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Mujeres obesas traspasan trastornos metabólicos a hijos, nietos y bisnietos

INVESTIGACIÓN. Un estudio afirma que quienes siguen una alimentación dañina pueden condicionar la salud de su descendencia hasta a tres generaciones.
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Carolina Collins

Tener malos hábitos alimenticios no sólo afecta la salud de las mujeres que los practican, sino también de su descendencia. Así lo demostró un estudio hecho por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.), que advierten que los trastornos metabólicos de transmiten hasta en tres generaciones.

La investigación concluyó que no es necesario que los malos hábitos comiencen durante el embarazo para que se traspasen, sino que también pueden ocurrir antes de la gestación para tener un efecto nocivos en los hijos, nietos y biznietos de las mujeres que sufren de obesidad.

Por "malos hábitos alimenticios" se entiende el consumo excesivo de azúcar y grasas, algo que se traduce en una herencia peligrosa para la salud de los descendientes.

"Nuestros resultados indican que la obesidad de la madre puede deteriorar la salud sus descendientes a lo largo de varias generaciones. Un aspecto muy a tener en cuenta dado que, por lo menos en Estados Unidos, más de dos terceras partes de las mujeres en edad reproductiva tienen sobrepeso u obesidad", explicó Kelle H. Moley, directora de la investigación que fue publicada por la revista especializada Cell Reports.

Pruebas con ratones

Para llegar a esa conclusión, los expertos realizaron pruebas con ratones hembra. A un grupo lo sometieron a una dieta con un 60% de grasas y un 20% de azúcares a contar de seis semanas antes de la gestación y hasta el momento en que dejaron de amamantar a la camada.

A esas ratonas se les suministró una dieta que "imita mucho a la dieta occidental. Básicamente, es como alimentarse con comida rápida todos los día", explicó Moley.

Luego, a los ratones de esa camada se les sometió a una dieta regular para ese tipo de roedores, que es alta en proteínas y baja en grasas y azúcares.

Lo mismo hicieron con una segunda y una tercera generación de ratones.

Así fue que observaron que a pesar de que las dos generaciones siguientes no consumieron la dieta alta en grasas y azúcares, de igual forma desarrollaron resistencia a la insulina y otros problemas metabólicos asociados a una mala alimentación, que aumentan el riesgo de tener enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.

Esto se explicaría porque la obesidad y los trastornos metabólicos de la madre se pueden transmitir a su descendencia a través del ADN de las mitocondrias presentes en el óvulo no fertilizado.

Esto, por el contrario, no pasa con los padres, porque las mitocondrias, la parte de la célula que almacena energía, solamente se heredan de la madre.

"Nuestros resultados son los primeros en demostrar que los ratones hembra con síndrome metabólico pueden transmitir mitocondrias disfuncionales a través de la línea consanguínea femenina hasta la tercera generación. Y lo que es más importante, nuestro trabajo muestra que los óvulos pueden transportar información para la programación de una disfunción de las mitocondrias a lo largo de todo el organismo", explicó la directora de la investigación.