Estafar: Quitar a una persona dinero o algo de valor mediante engaño. Dar a una persona menos de lo que le corresponde de una cosa o cobrarle más de lo justo.
Robar: Quitar a una persona algo que le pertenece.
La diferencia entre estafar y robar es tan sutil como contundente; el ladrón entra a la casa con violencia, cara cubierta, busca, encuentra y se va. El estafador usa la persuasión, mira a los ojos, escudriña, localiza y abandona. En ambos casos nos quitan lo que hemos ganado honradamente.
Como se sabe, antiguamente el ladrón era tratado como tal y generalmente lo encerraban en la cárcel y el estafador era tan mal mirado que aun cuando no estuviera preso, estaba condenado de por vida por la propia sociedad.
Hoy, como hemos podido darnos cuenta, los ladrones andan tranquilos por la calle, asaltan con desparpajo, se pasean por tribunales, se codean con sus defensores, se burlan de Carabineros y no le temen a la justicia. Los estafadores, por su parte, con sus modernas "cutufas" se han multiplicado como margaritas y su poder de sofisticación ha llegado a tal punto que ni la ley es capaz de diferenciar entre las instituciones financieras legales y las que no lo son. Y aunque pareciera no haber mucha diferencia entre ambas, hemos sabido de una cantidad de estas entidades que bailan al margen de la ley y son capaces de hacer danzar a profesionales, herederos, estudiantes, obreros; muchos chilenos del ABC1 a la Z, todos con un múltiplo común: la ambición. Por supuesto, cada quien es dueño de hacer lo que quiera con su plata, sin embargo, esta codicia de muchos nacionales supera el mejor cuento de Dickens.
Por otro lado, hoy tenemos dos ex presidentes (Brasil y Argentina) enjuiciadas por corrupción y al borde de la cárcel. Nosotros mismos tenemos a la máxima autoridad en entredicho por corrupción familiar y qué decir del resto de nuestra democratizada Latinoamérica.
En fin, sin duda siempre habrá ladrones y cualquier día nos pueden asaltar, lo que verdaderamente aterra es que hoy ya no es "el pobre que roba al rico", sino el rico que le roba al pobre, un Robin Hood al revés, y frente a eso: Oh y ahora, ¿quién podrá defendernos?
Vivian Arend