Crisis en Chiloé I
A raíz de la gravedad de los hechos que nos afectan en nuestra región, pero por sobre todo en la Isla Grande de Chiloé, quisiera hacer algunas distinciones u observaciones para que las autoridades puedan entender a los chilotes. Quisiera recorrer nuestro archipiélago chilote, de donde puedo dar fe de primera fuente, desde la Isla de Chaulinec.
Don Pedro Vargas solía levantarse temprano, observar a orillas de playa de dónde corría el viento, daba lo mismo si llovía o no, eso sólo era un detalle. Si había que descargar lanchas con el viento y lluvia, se hacía. Frente al terromoto del 60 alcanzó a tomar las medidas, previo aviso de los animales que presienten todo fenòmeno natural.
Arriba en la lancha era valiente, se enfrentaba con sabiduría en una época en que no existían chalecos salvavidas. Se navegaba de memoria, sin GPS, y aun así no se naufragaba, es más, si un chilote hubiera estado en el barco Concordia, se lo doy firmado que no hubiera naufragado, y si hubiera sido, sería el último en abandonarlo. Generosos, solidarios y fuertes como ningunos.
Sabía traer niños al mundo, y no era doctor, sabía y entiendía su archipiélago, y sólo tenía primero básico, porque a la edad de 8 años quedó huérfano y tenía que trabajar para ser el sustento de su familia. Un hombre sabio, digno representante de una zona asolada por una catástrofe que llega para quedarse.
Estos son los hombres que se deben escuchar, hombres que arriba de una lancha a veces tienen que apagar un motor para dejarse llevar y no enfrentar la tormenta directamente. Y no olvidar que Chiloé es uno solo. Tengo una deuda con Don Pedro, y con el Nazareno de Cahuac, con el primero porque fue mi abuelo y con el segundo para que no abandone a sus hijos chilotes.
Ingrid Pool Vargas
Crisis en Chiloé II
Una cosa es una protesta, una manifestación, y otra cosa es llegar al secuestro. En efecto, lo que estamos leyendo y viendo en las noticias responde cabal y exactamente a lo que nuestro Código Penal, en su Artículo 141, describe como el delito de secuestro, vale decir, el que sin derecho detuviere a otro privándole de su libertad.
Así pues, los pescadores, con la justificación de estar realizando una demanda democrática, están reteniendo, contra la voluntad, a turistas, enfermos, camioneros, mujeres, niños, abuelos, a todas las personas que quieren salir de la Isla de Chiloé. Los hacen padecer hambre, frío, incomodidades durmiendo dentro de los buses, camiones o autos; sin baño que aguante, sin agua, sin abrigo, sin dinero; es decir, están privándoles de su libertad, pues ninguno de ellos eligió estar encerrados en una isla donde no quieren ya estar más.
De llegar a los 15 días, los chilotes, de amables anfitriones de curantos y mingas, pasarán a convertirse en secuestradores de sus propios compatriotas y se arriesgan a una pena de presidio mayor en su grado medio a máximo. Claro, si existiera alguna autoridad que, por alguna vez, tuviera la valentía y coraje de reponer el orden, partiendo, llamando las cosas por su nombre.
Arnold Schirmer
Crisis en Chiloé III
Lo que está ocurriendo en los archipiélagos y fiordos del sur de Chile es la crónica de una muerte anunciada. Por décadas, comunidades de pescadores y mariscadores, organizaciones sociales, organismos públicos y académicos han señalado la explotación insustentable de la biodiversidad marina y terrestre en la Región.
Pese a ello, las advertencias fueron ignoradas por autoridades, transnacionales y empresarios nacionales. Hoy, los ecosistemas marinos de Chiloé se enfrentan a un fenómeno denominado eutroficación, el cual se origina por el uso excesivo de fertilizantes industriales que se acumulan en el mar.
El aumento de nitrógeno y fósforo en las capas superiores del agua incrementa las poblaciones de microalgas, entre ellas la marea roja que produce toxinas. Luego, al seguir incorporando fertilizantes, el oxígeno de las aguas más profundas disminuye en tal magnitud, que pueden originarse áreas donde la vida ya no es posible o el ecosistema se vuelve improductivo. Si además agregamos al océano, los antibióticos y químicos que han sido incorporados por años a las jaulas de voraces salmones y las cinco mil toneladas de peces descompuestos e intoxicados que se desecharon en el mar el último mes, nos encontramos con las condiciones que formaron la tormenta perfecta en Chiloé.
¿Quién responde y se responsabiliza de esta bancarrota ecosistémica? La población de Chiloé está exigiendo con justa razón que el Gobierno y el país cumplan con el compromiso de promover la sustentabilidad ambiental. Las empresas contaminantes y las autoridades que diseñan y otorgan los permisos de la concesión para la acuicultura, tienen la obligación de responder y asumir su negligencia.
Javier Figueroa Ortiz, Doctor en Biología y académico de la Universidad Central