De acuerdo con diversos investigadores, el aluminio y el glifosato constituyen la dupla tóxica perfecta que está relacionada directamente con la aparición del autismo, el desarrollo del cáncer de mama y el Alzheimer. El glifosato es un ingrediente activo presente en la mayoría de los herbicidas usados en la eliminación de hierbas en la preparación de los suelos.

El problema es que este ingrediente tóxico ingresa a nuestro organismo través de los productos alimenticios que son rociados con los herbicidas -o que son absorbidos por éstos desde el suelo- y que llegan hasta nuestras mesas para ser consumidos por todos nosotros. Los estudios han demostrado que el glifosato tiene un efecto muy adverso en la salud humana, por su calidad de disruptor endocrino.

En un estudio realizado por la Dra. Stephanie Seneff, investigadora senior del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), ella señala que la "toxicidad sistemática" a la que estamos expuestos a causa de las pésimas prácticas de megaempresas internacionales como Monsanto, Bayer, Exxon Mobil, Dow Cheminal, Basf, DuPont, etc., traerá graves repercusiones sobre la salud a nivel mundial. Y en el caso de los niños, éstas podrían ser desastrosas.

De acuerdo con los estudios de la Dra. Seneff, el aluminio y el glifosato se caracterizan por sinergizarse el uno con el otro de una manera muy tóxica, promoviendo el autismo en los niños. Tanto es así, que ella predice que para el año 2025, la mitad de todos los niños que nazcan, podrían ser diagnosticados con autismo.

Entonces, si muy pronto no se produce un cambio en la actitud displicente de nuestras autoridades de Gobierno y en las políticas de Estado, el futuro no será muy auspicioso.

Si hubiera que listar enfermedades relacionadas con alimentos contaminados con productos químicos -vistos como los causantes de muchos males que asolan el planeta-, en dicho listado habría que incluir, a lo menos, las siguientes: autismo infantil, asma, infertilidad, daños reproductivos, daños en el desarrollo del cerebro infantil, malformaciones genéticas, diversas formas de cáncer (cáncer infantil, cáncer relacionado con el sistema hormonal, cáncer al útero, etc.), Alzheimer y varias otras más.

Franco Lotito C., docente e investigador de la Uach

Apesar de los notorios avances en soluciones habitacionales que se han logrado en el país en los últimos años (lo que, en todo caso, no es sinónimo de calidad), aún hoy, en 2016, persisten miles de familias viviendo en campamentos a la espera de poder concretar su sueño de la casa propia. Por lo general, estos asentamientos se van ubicando, creciendo y consolidando en sectores periféricos de las ciudades, muy lejos del centro y de las zonas residenciales, de modo que es difícil que la mayoría de la comunidad logre tomar conciencia de este fenómeno y de lo que se esconde detrás de él: una evidente deuda de la sociedad para con los sectores más vulnerables de la población.

Erradicar los campamentos en el país ha sido una lucha de largo aliento, en la cual ha confluido el Estado, que es quien debe gestionar una solución habitacional digna para las familias, y la sociedad civil, que ha dado un ejemplo de compromiso y organización con una agrupación como Techo-Chile, que de dedicarse a la construcción de mediaguas ha mutado en una atención integral en los asentamientos, enfocando su acción tanto en lo material como en la gestión de las comunidades. Como parte de sus acciones, Techo-Chile realizó este año un nuevo catastro para determinar el número de campamentos y cuántas familias están viviendo en ellos.

Sus resultados reflejan precisamente que a pesar de la política de entrega de viviendas sociales en la provincia de Osorno, el número de asentamientos, en vez de disminuir, ha aumentado. El reporte correspondiente a este año arrojó que en la zona se identificaron tres nuevos campamentos que antes no estaban en el radar de la agrupación ni de las autoridades: dos en Puerto Octay y uno en Río Negro. Además, el número de familias que vive en este tipo de lugares en la comuna de Osorno, aun con la construcción de nuevas villas, ha aumentado.

Es indudable que el Estado debe acelerar la política de entrega de viviendas para acortar la brecha. El problema más grave que hay en Osorno para esto, la falta de terrenos, tiene que solucionarse con mayor capacidad de gestión y rapidez en la toma de decisiones. De lo contrario, el siguiente catastro revelará un nuevo crecimiento de los campamentos.