¿Voto obligatorio?
El sistema democrático requiere de coaliciones gobernantes y opositoras fuertes. La desilusión de jóvenes y adultos se fundamenta en que no ven que sus problemas reales estén considerados en las agendas temáticas de los partidos.
A raíz de la alta abstención en las recientes primarias municipales, algunos parlamentarios han planteado la necesidad de que sea derogada la ley que dispuso el voto voluntario, que tiene apenas una vigencia de cuatro años, para volver al sistema de voto obligatorio. La ley 20.568, que reguló la inscripción automática y voto voluntario fue promulgada el 23 de enero de 2012. Con ella se pretendía -supuestamente- resolver el problema de la alta abstención electoral. No obstante, en los comicios municipales de octubre de ese mismo año, la abstención se elevó a 60%, en la presidencial de 2013 fue de 58% y en la primaria del 19 de junio en curso fue de 95%.
Ante el desencanto y la desconfianza ciudadana hacia la actividad política, pareciera más sencillo recurrir a aspectos normativos que regulen el comportamiento cívico de los ciudadanos, que orientar los esfuerzos de las autoridades hacia un trabajo para reencantar al electorado. Cuando los políticos de todos los colores se jugaron la opción de la inscripción automática y voto voluntario, la vieron como una solución frente al desinterés ciudadano. Pero está claro que ese no era el remedio. Desde luego que preocupa la baja participación, porque significa que muchas personas se ponen al margen del mecanismo electoral. Tal vez quieren manifestar así su desencanto por la forma de hacer política. No obstante, ello debilita la democracia y da menos sustento y legitimidad a quienes son elegidos. El sistema democrático requiere de coaliciones gobernantes y opositoras fuertes, pero esto se altera si los ciudadanos prefieren quedarse fuera, porque ellos serán los que se beneficiarán o perjudicarán con las iniciativas que aprueben las autoridades.
La clase política no ha sabido interpretar las expectativas de los electores. La desilusión de jóvenes y adultos se fundamenta en que no ven que sus problemas reales estén considerados en las agendas temáticas de los partidos. Esto significa que cada vez menos personas se identifican con las coaliciones y se resisten a participar.
Lo más preocupante es que la democracia termine consumida por la propia democracia. Este es un sistema que exige conocimiento, educación y estudio. La democracia debe protegerse con esos valores, ya que en caso contrario seremos presa de populismos de izquierda o derecha. De aquellos ejemplos, está plagada la historia mundial.