Crisis por falta de credibilidad
El problema no es el nivel de esta crisis institucional, sino cómo se resuelve para una sociedad que parece desconfiar de todo. Prácticamente todos los sectores coinciden en que existe un grave problema de legitimidad, pero de allí a creer que todo es caótico hay una brecha demasiado importante.
La falta de credibilidad es un fenómeno mundial y Chile no escapa a ello. Cada estudio o sondeo de opinión que ahonda en las percepciones de la sociedad respecto a nuestra realidad actual, se encuentra de golpe con la crítica y hasta el rechazo crecientes a determinadas instituciones.
Debe reconocerse que en los últimos años se han sumado episodios que contribuyen a que esta opinión se vaya transformando en una especie de verdad cada vez más difícil de cuestionar. Hace unos días el ex Presidente Ricardo Lagos sostuvo en una entrevista que Chile podría estar pasando por la peor crisis política en su historia, descontando el golpe militar. "La ciudadanía no está confiando en las instituciones ni en los actores políticos. Estamos todos cuestionados", ha dicho el ex Mandatario. Ciertamente, un juicio categórico que podría discutirse, pero no puede dejar de reconocerse que hay una sucesión de hechos que han contribuido a que la ciudadanía se manifieste incrédula con respecto al funcionamiento de la institucionalidad, política, electoral, judicial, económica, etc. Ni siquiera la religión y las iglesias escapan a este escenario. Tampoco las instituciones relacionadas con las pensiones y el mismo sistema previsional y otros seguros. O tal vez, una actividad que podría ser tan limpia y cotidiana, como el deporte y particularmente el fútbol, tampoco se salva.
El problema no es el nivel de alcance de esta crisis institucional, sino cómo se resuelve para una sociedad que parece desconfiar de todo, y que mientras siga observando más errores, caídas y perjuicios, menos creerá. Frente a la credibilidad extraviada, lo que debe hacerse es generar acciones de confianza más que meras palabras. La gente debe percibir las ventajas de lo conseguido por muchos años y con el aporte de todos. Es indudable que construir es más difícil que destruir.
El país necesita líderes capaces de dar luces de solución a los conflictos más inquietantes. No obstante, suponer que todo el sistema está en entredicho parece una exageración importante, que puede derivar en diagnósticos nuevamente errados. Este fenómeno es mundial, de modo que vale la pena revisar los contextos, con el fin de llegar a respuestas más certeras.