Ley Ricarte Soto
El artículo 19 de nuestra Constitución garantiza el derecho a la vida, en tanto la Ley de Derechos y Deberes de los Pacientes en vigencia desde el 2012, nos alienta a exigir nuestro derecho a recibir una atención de salud de calidad y segura.
Ambas promesas que parecieran quedar en el papel y que poco distan con la realidad, porque a los 27 años no sólo tengo que luchar día a día con la enfermedad rara que me aqueja, Pompe, sino que también con la indiferencia de las autoridades y sistema de salud, que hace más de un año decidieron cortarme el auxilio extraordinario para recibir mi tratamiento. 15 meses de espera interminables y sin ningún tipo de respuesta o información al respecto y donde casi no quedan puertas por golpear.
Durante este periodo mi salud se ha deteriorado, no soy capaz de sostener el peso de mi cuerpo y pasé de ser una mujer independiente, a trasladarme en una silla con ruedas.
En pleno proceso de discusión del segundo decreto de la Ley Ricarte Soto y la incorporación de nuevas patologías, me aferro a una nueva esperanza de poder acceder nuevamente a mi terapia de manera permanente y sin tener que depender de la burocracia y desidia que muestra Chile con sus enfermos, y que otros enfermos no tengan que pasar por lo mismo que yo.
Claudia Saladrigas
Pronunciación en degradación
Intento dar énfasis a un problema ya comentado por la prensa nacional: Los diferentes gobiernos nacionales en transición se han esforzado medianamente por respetar y mantener la herencia de valores culturales, como nuestro idioma español, cuyo estudio se asume que no se ha descuidado en la educación primaria o básica, fiscal o particular controlada.
En materia de idiomas, y respecto al español, este respeto se refiere sólo a su escritura principalmente, no a su pronunciación, a pesar que en mi lejana educación en un liceo fiscal se impartía la lectura en voz alta durante las clases de castellano, obligando a la pronunciación correcta del idioma.
Alarma la vulgaridad progresiva en la pronunciación del español entre los chilenos y mi punto de vista se refiere al relajamiento estatal al respecto, en circunstancias que en ningún nivel escrito -más grave al oficial del Estado- se aceptarían las faltas de ortografía en castellano, como escribir vurro en vez de burro, o govierno, en vez de gobierno, en cambio el chileno ha olvidado pronunciar las S y D en el vocabulario en cualquier nivel: en vez de decir "los años" todos dicen loh haños", con la S y A aspiradas. Escuchar el idioma español en la televisión nacional da pena y vergüenza.
Esta transición negativa no se aprecia en nuestros países vecinos como Perú y Argentina, sobresaliendo el hablar boliviano a todo nivel con una pronunciación española exquisita, identificándonos de inmediato como visitantes chilenos. Los colombianos sólo aspiran la J con cierta simpatía.
Los gobiernos deberían preocuparse en alguna forma de esta degradación y vulgaridad de nuestra pronunciación chilena, porque tal como vamos las próximas generaciones terminarán hablando por señas o comunicándose sólo por WhatsApp, con sus abreviaciones tan propias.
David Benavente
Aborto
El consejo nacional de la DC decidió respetar la libertad de sus senadores de votar en conciencia, en la perspectiva del humanismo cristiano, el proyecto de interrupción del embarazo. Por libertad de conciencia se entiende actuar de acuerdo a la propia conciencia, la cual, para tomar una decisión de esa envergadura, debe estar bien informada, pudiendo ser así una conciencia verdadera y no errónea.
La libertad de la conciencia no es pura subjetividad, sino reconocimiento de los valores morales objetivos. Siguiendo el humanismo cristiano que profesan, los senadores DC tienen abundante información para formar sus conciencias sobre la inmoralidad del acto que se pretende proteger y fomentar por ley, ya que han tenido oportunidad de oír reiteradamente a la autoridad eclesiástica católica chilena y a las autoridades cristianas protestantes.
También han tenido la ocasión de escuchar a científicos de categoría sobre lo innecesario que es el aborto en los casos en que se pretende despenalizar y el daño psicológico que causa a las mujeres que se pretende proteger.
Ahora bien, la libertad de la conciencia está en que la persona acoja toda esa información con valentía, con atención, con serenidad, dejando a un lado los prejuicios e intereses políticos e ideológicos, como todo sentimentalismo, lo cual oscurece la conciencia.
La persona no es libre si está a merced de cualquiera o de todos esos condicionamientos, rebajando así su conciencia, lo más sagrado que hay en el hombre, a conciencia errónea, oscurecida, y en el peor de los casos a conciencia cauterizada, es decir, aquella que ha persistido tanto en el error que no se cuestiona salir de él.
María Elton Bulnes Instituto de Filosofía Universidad de los Ándes