La crisis de la leche
El 24 de agosto termina el plazo de reclamos, momento en el que se decreta el cierre del padrón para las elecciones del 23 de octubre. Se hace imperativo que la industria haga parte a los productores en su estrategia de largo plazo
El sector lácteo nacional vive una profunda crisis, con un 12% de caída en la producción en los últimos dos años, cierre de numerosas lecherías y la consecuente pérdida de cientos de puestos de trabajo, sin que hasta ahora se vislumbre una salida, lo que hace presumir que lo peor, está todavía por venir.
De esta crisis, y también de las anteriores, se ha culpado al abuso de posición dominante y la falta de transparencia, por parte de la industria en la compra de leche fresca y a la importación de productos con precios distorsionados, pero la verdad es que esta vez estamos frente a una coyuntura más profunda y compleja que no se solucionará con una mejora de los precios internacionales, por la sencilla razón de que hemos perdido competitividad.
Nuestras praderas, fuente principal de ventaja comparativa en el sur, hoy sólo son capaces de sustentar la producción durante cuatro meses al año, debido a las cada vez más frecuentes y severas sequías estivales. La falta de recursos estatales para riego, los costos de la energía, que se encuentran dentro de los más altos del mundo, la imposibilidad de aprovechar las aguas superficiales y la incerteza jurídica que hoy se levanta sobre los recursos hídricos, hacen inviable la implementación de este recurso, para la gran mayoría, sin elevar de forma significativa sus costos de producción.
El Estado también es parte del problema: la infinidad de normas y exigencias que desconocen la realidad, con el consecuente papeleo y burocracia que las acompañan, fiscalizadas por una cantidad no menor de servicios distintos, ha hecho que el costo y tiempo requerido para seguir produciendo leche sea cada vez mayor e insostenible.
Cabe destacar que en un sector como el nuestro, donde las inversiones necesarias para producir y procesar, requieren de un horizonte y una visión de largo plazo, la dependencia mutua entre productores y procesadoras es evidente. Es por esto que se hace absolutamente necesario empezar a mirar al otro como lo que en verdad es, un socio estratégico, sin el cual ninguna de las dos partes puede sobrevivir.
Se hace imperativo que la industria haga parte a los productores en su estrategia de largo plazo y deje de lado su mirada paternalista que se reduce en algunos casos a informar a sus proveedores de los cambios en las pautas de precio. Así también debemos terminar con la permanente descalificación, muchas veces gratuita y sin fundamento, que ha caracterizado nuestra convivencia en las dos últimas dos décadas, sin que esta haya aportado ningún resultado positivo.
Harold Brethauer, vicepresidente
de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno (Sago)