Dicen los especialistas que al momento de leer una encuesta, las cifras más espectaculares y llamativas suelen ser las menos valiosas en términos de información dura, aquella que permite comprender una realidad compleja y tomar decisiones.
Algo de eso ocurre con la encuesta CEP. Sus resultados son esperados con una curiosa ansiedad, sin embargo, los análisis suelen orbitar apenas en torno a un par de datos llamativos, sin indagar en cuestiones más de fondo.
La encuesta CEP evidencia un clivaje entre la definición de la situación personal de los entrevistados comparada con la percepción que tienen respecto de la situación del país.
Cuando se pregunta por la situación económica propia, un 26% dice que es mala. La suma de los rangos positivos llega al 73%. Pero cuando se pregunta por la situación económica del país, un 48% responde que es mala, y sólo un 8% afirma que es buena.
El 13% afirma que el país progresa, frente al 61% que dice que está estancado y el 24 que está en decadencia. Es decir, el 85 % dice que estamos mal.
Y cuando se les pregunta por su consideración de cómo define su vida, el 59% dice estar totalmente satisfecho y el 29% dice estar satisfecho. Dicho de otro modo, el 88% está bien. La gente declara que su situación personal es más que aceptable, no así la del país, expresando con claridad una disonancia entre ambas dimensiones.
Cuando se pregunta por la aprobación de la Presidenta ésta llega a un magro 15%. Sin duda, un dato crítico preocupante. Pero la evaluación varía cuando se pregunta qué nota le pondría al Gobierno. Por una nota 4 se inclina un 27% de los encuestados; por un 5 el 13%; por un 6 el 4% y por un 7 el 1%. Es decir, un 45% le pone una nota de aprobación. Porque hasta donde sabemos del 4 para arriba es aprobación.
La democracia, para ser virtuosa como sistema, requiere que lo político sea positivamente valorado por la gente. De lo contrario surgen populismos irresponsables, prometedores de ilusiones y profetas improvisados. Pero votados, a veces, por la gente. La tarea de nuestros políticos es evitar tales inclinaciones.
En este desplome de lo político que parece estar ocurriendo en Chile, se podría afirmar que en esta dimensión de nuestra vida en sociedad, el guarismo de 15% de Bachelet es tan malo como el 14% de Piñera.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por Los Lagos