No es mi intención ser pesimista, pero no puedo dejar de advertir lo evidente. Es cierto que la economía es dinámica, cambiante, vibrante y posiblemente (espero de todo corazón) esta columna la próxima semana ya no tenga valor, pero las señales son evidentes y debemos estar preparados.
Primer día hábil del año y nos encontramos con un cierre anticipado de las bolsas chinas, lo que sucede por primera vez en la historia del gigante asiático, esto debido a la caída en más de un 7% del Índice CSI300. Paralelamente, el yuan ha caído a su nivel más bajo en relación al dólar norteamericano, lo que repercute en un mayor costo de importación al mercado asiático (no debemos perder la perspectiva de que el cobre es transado en dólar), pero disminuyendo el precio de las exportaciones transadas en la moneda occidental desde ese país.
En Chile, el efecto natural ha sido amanecer golpeados por una nueva baja en el precio del cobre sin que nada nos permita presagiar su repunte al menos en el corto plazo, lo que reafirma el temor e inquietud respecto de la perspectiva tenida en cuenta al momento de confeccionar la Ley de Presupuestos.
Por su parte, el dólar anota fuertes alzas, lo que resulta consecuente con la baja del precio del cobre, y nos impide aprovechar el debilitamiento del yuan.
En este escenario no sólo me preocupa el aumento de valor de las vacaciones en el extranjero que muchas familias chilenas han contratado y no han pagado, me preocupa el encarecimiento de las importaciones y sus repercusiones en la inflación, así como el diseño y estimaciones de la Ley de Presupuestos 2016.
Esperemos que los buenos deseos y esperanzas tenidas a la vista por el Gobierno al trazar su estrategia económica se canalicen en fuerzas positivas que permitan modificar el actual escenario económico y nos permita tener un año sin mayores sobresaltos, sin un aumento del desempleo y finalizar con una economía robustecida.
Patricio Valdés Fuentealba, académico de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Central de Chile