El desafío de un país con inmigrantes
Las grandes migraciones son una realidad, continuarán y se incrementarán. La asociación de delitos con determinadas nacionalidades, sin entender que hacen aportes sustantivos a nuestro desarrollo, no es aconsejable.
Son curiosas las imágenes que nos ofrece hoy el mundo. En Estados Unidos se afianza la candidatura republicana de Donald Trump, el polémico magnate que quiere construir un muro en la frontera con México, con cargo al gobierno azteca. En Londres, Sadiq Khan, hijo de un matrimonio paquistaní, abogado musulmán especializado en derechos humanos, puede convertirse en alcalde de la capital británica. Todo ello pasa mientras en el país aparece el debate respecto al fenómeno inmigratorio y sus presuntos negativos impactos.
Pero las imágenes pueden ser más sorprendentes. En Europa vemos con pavor a aquellos que escapan de la guerra y el hambre desde Siria o países africanos, mientras las naciones más desarrolladas buscan protegerse ante una realidad que no puede detenerse. Es indudable que el debate está fuertemente influenciado por los costos que tiene para los estados la mantención de miles de refugiados o ilegales que pasan a engrosar la población nativa.
Por otro lado, especialmente en Europa, se sumó el temor por el terrorismo y la asociación que se hace de la religión musulmana y la violencia. Es presumible que ese miedo -y este es un móvil relevante en la sociedad- se transforme en la agudización de políticas restrictivas y la asunción de gobiernos muy conservadores, porque estamos en presencia de una ola enorme, respecto de lo cual, las propuestas más debatidas, son precisamente las más violentas desde el punto de vista de los derechos humanos.
Lo vemos, también, en varias de nuestras ciudades. La asociación de delitos con determinadas nacionalidades, o el reducir a una caricatura al inmigrante, sin entender que se trata de personas que hacen aportes sustantivos a nuestro desarrollo, no es aconsejable. Este juicio no implica desconocer que no hay problemas, pero que deben ser resueltos en el marco de la ley y no motejando a todo un espectro de la sociedad.
El mundo está cambiando y Osorno, Antofagasta, Santiago, París, Londres y cualquier ciudad de tamaño mediano o grande lo están confirmando. Las grandes migraciones son una realidad, continuarán y se incrementarán. Ante ello es de cuidado sostener una actitud predictiva y generosa, más que de miedo y desconfianza.