El 68% de los chilenos está convencido de que la violencia en los estadios es la principal razón por la cual la gente ya no asiste a estos escenarios a ver los partidos del campeonato nacional de fútbol. Así lo reveló el último estudio de la Plaza Pública Cadem, dado a conocer a principios de esta semana.
La opinión de los encuestados es lapidaria, y hay antecedentes concretos para justificar ese divorcio entre la gente y los estadios, como los episodios ocurridos en Valparaíso en diciembre pasado, cuando se suspendió el duelo entre Wanderers y Colo Colo.
Lamentablemente, destruir bienes de uso público sale casi gratis, al no recibir sanciones ejemplarizadoras. De esta forma, es muy difícil erradicar la violencia, que también es alentada en las redes sociales, donde además de las groserías hay agresiones escritas y descalificaciones circulando al amparo del anonimato.
Los hechos que están ocurriendo en los estadios, construidos o remodelados con recursos de todos los chilenos, son una muestra más de ese clima odioso que causa destrucción material y personal, y que afecta expresiones como el fútbol. Se aleja así a las familias y a quienes buscan sana distracción en la emoción de un cotejo.
En el caso del fútbol, se ha legislado estableciendo normas para lograr estadios seguros, con una estructura responsable de esta tarea y con la aplicación de tecnologías y medidas preventivas, que siempre son insuficientes. El resultado ha sido nulo, según lo comprueban los hechos. Incluso cuando se logra identificar y detener a los culpables, el castigo es leve -si es que existe- y no intimida a quienes insisten en la violencia como conducta frecuente.
Se habla de más medidas, de sanciones más fuertes, de suspensión de partidos, de la vuelta de Carabineros al interior de los estadios, lo que significa menos personal para resguardar las calles y las poblaciones. Sin embargo, en todas estas expresiones violentistas que se viven en recintos deportivos y en las calles, es necesario que la autoridad otorgue las herramientas que se han restado en forma persistente a la policía.