Obligado por las circunstancias, hace aproximadamente una década el país tuvo que empezar seriamente, primero de forma muy tibia, a diversificar su raíz energética, una vez que el gobierno argentino decidiera cerrar la llave del gas natural con el que se surtía a numerosas empresas de la zona central, sobre todo de Santiago. Una década después, ese factor exógeno ha redundado en que Chile esté experimentando un paulatino desarrollo en la búsqueda y explotación de las denominadas Energías Renovables No Convencionales (ERNC), que aunque todavía se encuentra en proporciones bastante menores en comparación con las fuentes tradicionales, está llamada a convertirse en un pilar importante en el crecimiento del país, tanto por su potencial de generación como por su menor impacto en el medio ambiente.

El Ministerio de Energía define a las ERNC como aquellas que "se caracterizan porque en sus procesos de transformación y aprovechamiento en energía útil no se consumen ni se agotan en una escala humana", identificando las oportunidades que presenta el territorio nacional para explotar la energía hidráulica, la solar, la mareomotriz y la eólica. Precisamente esta última es la que tiene claras posibilidades de comenzar a desarrollarse en la provincia de Osorno, luego de conocerse que una empresa está realizando los sondeos previos para instalar 30 aerogeneradores en un fundo de San Juan de La Costa, aprovechando los fuertes vientos que se producen en esa zona y que en este caso permitirían producir 100 megawatts.

De concretarse, aunque reconociendo que al menos faltan tres años para que pueda materializarse, según precisó el representante de la compañía interesada, se convertiría en el primer parque eólico en la provincia, modificando el tradicional paisaje del sector, pero con la añadidura de las externalidades positivas que traería para las comunidades y la propia región. Las primeras, claramente, porque la empresa tiene que seducirlas con beneficios concretos; y la segunda, por la nueva legislación que beneficia a las zonas generadoras con una reducción en las cuentas de energía eléctrica.

Es la oportunidad para que la provincia y San Juan de La Costa se inscriban en la nueva tendencia de las Energías Renovables No Convencionales.

Apesar que los chilenos somos ingratos y nos caracterizamos por tener muy mala memoria, nunca mejor puesto el nombre a una iglesia en el centro del centro de nuestro país. Un lugar con historia, un rincón de consuelo, espacio para la oración, albergue de reflexión. Iglesia de la Gratitud Nacional, historia y trayectoria, patrimonio nacional, raíz de nuestra cultura herencia de nuestra hermandad.

Aquí entre nos, ¿a alguien le importa? A los católicos sin duda, a quienes van a misa a esa iglesia y por supuesto a la Congregación Salesiana. ¿Alguien más se inscribe? Quizás algún coyhaiquino que un día fue de paseo a la capital o tal vez a un serenense en trámites por Santiago y pasó por ahí y entró a rezar.

¿Y la imagen de Cristo? Esa misma imagen que recorrió Chile a través de la televisión mientras era pateada, destrozada, apedreada, violentada por los encapuchados de siempre y que lograron hacerle más daño que el terremoto del 2010.

Sin duda, tienen experiencia e inmunidad, la mezcla perfecta y mucho más peligrosa que una molotov.

¿Y? Y nada, ¿o alguien recuerda a Eduardo Lara (Q.E.P.D) muerto por los encapuchados en la protesta del 21 de mayo? ¿Detenidos? ¿Condenados?

No es por pelar, pero después de ver a las actuales autoridades y políticos haciendo declaraciones calcadas, acaparando luces, defendiendo a moros y cristianos, oportunistas e inconsecuentes (frente a las cámaras atacan a los delincuentes, sin embargo, en el Congreso votan no a leyes anti encapuchados, no al control de identidad, etc.), imposible no recordar a Franz Kafka, quien decía que un idiota es un idiota, dos idiotas son dos idiotas, diez idiotas son diez idiotas, mil idiotas es un partido político.

Y aquí estamos, rodeados por ellos, invadidos, pendiendo y dependiendo de este puñado de hombres y mujeres que manejan las leyes que rigen nuestra vida.

¿Qué es más violento? ¿Una imagen de nuestro Señor Jesucristo destrozada, o estas autoridades políticas mintiendo descaradamente?

Vivian Arend