La profundidad y el potente significado de esta frase asusta a la hora de pensarnos como guías, maestros y profesores, ante una sala de 40 estudiantes de enseñanza media, que vienen entrenados para responder ante la lógica de la recompensa y el castigo, tomados emocionalmente por sus hormonas y sin tener muy claras las razones de por qué están ahí. ¿Cómo sacamos lo mejor de ellos? ¿Quiénes son esos sujetos que no conocemos y se encuentran hipnotizados por sus teléfonos?
Lo más significativo de esta frase es que quien enseña debe haber aprendido a obtener lo mejor de sí mismo, y la mayor dificultad de esto es que lo mejor de uno mismo aún está por descubrirse. La maravillosa conversación de pasillo con la profesora de canto lírico, Mariana Ossandón, ayuda a entender lo anterior: "cuando enseño debo llevar a mis estudiantes a cantar con una voz que desconocen, una voz que ni ellos ni yo aún hemos escuchado". Esto puede ser aplicable a cualquier materia y, sin duda, nos lleva a poner el foco del proceso enseñanza-aprendizaje en el desarrollo más que en el resultado. ¿Cómo voy a alcanzar esa voz que desconozco si no es a través de la práctica, disciplina y constancia?
Por otra parte, esta frase nos permite acercarnos a nuestros aprendices abiertos a sus potencialidades más que a sus debilidades, dispuestos a obtener lo mejor de ellos, generando espacios de calidez y confianza, posibilitando el real despliegue de su ser. La creación de un ambiente cálido y de confianza se construye día a día y es responsabilidad de toda la comunidad escolar: equipo directivo, padres, docentes, estudiantes, administrativos. Somos todos responsables de generar una verdadera educación, para lo cual podemos partir cuidando nuestras frases y descalificaciones. Qué diferente sería entrar a un liceo y que en lugar de decirnos que cuentan con un 75% de índice de vulnerabilidad, nos cuenten que han logrado titular al 75% de sus estudiantes o tres alumnos son seleccionados de básquetbol a nivel nacional.
La frase de Gandhi toma aún más sentido en la era de la desconexión entre las personas y con nosotros mismos, bombardeados de estímulos, información, imágenes; como educadores; siendo padres, compañeros, abuelos y profesores debemos aprender a reflexionar, a confiar, a escuchar, conversar, a sentir el cuerpo, sentir el aire y la naturaleza, tener momentos de ocio y a ser capaces de estar con nosotros mismos, a sacar lo mejor de nosotros mismos.
Paula López, coordinadora
de proyectos de ONG Canales