones estatales tienen que actuar con celeridad y evitar que por descooordinaciones o indecisiones comience a entramparse un proyecto largamente esperado por las familias osorninas. El desafío, ahora que ya se realizó el traspaso, exige capacidad de gestión y convicción.

Gabriel Rodríguez Jaque ha dejado este mundo con una estela difícil de resumir. Tenía el espíritu de los hombres de ciencia de antaño, aquellos que se inquietaban por lo más simple y a la vez por aquello que aún hoy no podemos responder. Como gran relator, tenía un sinfín de historias. Siempre recordaré la mención que hacía de su fugaz paso por el frío Osorno de los años '50, donde comentaba cómo reparó la radio de la familia que lo hospedaba con la resina que obtuvo de un árbol del jardín. Era una de sus queridas anécdotas de juventud.

Ingeniero químico industrial de la Universidad Técnica del Estado, fue un prolífico académico de la Universidad de Chile, investigador el Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación de Estructuras y Materiales (Idiem) y apasionado por los misterios de la química, la física, la astronomía, la biología y la historia, entre muchas cosas más.

Su ímpetu lo introdujo hace varias décadas atrás en el conocimiento pionero de temas como aislamiento térmico en edificios, incendios, acústica, y en suma todo lo que hoy llamamos Física de la Construcción.

Con el tiempo, su trabajo incansable dio frutos maduros liderando la elaboración de documentos tan importantes como la Zonificación Climático Habitacional de Chile, decenas de normas técnicas en construcción y las posteriores reglamentaciones del Ministerio de Vivienda a nivel nacional en las áreas de aislamiento térmico e incendios en edificios, temas de suma pertinencia para las ciudades del sur de Chile.

Hasta pasados los 80 años siguió activamente formando a legiones de ingenieros y arquitectos, a quienes decía, semestre tras semestre, que Osorno era la ciudad con más heladas de Chile (40 heladas anuales, según datos meteorológicos). Pude imaginar en su relato cómo lo marcó el recuerdo de la escarcha duradera y el frío penetrante de antaño en nuestro invierno local, de lo cual puede dar fe cualquier osornino que haya vivido esa época.

Tuve la oportunidad de aprender de él, compartir cátedra e incontables anécdotas. Gracias Gabriel por tu inquietud científica, tu trabajo, y por el honor de haberme inspirado en tu legado en vida y ahora en tu posteridad. Miles de chilenos habitan hoy en viviendas más seguras y confortables, y en una parte más que destacable, lo debemos a tu visión y trabajo.

Claudio Poo Barrera, vicepresidente

de Gestión de la CChC de Osorno